Mucho ‘Cucu’, poco Bale
La breve primavera otoñal del Real Madrid terminó en Eibar, el lugar menos propicio para el lujo, el esplendor y la pereza. Regresó el equipo de aspecto revenido que se estrelló con Lopetegui, pero esta vez en una versión todavía más desganada. O el Madrid pide a gritos una revolución o todo esto es una parodia sin sentido. Nada explica mejor su desastre que la actuación de Bale, que en estos años ha pasado de frágil a irregular, de irregular a decaído, de decaído a indolente y de indolente a desaparecido. Y nada explica mejor la actividad y convicción del Eibar que el partidazo de Cucurella, alias Cucu, el joven carrilero cedido por el Barça al equipo guipuzcoano.
Cada uno a su manera, Cucu y Bale definieron un partido que dejó a Florentino Pérez en estado de shock. Su ejercicio de contención, materia donde tiempo atrás fue un maestro, no logró ocultar la mezcla de crispación y sorpresa que denotaba su gesto en el palco de Ipurua. Hace dos semanas renovó a Santiago Solari hasta 2021, sin presentación, ni entusiasmo, en medio de la habitual crecida mediática. Cuatro victorias sucesivas bastaron para renegar de Lopetegui, entronizar a Solari y olvidar los problemas sangrantes que tiene el equipo. Uno de ellos, el envejecimiento. Otro, la inoperancia del club en el mercado durante los últimos cuatro años. Y uno más que gravitará sobre el Real Madrid toda la temporada, y quizá más lejos: el traspaso de Cristiano Ronaldo al Juventus. A estas alturas empieza a sonar a chiste el fichaje de Mariano, del que no hay noticias desde hace un mes.
Todos estos asuntos, los más importantes pero no los únicos que aquejan al Real Madrid esta temporada, sitúan a Florentino Pérez como actor principal de una crisis que comenzó con el fichaje de Julen Lopetegui tres días antes del inicio del Mundial de Rusia. Fue una decisión horrible que ha salpicado a todo el mundo: al club, al exseleccionador y a la selección. Cinco meses después todos están en una situación francamente peor. Tampoco ayudó la decisión estratégica más torpe que ha tomado Florentino Pérez como presidente: colocar a Gareth Bale como mascarón de proa del equipo después del traspaso de Cristiano Ronaldo, como si pertenecieran a la misma ganadería futbolística. Ni de lejos.
Bale ha marcado tres goles en la Liga, todos en las cuatro primeras jornadas del campeonato, y está empeñado en jugar cada vez peor y con más desánimo. En este capítulo, sí es el perfecto representante del equipo que hace aguas por todos los costados. Pasó por Ipurua como un fantasma, con un desinterés de tal calibre que no pasó inadvertido a Mendilibar. El Eibar perforó una y otra vez el flanco de Bale y Odriozola, un antiguo extremo que apenas tiene oficio defensivo y que jamás encontró el amparo del galés. Fue una masacre.
Al descomprometido primer 100 millones de euros en la historia del fútbol se opuso Marc Cucurella, un chaval de 20 años que tendrá 10 buenos años de profesional. Nadie sabe dónde, si dentro o fuera del Barça, pero su actuación frente al Real Madrid le concede una visibilidad extraordinaria. En Ipurua jugó el partido que marcará su vida. Transmitió como ningún otro el vigor, la decisión y la alegría que caracterizó al Eibar en una fecha histórica: la primera victoria sobre el Real Madrid, donde los dos años y medio de contrato de Solari no significan nada.