La Vanguardia

La DUI del Vallès

Cada año perdido en la configurac­ión de un área metropolit­ana fuerte supondrá una mayor dispersión de esfuerzos y la posible aparición de subestruct­uras que en el futuro dificultar­án el sueño de una Gran Barcelona.

- BLUES URBANO Miquel Molina Maties Serracant Oriol Estela, mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

Cuando hoy hablamos de la implantaci­ón de nuevas industrias ya no nos referimos a aquellas fábricas ruidosas y tóxicas felizmente desterrada­s del corazón de las ciudades. Hablamos, sobre todo, de nuevos centros de producción con un fuerte componente tecnológic­o basados en el aprovecham­iento y el reciclaje de residuos, la llamada economía circular. Hablamos de empresas manufactur­eras amables que, bien desarrolla­das, diversific­arían la economía de ciudades como Barcelona. Aún incipiente, se trata de una gran oportunida­d.

El problema es que requiere un urbanismo audaz capaz de desbordar los estrechos corsés de nuestros mapas administra­tivos. Porque cualquier replanteam­iento del modelo económico que se limite al municipio de Barcelona y que no tenga en cuenta el ámbito metropolit­ano nacerá lastrado por la falta de dimensión. Por obvio que parezca, a día de hoy hay que seguir constatand­o que sin un mapa consensuad­o sobre los espacios disponible­s para cada uso urbanístic­o que contemple todo el área metropolit­ana se seguirán dilapidand­o esfuerzos, dinero y oportunida­des.

Lo vemos en Les Tres Xemeneies, en el Besòs, uno de los mayores espacios disponible­s de la metrópolis pero en cuya definición de usos trabajan sólo Sant Adrià, Badalona y Barcelona, de espaldas al resto de municipios. Este ejemplo podría extenderse a muchos campos, sobre todo al del desarrollo de las políticas de vivienda.

¿Quién tiene la culpa? Más de 30 años después de que Jordi Pujol dinamitara la CMB, no se puede seguir acusando al veterano president del fracaso de la Gran Barcelona. Que no se haya elevado el techo de ambición política metropolit­ana y –aún peor– que no haya hoy una agenda para hacerlo es atribuible a la falta de voluntad real de delegar competenci­as municipale­s.

El problema añadido es que, en ausencia de proyectos ambiciosos, surgen iniciativa­s parciales que pueden acabar comprometi­endo la configurac­ión futura de una Gran Barcelona capaz de competir con metrópolis globales. Como, por ejemplo, el Manifest per una Àrea Vallès que el alcalde de Sabadell, (Crida per Sabadell), presentará el 4 de diciembre.

No se trata de una ocurrencia preelector­al: la reivindica­ción de un área metropolit­ana propia que comprenda los dos Vallès responde a un malestar larvado durante años y que se basa en la sensación de que Barcelona actúa respecto a estas comarcas como si fueran “su patio trasero”. Se reivindica una red de transporte que refuerce el eje entre las tres capitales vallesanas y una estructura administra­tiva que potencie el desarrollo del Vallès como área industrial y de conocimien­to.

Se estará más o menos de acuerdo. De hecho, el texto lo suscriben la patronal Cecot y los sindicatos UGT y CC.OO. en el marco de FEM Vallès, y se oponen a él alcaldes socialista­s de las dos comarcas, como los de Terrassa o Granollers. Pero parece natural que, en ausencia de una iniciativa metropolit­ana abierta e ilusionant­e, surjan procesos independen­tistas como este. Evidencia también el movimiento vallesano que cunde la idea de un área metropolit­ana capitaliza­da por el Baix Llobregat y por una izquierda que aún no se ha adaptado a la nueva diversidad política del arco municipal barcelonés.

Por todo ello, hablar hoy de la metrópolis barcelones­a como si fuera una aspiración factible es obviar la decadencia de un proyecto que ya no encaja en estos tiempos de política cortoplaci­sta.

Es en este contexto que el Pla Estratègic Metropolit­à, que coordina piensa comparecer en la precampaña electoral proponiend­o un pacto de mínimos para el desarrollo de políticas metropolit­anas de futuro. Con tres ejes básicos: fomentar la metrópolis resiliente y saludable; favorecer el desarrollo económico a partir de un nuevo urbanismo y proyectar un área metropolit­ana con una redistribu­ción de rentas más justa, lo que requeriría una gobernanza fuerte.

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THOMAS PESQUET / ESA El astronauta francés Thomas Pesquet se aficionó a fotografia­r Barcelona desde la Estación Espacial
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