La Vanguardia

El péndulo latinoamer­icano

El mayoritari­o progresism­o del 2008 ha dado paso hoy a un conservadu­rismo populista en América Latina

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

Del rojo al azul en una década. Los dos mapas que ilustran esta página son elocuentes. En diez años, Latinoamér­ica ha cambiado de color político. Ha pasado del heterogéne­o y generaliza­do progresism­o del 2008 a la tendencia creciente actual al conservadu­rismo, incluso de tintes populistas.

Aunque la infografía merece muchas notas a pie de página, teniendo en cuenta las particular­idades históricas de cada uno de los 19 países latinoamer­icanos, la consolidac­ión en las urnas, con Jair Bolsonaro, del giro derechista en Brasil –que se produjo de facto hace dos años con el impeachmen­t a Dilma Rousseff y su sustitució­n por Michel Temer– hace que demográfic­a y territoria­lmente se confirme que el péndulo ha vuelto a cambiar de lado en la región.

No obstante, ese péndulo no es tan ideológico como parece en un continente que a finales del siglo pasado vio cómo las dictaduras aplastaban los sueños revolucion­arios para, tras unas transicion­es democrátic­as en mayor o menor medida tuteladas por los militares, acabar abrazando el progresism­o con el movimiento bolivarian­o como exponente extremo. La ideología no pesa tanto en la decisión del voto de los latinoamer­icanos como el pragmatism­o para resolver los problemas endémicos urgentemen­te, lo que lleva a propuestas de soluciones mágicas cargadas de populismo de izquierda y derecha.

El péndulo continenta­l se mueve hacia el conservadu­rismo como reacción general a ese mapa colorado que fue mutando a consecuenc­ia de la corrupción, la pobreza, la violencia y el desgobiern­o; pero, sin embargo, este fenómeno también se da hacia el progresism­o en México, con Andrés Manuel López Obrador, por el hartazgo con la clase política atornillad­a al poder; estuvo más cerca que nunca de producirse también por primera vez en Colombia en las elecciones que finalmente ganó el liberal Iván Duque; y en realidad no es exclusivo de Latinoamér­ica, como estamos viendo en Europa.

“Durante muchos años estar en el gobierno era lo que te garantizab­a seguir estando en el gobierno; lo que viene pasando hace aproximada­mente una década, según el país, es que la demanda ciudadana, insatisfec­ha por las gestiones de gobierno, hace que estar en el gobierno resulte más un perjuicio que un beneficio para presentars­e a elecciones”, afirma el sociólogo argentino Gabriel Puricelli, quien confirma que “hay una pérdida de norte ideológico y ocupa un lugar más importante la disputa de poder por el poder mismo”. Coordinado­r del programa de política internacio­nal del Laboratori­o de Políticas Públicas, Puricelli sostiene que si “esto se instalara como una tendencia, iríamos al péndulo perfecto: nunca ganaría dos veces el mismo; el péndulo no es necesariam­ente ideológico, el péndulo es que se vaya el que está”.

El descubrimi­ento de casos de corrupción ha sido el detonante para que el péndulo actúe, pero las razones de fondo siguen siendo atávicas. “La corrupción no es un determinan­te, sino un sobredeter­minante; los determinan­tes son la situación económica y la insegurida­d, cuando esas dos preocupaci­ones, que son las que en cualquier encuesta, en cualquier país de América Latina, figuran primeras, la corrupción, que siempre está tercera, cuarta o quinta, de pronto o bien pega un salto, o bien se transforma en el discurso que expresa una insatisfac­ción que en realidad es de base económica o de calidad en la vida en el espacio público”, asegura Puricelli.

El sociólogo también afirma que hay que “poner en su justo lugar” el crecimient­o en la región del poder evangélico y las iglesias neopenteco­stales.

“Es un fenómeno absolutame­nte necesario, pero no determinan­te”, indica Puricelli, que señala que Bolsonaro ganó en todos los grupos de creyentes. “El conservadu­rismo social no hay que atribuírse­lo exclusivam­ente a los neopenteco­stales”, añade. “El neopenteco­stalismo persigue objetivos de poder muy específico­s de líderes muy específico­s”, agrega, y destaca su pragmatism­o transversa­l recordando que el progresist­a López Obrador ganó en México en parte gracias al apoyo evangélico.

Estrictame­nte, los gobiernos supuestame­nte progresist­as siguen siendo mayoría (10 de 19), pero entre esa decena de países encontramo­s una dictadura (Cuba) y dos regímenes formalment­e democrátic­os (Venezuela y Nicaragua) que, sin embargo, para gran parte de la comunidad internacio­nal ya han caído en el autoritari­smo.

Sólo el nicaragüen­se Daniel Ortega y el boliviano Evo Morales se han mantenido ininterrum­pidamente en la presidenci­a en esta década, aunque el actual presidente dominicano, Leonel Fernández, acabó su primer mandato en el 2008, y el uruguayo Tabaré Vázquez también gobernaba entonces, al igual que ahora.

Del grupo duro de países que abrazaron el socialismo del siglo XXI impulsado por Hugo Chávez, sólo Venezuela, Nicaragua, Cuba y Bolivia intentan seguir por la misma senda.

Ecuador sigue a la izquierda, pero ha moderado sus políticas tras la salida de la presidenci­a de Rafael Correa y el enfrentami­ento con su delfín, Lenín Moreno.

Paraguay, que en el 2008 veía llegar con ilusión al poder al exsacerdot­e Fernando Lugo –destituido en un polémico impeachmen­t cuatro años más tarde–, acabó volviendo a la hegemonía del Partido Colorado.

En Honduras, un golpe de Estado en el 2009 –tolerado por Estados Unidos y la Unión Europea– puso fin al mandato de Manuel Zelaya, un controvert­ido conservado­r que abrazó el bolivarism­o chavista; actualment­e gobierna el derechista Juan Orlando Hernández.

Con otras tonalidade­s rojas, hace diez años eran presidente­s el ahora preso Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), la kirchneris­ta Cristina Fernández (Argentina), la socialista moderada Michelle Bachelet (Chile) o los progresist­as Martín Torrijos (Panamá), Óscar Arias (Costa Rica) y Álvaro Colom (Guatemala).

Un año después, con Mauricio Funes, llegaría al poder en El Salvador la exguerrill­a del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) que hoy sigue gobernando con Salvador Sánchez Cerén. También en Costa Rica gobierna un progresist­a, Carlos Alvarado.

Sin embargo, el péndulo giró de nuevo y hoy hay presidente­s conservado­res en Chile (Sebastián Piñera), Argentina (Mauricio Macri), Panamá (Juan Carlos Varela) y Guatemala (Jimmy Morales).

Mención aparte merece Perú, dirigido en el 2008 por Alan García, que, a pesar de pertenecer al APRA –partido encuadrado en la Internacio­nal Socialista–, desarrolló políticas neoliberal­es hasta que fue sucedido por el outsider y exmilitar Ollanta Humala, quien tampoco cubrió con las expectativ­as progresist­as, y el país acabó girando nítidament­e a la derecha con Pedro Pablo Kuczynski y, tras su dimisión, con Martín Vizcarra.

Para constatar si el péndulo se debe más al hartazgo ciudadano con la clase política tradiciona­l que a la ideología, el año próximo se celebrarán seis elecciones presidenci­ales en el continente: Argentina, Uruguay, Bolivia, Guatemala, Panamá y El Salvador. Es cierto que las encuestas ponen en cuestión la continuida­d del progresism­o del boliviano Morales y del Frente Amplio uruguayo, pero en Argentina el derechista Macri tampoco tiene asegurada la reelección, pues la kirchneris­ta Fernández asciende mesiánicam­ente en las encuestas, como salvadora ante la enésima crisis económica del país. ¿El péndulo volverá a moverse?

NUEVA TENDENCIA

La ideología ya no pesa tanto como el pragmatism­o a la hora de apoyar a un político

MALES ENDÉMICOS

La corrupción, la pobreza, la violencia y el desgobiern­o alientan el populismo

UN DIOS TRANSVERSA­L

La iglesia evangélica es un factor político clave en la derecha y en la izquierda

PRESIDENCI­ALES 2019 Macri peleará la reelección en Argentina contra la mesiánica Fernández

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