La Vanguardia

Lita Álvarez

La Fundació Quatre Vents consolida su modelo de apoyo a mujeres sin recursos y a sus bebés

- ROSA M. BOSCH

DIRECTORA FUND. QUATRE VENTS

La Fundació Quatre Vents, creada y dirigida por Lita Álvarez, lleva más de treinta años atendiendo a las mujeres más vulnerable­s y a sus hijos en el Raval barcelonés. Acoge día y noche a bebés y niños pequeños en sus instalacio­nes.

Intenté entrar en Estados Unidos como mojada, pagué a un coyote para que me organizara el viaje desde Honduras, pero ninguna de las dos veces lo conseguí. Me agarraron en la frontera y tuve que regresar a San Pedro Sula, una ciudad demasiado peligrosa por las bandas de mareros”. Marelin Moradel, madre de tres niñas, llegó a Catalunya en marzo del 2016 en busca de seguridad y de un trabajo que le permitiera ahorrar lo suficiente para intentar recuperar a sus dos hijas mayores, que viven en California con el padre. Marelin, de 28 años, es una de las mujeres que se ha beneficiad­o de alguno de los programas de la Fundació Quatre Vents, surgida de una iniciativa gestada en 1987 para cuidar a cualquier hora del día o de la noche a bebés de prostituta­s del Raval de Barcelona. Una suerte de entidad canguro a tiempo completo.

La historia de Marelin no está exenta de avatares y merece ser relatada. Lita Álvarez, directora de Quatre Vents, apunta que Marelin no es la única de las usuarias de esta entidad que ha afrontado situacione­s límite, que no son pocas las mujeres que han sufrido todo tipo de violencia y que se han enfrentado a complejas rutas migratoria­s.

Las imágenes de los centenares de emigrantes centroamer­icanos intentando cruzar la frontera de EE.UU. y de mujeres separadas de sus hijos por voluntad de Donald Trump revuelven las entrañas a Marelin. “Yo nací en Honduras pero me crié en California con mi madre, que consiguió el TPS (Estatus de Protección Temporal en EE.UU.) tras el huracán Mitch. Ella tenía los papeles, pero yo no. A los 21 años quise arreglarlo­s y me sugirieron que lo hiciera desde Honduras”, cuenta con detalle en las instalacio­nes de Quatre Vents, en el Raval. En una sala contigua, unos 25 niños, de entre uno y tres años, se preparan para el almuerzo.

En Honduras los intentos por conseguir el permiso de residencia y reencontra­rse en California con sus dos hijas, Abigail y Samantha, fueron infructuos­os. No le quedó más remedio que seguir los pasos de otros hondureños y emprender la marcha hacia el norte. De entrada, pagó 4.000 dólares a un coyote –nombre que recibe quien transporta a migrantes de forma clandestin­a hasta EE.UU.–, con el compromiso de abonarle la misma cantidad si conseguía su propósito. Superó el escollo del río Bravo, pero en la frontera la pillaron las dos veces. Desesperad­a, Marelin decidió venir a España, primero ella, y después su actual marido. En Barcelona dio a luz a su hija Scarlette hace dos años.

“Al nacer Scarlette no trabajaba, y la asistenta social me habló del programa Nous Horitzons de Quatre Vents. Venía todas las mañanas, nos daban desayuno y almuerzo, seguía clases de cocina, me enseñaban cómo buscar un empleo y temas de salud, también hacíamos actividade­s con los bebés. Entonces vivía con mi marido en una habitación alquilada y luego Cáritas nos cedió un piso”, detalla.

Ahora Scarlette ha conseguido plaza en una guardería municipal y Marelin ha firmado un contrato de media jornada. “Mi marido tiene empleos esporádico­s, de albañil, colocando parquet... Mi abogado me ha dicho que para pelear por Abigail y Samantha debemos tener estabilida­d. Por lo menos aquí puedo aspirar a los papeles en el 2019, cuando hará tres años de mi llegada, si consigo un contrato la- boral a tiempo completo. En Estados Unidos, siempre fui una ilegal”.

Lita Álvarez ha escuchado confidenci­as de centenares de mujeres como Marelin durante los últimos 30 años. “A finales de los ochenta me di cuenta de la necesidad de atender a los hijos pequeños de las prostituta­s que quedaban al cuidado de compañeras de más edad que ya no ejercían, y también a los de cabaretera­s de El Molino que no tenían con quien dejar a sus pequeños. En diciembre de 1987, con la Fundació Pere Claver, abrimos un piso en la calle Sant Pau que acabó funcionand­o las 24 horas del día, y en el 2003 nos escindimos y creamos Quatre Vents”, explica Álvarez. Este proyecto fue posible gracias a que esta iniciativa ganó un concurso municipal dotado con un millón de las antiguas pesetas.

“Empezamos con cuatro o cinco bebés y todavía tenemos hoy en día a hijos de alguna mujer que se dedica a la prostituci­ón en el Raval. Este se ha convertido en un barrio muy peligroso, más que antes. Ahora vienen cada día unos 50 niños en diferentes turnos, el último sale a las 22.30, pero si alguien lo pide lo podemos acoger toda la noche”, añade la directora. El objetivo es permitir que las madres, muchas solas, puedan mantener su empleo.

“El perfil ha variado, antes todas eran españolas, analfabeta­s, solas o con parejas inestables, no llevaban a sus hijos al pediatra y hacíamos aquí las revisiones médicas. Ellas nos contaban que confiaban en nosotros porque no les quitábamos a sus niños”. Los flujos migratorio­s han supuesto que la mayoría de las personas, todas derivadas por Servicios Sociales, que apoya ahora a Quatre Vents procedan de Marruecos, Pakistán, Bolivia, Brasil, Colombia, República Dominicana, Nigeria, Rumanía, Georgia o Rusia.

Los programas de acogida de los pequeños y los talleres de formación de sus madres se complement­an con otras ayudas. “Hemos sacado becas de alimentos frescos, de carne, pescado, fruta y verdura, también de ropa y de productos de limpieza. Distribuim­os cheques por diferentes cantidades de dinero que pueden canjear en algunos mercados. De esta manera potenciamo­s el comercio de proximidad”, señala Álvarez.

Esta entidad dio un respiro a Marelin durante casi dos años. Ella confía ahora en que su dominio del inglés le dé un empujón para, más pronto o más tarde, conseguir un contrato de jornada completa.

Marelin, atrapada dos veces en su intento de cruzar la frontera de EE.UU., es una de las beneficiar­ias

Quatre Vents nació para cuidar a los hijos de prostituta­s del Raval y de cabaretera­s del Paral·lel

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ÀLEX GARCIA Marelin, fotografia­da a la hora de la siesta de los más pequeños, en una de las dependenci­as de Quatre Vents

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