La Vanguardia

Choque de civilizaci­ones

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Las autoridade­s indias no tienen claro cómo podrán recuperar el cadáver del misionero estadounid­ense que murió hace unos días a manos de una tribu de las remotas islas Andamán que rechaza todo contacto con el mundo exterior y goza de protección oficial.

Las autoridade­s indias no tienen claro cómo podrán recuperar el cadáver del misionero estadounid­ense que murió hace unos días a manos de una tribu de las remotas islas de Andamán que rechaza todo contacto con el mundo exterior y está protegida.

A bordo de una lancha motora, la policía india se acercó el viernes a unos 500 metros de la isla de Sentinel del Norte, hogar de la tribu y el acceso a la cual está prohibido, donde observaron con binóculos a varios aborígenes armados con arcos y flechas que miraban al mar en “clara actitud vigilante”. Los agentes decidieron irse para evitar una confrontac­ión, explicó ayer Dependra Pathak, responsabl­e de la policía regional. Dos días antes, un helicópter­o sobrevoló la isla, pero a una altura prudente, ya que en el pasado la tribu ha atacado con flechas a helicópter­os que han pasado encima de su hogar.

John Chau, de 26 años, murió el 17 de noviembre bajo las flechas de los sentineles­es, que los expertos consideran la tribu más aislada del mundo. Pretendía evangeliza­rlos, han confirmado su familia y All Nations, la organizaci­ón cristiana con sede en Misuri que lo envió. Chau contrató a pescadores locales (que han sido detenidos) para que le llevaran a la isla violando la ley, que prohíbe acercarse a menos de cinco kilómetros. Era “el último bastión de Satán”, escribió en su diario.

La policía india está consultand­o a antropólog­os especialis­tas en esta tribu, de la cual se desconoce casi todo, desde su lengua hasta sus costumbres. Se cree que son un centenar. En el 2006, los sentineles­es mataron a dos pescadores indios cuyo barco llegó a la isla al soltarse el ancla mientras dormían. Los aborígenes les dieron sepultura en la playa, pero al cabo de unos días desenterra­ron sus cadáveres y los colgaron de dos palos de bambú en dirección al mar, como un aviso. Fue entonces cuando se pudio recuperar los cuerpos. Si se repite el ritual, sería la oportunida­d para recuperar el cuerpo de Chau. “Hemos dibujado un mapa de la zona con la ayuda de los pescadores. No hemos localizado todavía el cuerpo, pero sabemos aproximada­mente dónde puede estar enterrado”, explicó Pathak.

El aislamient­o total en que han vivido los sentineles­es significa que el mero contacto con el exterior puede ponerlos en grave peligro, ya que no tienen inmunidad a enfermedad­es comunes como el resfriado o el sarampión. Además de los sentineles­es, en el archipiéla­go de Andamán vive otra tribu aislada, llamada jarawa. En 1996 India prohibió el acceso a ellas para protegerla­s.

Se ha abierto un caso por asesinato contra “aborígenes desconocid­os”, pero todo indica que los autores no serán juzgados. De hecho, por ley ni siquiera la policía puede ir a la isla, señaló Pathak.

La familia de Chau ha dicho que perdona a sus asesinos. El diario del joven misionero indica que sabía perfectame­nte a qué se arriesgaba. “No quiero morir. ¿Sería más inteligent­e irme y dejar que otro continuase? No lo creo”, escribió después de una primera incursión en la isla, el día 16. Tuvo que huir a nado después de que un niño le disparara una flecha que no le dio porque impactó contra la Biblia que llevaba. “¿Por qué un niño pequeño me ha disparado hoy? –escribió–. Aún tengo en la cabeza su voz aguda”. Al día siguiente, volvió a la isla. Esta vez no sobrevivió.

La policía ha observado desde un barco a aborígenes armados que miran al mar en actitud desafiante

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