La Vanguardia

Símbolos

- Víctor-M. Amela

Sostengo desde hace años que todos los símbolos están para hacer de todo con ellos, y así eludir el cuerpo a cuerpo. Los símbolos sirven para rezarles o ciscarse en ellos, dedicarles aplausos o silbidos, un cántico o un pataleo, para izarlos o desgarrarl­os, prenderlos en una solapa o sonarse con ellos, venerarlos o insultarlo­s, rezarles o imprecarle­s, burlarnos o adorarlos. Esa debiera ser su (nobilísima) función, su valor. Pero el Código Penal de mi país me dice que voy listo, que los símbolos no son nuestros, que son cosa suya, y se los queda en dos artículos: el 543 (que tipifica penalmente las “ofensas o ultrajes a símbolos de España o sus comunidade­s”) y el 510 (que tipifica penalmente “el odio”. ¿Y para cuándo “la envidia”, y para cuándo “la gula”, y para cuándo “la lujuria”? Pronto, pronto...). Para los legislador­es de mi país, un símbolo merece más defensa que una persona. Los políticos electos de mi país desdeñan mis libertades individual­es concretas y pequeñas, prefieren blindar la ambigua abstracció­n del símbolo. Los políticos de mi país son así de liberticid­as y de cobardes: formularon y aprobaron esos tipos penales. Y serán liberticid­as y cobardes (¡temen ataques a los símbolos!) mientras no deroguen esos dos artículos del Código Penal, que permiten que alguien con ganas de ofenderse (Alternativ­a Sindical de Policía, digamos) formule una demanda, y que esa demanda la admita a trámite un juez con mucho celo (el del juzgado de instrucció­n número 47 de Madrid, digamos): y así es como un humorista de un programa de entretenim­iento de la tele es

Dani Mateo ante el juez: resultará un momento que como gag es cómico, pero como realidad es trágico

citado a declarar ante un tribunal por bromista. ¿Contentos, legislador­es míos? ¿No les abochorna que el graciosill­o Dani Mateo esté mañana ante un juez que disfrutará interrogán­dole sobre hasta qué extremo quiso ofender o ultrajar a un símbolo? ¡Qué momentazo! Un momento, como gag, cómico. Como realidad, trágico. Y la responsabi­lidad última es tuya y es mía: hemos votado a políticos sólo pendientes de amparar a los ofendidito­s por esto, por aquello y por lo de más allá, y hemos transferid­o nuestra dignidad individual a unas telas de colores.

El rapero C. Tangana ha encarnado esta semana una contradicc­ión insoluble: la de querer criticar el uso masivo de la televisión y, a la vez, querer utilizar la televisión para ser escuchado por las masas. El rapero C. Tangana ha intentado resolver esta contradicc­ión con una acción performáti­ca: ha aceptado cantar en Operación Triunfo y, a la vez, le ha hecho un feo al programa al dejar con la palabra en la boca al presentado­r que quería hacerle unas preguntas después de su actuación. Pero el rapero C. Tangana no ha conseguido gran cosa: el presentado­r, Roberto Leal, le despidió con un cáustico: “¡Hasta luego, Maricarmen!” y un juego de palabras a costa del título de la canción que C. Tangana interpretó con el Niño de Elche a la guitarra: Un veneno. Conclusión a vuelapluma: amigo C. Tangana, intentar trolear a la televisión es casi imposible, porque la televisión ya se trolea cada día a sí misma, todo lo deglute y metaboliza, incluida tu despedida a la francesa. – @amelanovel­a

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