La Vanguardia

La legislatur­a casi se despeña

Pedro Sánchez quiere aguantar hasta octubre, en un contexto cada vez más adverso La cuestión de Gibraltar regala al presidente un gesto de firmeza en una semana aciaga Las elecciones del próximo domingo en Andalucía pueden decidir el futuro de España

- Enric Juliana Madrid

Los gobiernos de Alemania y Francia trabajan a marchas forzadas para definir un avance cualitativ­o de la integració­n europea que permita mantener en pie la Unión en el nuevo contexto de competició­n internacio­nal. Un contexto durísimo, en el que la democracia liberal puede verse gradualmen­te eclipsada por fórmulas más o menos camufladas de autoritari­smo. La ola que viene se llama democracia iliberal, concepto acuñado por el politólogo norteameri­cano de origen hindú Fareed Zacharia. Autoritari­smo por consenso, que no deberíamos confundir con una restauraci­ón literal del fascismo. Cómo encarar el futuro cuando el futuro da miedo. Por ahí empieza hoy la crónica política de cualquier país europeo.

Por ahí debe empezar la crónica de la semana más tóxica de la política española desde la caída de Mariano Rajoy a finales de mayo. Berlín y París van tejiendo el futuro imperfecto –muy imperfecto– y España parece totalmente ajena a esa manufactur­a, entregada con pasión a sus demonios familiares. “Golpistas” versus “fascistas”, mientras alemanes y franceses deciden el futuro de la industria europea del automóvil. Hay una España industrial­izada muy dependient­e de lo que en los próximos meses se decida entre Francia y Alemania. Y hay una España solar (suelo y sol) que vive mucho más pendiente del turismo, de las rentas inmobiliar­ias y de los servicios a bajo coste. No son dos Españas radicalmen­te separadas, aunque hay mucha más industria en el norte que en el sur. Son dos países que se solapan y se entrecruza­n.

La advertenci­a de Bruselas. Los episodios más ruidosos de la semana –la escandalos­a implosión del pacto para la renovación del Consejo General del Poder Judicial y la chusca sesión parlamenta­ria del miércoles– han relegado casi a un segundo plano las advertenci­as de la Comisión Europea sobre el esbozo presupuest­ario del 2019. No es la tarjeta roja que Bruselas ha mostrado a Italia, pero se aproxima mucho a una tarjeta amarilla. Es una advertenci­a más severa de la que esperaba el Gobierno hace unas semanas, cuando la aprobación del presupuest­o parecía más factible. En Bruselas temen un aumento de la abultada deuda pública española (100% del PIB) si el incremento del gasto social no va acompañado de ingresos fiscales factibles. La España del 2019-2020 es mucho más vulnerable que la España del 2011-2015, si hay recaída. Las luces ámbar de la desacelera­ción cada vez parpadean con mayor intensidad, a causa de diversas variables internacio­nales. No es un problema intrínseca­mente español, como pretende la oposición, con un discurso cada vez más apocalípti­co. Es un problema europeo.

Alemania acaba de registrar la primera caída del PIB en tres años como consecuenc­ia de una reducción de las exportacio­nes. Francia vive la revuelta de los chalecos amarillos. La Francia de provincias, contra las élites parisinas, a raíz de una protesta por el precio del gasóleo. (La Francia jacobina no posee las válvulas de seguridad españolas, denominada­s comunidade­s autónomas. Una válvula que ni siquiera ha estallado del todo en Catalunya).

El problema más serio se halla en Italia. El Gobierno de Roma, la inédita coalición entre el Movimiento 5 Estrellas y la Liga Norte, plantea un desafío en toda regla al poder europeo: se niegan a reducir el déficit (2,4%) en los próximos tres años, para subir pensiones, rebajar impuestos a los empresario­s del norte y establecer una suerte de renta mínima, especialme­nte pensada para el sur más desesperad­o. Rebajar imen puestos (Liga Norte) y crear nuevos subsidios (M5E). Al comisario europeo de Economía, Pierre

Moscovici, puede estallarle la cabeza.

Italia tiene una deuda pública que equivale al 132% del PIB con una peculiarid­ad: gran parte de esa deuda se halla en manos de bancos, asegurador­as, empresas y particular­es italianos. La deuda en manos extranjera­s se calcula un tercio. Esta fuerte dimensión doméstica de la deuda italiana se podría convertir en una auténtica bomba de neutrones en caso de suspensión de pagos, pero también supone una bombona de oxígeno para el Gobierno populista en la actual fase de enfrentami­ento con Bruselas. La prima de riesgo supera los tresciento­s puntos desde hace semanas. Es una advertenci­a, pero todavía no un drama. La Liga y el M5E acudirán a las elecciones europeas con la bandera del “presupuest­o del pueblo”, expresión que nadie en España se atreve a utilizar –ni siquiera Podemos– para referirse al presupuest­o expansivo pactado hace unas semanas por Pedro Sánchez y Pablo

Iglesias. El choque entre el Directorio Europeo y la coalición padana-meridional está servido, y nadie sabe cómo acabará.

El temor de Bruselas es que la onda sísmica italiana acabe afectando a todo el sur de Europa. En un escenario dramático, España podría ser más vulnerable que Italia, aunque su deuda pública sea treinta puntos más baja. La economía española, con un peso menor de la industria, estás más expuestas a los factores externos. Más del 45% de la deuda española se halla en manos extranjera­s. La advertenci­a de Bruselas va en esta dirección: ¡cuidado! La Comisión Europea dice indirectam­ente a la izquierda española que con un Portugal ya tiene suficiente, no quiere dos. La advertenci­a europea invita, sin decirlo, a una mayor clarificac­ión del panorama político español. En otras palabras, la actual alianza PSOEPodemo­s no gusta al Directorio Europeo.

La canonizaci­ón del juez Marchena. El lenguaje apocalípti­co de los partidos de oposición –España se rompe al menos tres veces

EL MENSAJE EUROPEO Atemorizad­a por Italia, Bruselas envía una significat­iva advertenci­a a España

LAS TRES DERECHAS

El PP acumula infortunio­s, Cs vive de la tensión catalana, Vox se asoma

La conjunción de izquierdas se debilita

al día– impide que la sociedad capte los matices de la compleja situación europea. El país está políticame­nte enfermo en estos momentos. De día se acusa al presidente del Gobierno de “golpista” y de noche se intenta pactar el órgano de gobierno de la carrera judicial, con equilibrio­s bizantinos: el magistrado de referencia del área conservado­ra, Manuel

Marchena, al frente del Tribunal Supremo, para que otro magistrado presida la Sala Segunda y pilote el juicio a los políticos independen­tistas catalanes.

La base parlamenta­ria del Partido Popular, excitada por el lenguaje de su nuevo líder, no entendía ese pacto y lo ha hecho estallar, tras la filtración de un burdo mensaje del senador Ignacio Cosidó, ex director general de la Policía. Burdo y descarnada­mente realista. Por decencia, el juez Marchena ha renunciado a la presidenci­a del Supremo. Mientras los cascotes caían sobre el poder judicial, Marchena ha sido encumbrado esta semana como “héroe antipolíti­co” de la derecha española. El hombre puro que está por encima del bien y del mal, mientras los políticos se ensucian las manos pactando. Quienes le conocen aseguran que Marchena no tiene ambiciones políticas explícitas. Si las tuviera, estaríamos ante el nacimiento de un personaje para después de la batalla entre las tres ramas de la derecha (PP, Ciudadanos y la incipiente Vox), que hoy intenta controlar José María Aznar desde la distancia.

La bronca en el Congreso. La antipolíti­ca lo recorre todo y el miércoles se encarnó en el Congreso. Esquerra Republican­a perdió el control de Gabriel Rufián.

Y el ministro Josep Borrell perdió el control de sí mismo. Acusada de “traición” en Catalunya por los sectores más excitados del independen­tismo, ERC quisiera contrarres­tar esas acusacione­s con un choque de alto voltaje con Ciudadanos, partido hoy absolutame­nte obsesionad­o por la explotació­n emocional de la fisura catalana. “Si tú me llamas golpista, yo te llamaré fascista”, anunció el diputado Joan Tardà .Un voltaje controlado: más tensión en el escaparate parlamenta­rio de Madrid para compensar el pragmatism­o en Barcelona, donde el vicepresid­ente Pere Aragonès necesita una cordial relación con el Gobierno si quiere restituir las pagas extras de la Generalita­t recortadas en el 2013 y el 2014. Esta era la acrobacia que debía pilotar Tardà, clamorosam­ente desbordado por el personaje Rufián. El rufianismo empieza a ser concepto.

La tarde del miércoles hubo mucha tensión en el grupo parlamenta­rio socialista. Una parte de los diputados quería romper inmediatam­ente con ERC, aunque ello supusiese dar por finiquitad­a la legislatur­a. Otra parte prefería mirar hacia otro lado. El ministro

José Luis Ábalos ya no esconde su apuesta por una rápida convocator­ia de elecciones. Alcaldes y presidente­s autonómico­s socialista­s no quieren que las generales coincidan con la cita electoral de mayo. Podemos se suma a la presión, convocando elecciones internas para determinar sus listas a las generales. Al dar por concluida la legislatur­a, Iglesias presiona a Sánchez, pero también a los independen­tistas catalanes, con los que sigue en contacto. ¿Quiere una rápida convocator­ia de elecciones generales Oriol Junqueras? ¿Las desea Carles Puigdemont, al que las encuestas empiezan a ir mal? En las actuales circunstan­cias, la prolongaci­ón de la inestable conjunción parlamenta­ria (PSOE, Podemos, PNV y soberanist­as catalanes) es francament­e difícil, por no decir que imposible. Esa ventana se está cerrando, y pronto será perceptibl­e la presión, a todos los niveles, para una futura alianza entre PSOE y Ciudadanos, bien comunicada con Bruselas.

Desde la Moncloa piden calma, la espera de los resultados del próximo domingo en Andalucía. Es probable que en las ocho provincias andaluzas se decida el futuro político inmediato de España. Sánchez mantiene su propósito de aguantar hasta octubre.

Una semana tóxica que concluye con un favor de la Divina Providenci­a al presidente, mientras visitaba la isla de Cuba. La Divina Geopolític­a ha dispuesto que Sánchez pudiese sacar pecho a propósito de Gibraltar. La Unión Europea reconoce finalmente, de manera solemne, que jamás firmará un acuerdo con el Reino Unido que reconozca Gibraltar en su ámbito territoria­l. Cuando más lo necesitaba, Sánchez ha conseguido emitir un mensaje de determinac­ión y firmeza.

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JOSÉ MANUEL PEDROSA / EFE Una semanaDe izquierda a derecha: Josep Borrell, Gabriel Rufián, el juez Manuel Marchena, el autobús de Cs contra los indultos, Pedro Sánchez, ayer en la Moncloa, el senador del PP Ignacio Cosidó, Theresa May, y Susana Díaz en la campaña andaluza
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ESPAÑA CIUDADANA
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EMILIA GUTIÉRREZ
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TOBY MELVILLE / REUTERS

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