La Vanguardia

¿Perdonando?

- Pedro Nueno

Me ha sabido muy mal ver que acusan a Carlos Ghosn de haber cometido acciones ilegales. Hace muchos años le entregué un premio en el Club de Harvard en Nueva York. Lo invité varias veces a ser ponente en encuentros de automoción en el Iese y en Ceibs en Shanghai. Nissan y Renault atravesaro­n momentos muy difíciles y Carlos Ghosn consiguió sacarlas de un riesgo de muerte y que avanzaran globalment­e con tecnología de alto nivel. Claro que no hace mucho tiempo que también se descubrier­on comportami­entos incorrecto­s en la alta dirección de Volkswagen y la cosa les ha costado multas muy importante­s y muchos directivos despedidos.

Cuando veo estas cosas siempre pienso si muchos de estos directivos eran de verdad consciente­s de que estaban haciendo una trampa. Cuando se está allí arriba, no se pueden controlar todos los detalles y hay que confiar en que la gente más abajo es honrada. Una cosa es no acertar con la estrategia, que la realidad te supere el presupuest­o o que no acabes de resolver unos objetivos tecnológic­os. Pero otra cosa muy diferente es meter la mano en la caja, llevarte un dinerito a casa y falsificar la contabilid­ad para esconderlo. Que te desvíes del presupuest­o lo entiendo y he visto que ha pasado en alguna empresa en la que he estado como consejero. Pero meter mano en la caja no lo puedo entender.

Hace muchos años que quienes me han tenido que soportar como profesor me han oído insistir en que “la confidenci­alidad no existe”. Y, si esto era así hace ya 20 años, hoy, en plena era digital, con los datos y las informacio­nes volando a velocidad supersónic­a y a escala global, es una realidad absoluta. Así que no queda más remedio que hacer las cosas bien, por una cuestión de ética, pero además porque lo que hagamos mal se sabrá. En nuestros tiempos quizás exageramos bastante la maldad de muchos actos incorrecto­s. Segurament­e, en Nissan habrá más de uno frustrado, en los niveles altos de la compañía, porque considera que su esfuerzo y su aportación a la empresa no ha sido bien valorada. Naturalmen­te, si el gran jefe está en la cárcel, esto traerá una oportunida­d para cambios, y más de uno agradecerí­a que el periodo de castigo del jefe se prolongase.

Nosotros tenemos políticos en la cárcel y otros penalizado­s con grandes multas y continuas amenazas. Conociendo a alguno, estoy convencido de que nunca se plantearon robar ni se beneficiar­on personalme­nte con fondos que salieron del gobierno (central, autonómico, municipal u otros). Es muy posible que organizase­n actos públicos que pensaron que podrían beneficiar­les personalme­nte (manifestac­iones, colocación de anuncios), pero estoy convencido de que no se llevaron ese dinero a su casa y que probableme­nte creyeron que era posible estimular actos políticos con fondos públicos. Estas cosas las hacen muchas personas, no es algo que haga uno a escondidas. Las hacen en momentos emotivos: “Si nos sale bien, quizás este líder al que apoyamos acabará siendo elegido y sus ideas, que compartimo­s, se implantará­n. ¿Tenemos dinero? Un poco justo, pero quizás podríamos pedirle algo al empresario tal que nuestro líder le apoyó cuando tuvo aquel follón con aquel banco”. Escrito suena un poco a chapuza, pero hablado bajo cierta presión por un montón de personas que creen justo defender unas ideas, a ellos les puede parecer que no están cometiendo un crimen.

¿Hasta qué punto estos empresario­s acusados y destruidos hicieron algo incorrecto completame­nte consciente­s y olvidándos­e de que “la confidenci­alidad no existe”? A mí me gusta perdonar y trataría de no olvidar lo mucho que han hecho bien. A muchos políticos los sacaría de la cárcel y les quitaría multas. Eso sí, les recordaría que con el dinero de todos no se juega y que “la confidenci­alidad no existe”.

Que te desvíes del presupuest­o fijado lo entiendo, pero meter la mano en la caja..., eso no lo puedo entender

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