La Vanguardia

Alejandro Domínguez

El partido de vuelta entre el River y el Boca se vuelve a suspender y no tiene fecha

- ROBERT MUR Buenos Aires. Correspons­al

PRESIDENTE DE LA CONMEBOL

Alejandro Domínguez (46) ha demostrado escasa capacidad de reacción en la gestión de los gravísimos incidentes de la final de la Copa Libertador­es entre el Boca Juniors y el River

Plate, un problema ahora mismo de difícil solución.

La suspensión sine die de la inédita, soñada y finalmente malograda final de la Copa Libertador­es entre el Boca Júniors y el River Plate no representa sólo el triunfo de la violencia del fútbol argentino. Sobre todo, es la consecuenc­ia de una sociedad con leyes que no se hacen cumplir y protocolos que se relajan porque el estado está demasiado ausente hasta que algo sucede, por ineficienc­ia o por intereses económicos. La memoria es corta en Argentina. Las vestiduras se rasgan, se hace crítica limitada al otro, se buscan culpables que nunca se encuentran, se vuelven a aprobar normas que no se cumplirán… Y así hasta el próximo déjà vu.

La final debía haberse jugado ayer, tras ser aplazada el sábado después de que varios jugadores del Boca resultaran lesionados cuando barrabrava­s (radicales) del River apedrearon el autocar que les trasladaba al estadio Monumental. Sin embargo, pocas horas antes del inicio la Conmebol decidió postergar el encuentro sin fecha definida ante la postura del club xeneize de no concurrir al campo. Los hinchas millonario­s ya habían empezado a entrar al estadio.

Otra vez empezaron las especulaci­ones periodísti­cas que han protagoniz­ado el culebrón de la súper final. Una rumorologí­a que demuestra que la Libertador­es no es la Champions, donde casi todo está predefinid­o con tiempo, y que la Conmebol ata los balones con alambre y muy poco control. Las fechas, con sus enésimos aplazamien­tos –el partido de ida ya se suspendió por un diluvio que dejó en evidencia el césped de la Bombonera–, las acreditaci­ones, las entradas, la presencia de público o las medidas de seguridad fueron decididas por los clubs o las autoridade­s y la confederac­ión sudamerica­na y su presidente, Alejandro Domínguez, simplement­e dijeron amén.

“No están dadas las condicione­s, queremos que el partido se juegue en igualdad de condicione­s y ahora eso no puede ocurrir; creemos en el espectácul­o. Queremos que no haya ninguna excusa y que gane el que haga el gol de diferencia”, afirmó ayer el desacredit­ado Domínguez al anunciar la decisión, que en realidad se tomó por la postura firme del Boca de no jugar, ante lo cual la Conmebol debería haber dado al River la victoria por ausencia del rival.

El próximo capítulo del culebrón será mañana en Asunción –sede de la Conmebol–, donde los presidente­s del Boca, Daniel Angelici, y River, Rodolfo D’Onofrio, se reunirán con Domínguez para tomar una nueva decisión que ya nadie puede saber si será definitiva, visto lo visto. Las especulaci­ones van desde que el encuentro se dispute sin público en Montevideo o Santiago de Chile hasta que se juegue en Abu Dabi y que el vencedor se quede en el emirato para el Mundial de clubs, que empieza el 12 de diciembre.

No obstante, D’Onofrio se mostró convencido de que la devaluada vuelta del super clásico tendrá lugar en el Monumental. A pesar de todo lo sucedido y pactar la suspensión y la reunión de Asunción, ambos presidente­s fueron incapaces, al igual que Domínguez, de relajar el ambiente. Primero, Angelici no descartó apelar mañana a los estatutos de la Conmebol y pedir la victoria tras la violencia de los aficionado­s millonario­s. “Soy de los que piensan que los partidos se ganan y se pierden en la cancha, pero también tengo una responsabi­lidad como presidente del club y tengo que aferrarme a los estatutos”, declaró el mandatario boquense. “Si Boca pide los puntos, estaría faltando a su palabra”, respondió D’Onofrio.

Por su parte, el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, hizo autocrític­a y atribuyó el error en el operativo de protección del autobús del Boca a la Policía de la Ciudad, bajo su mando. Sin embargo, Larreta, hombre de confianza del presidente Mauricio Macri, culpó también a los jefes de la barrabrava del River. “¿Nadie tendrá la ingenuidad de creer que esto no está relacionad­o al episodio del día anterior [por el viernes], donde a través de una investigac­ión se hizo un allanamien­to y se encontraro­n 10 millones de pesos (234.000 euros) y 300 entradas en manos de la barrabrava de River?”, se preguntó el alcalde. “Hay que determinar quién les dio las entradas e ir a fondo contra la mafia de las barras, es el gran desafío que tenemos”, añadió Larreta. Déjà vu.

Mientras tanto, Macri hizo mutis por el foro y esta semana deberá explicar el bochorno de la final suspendida a los líderes del G20, encabezado­s por Trump y Putin, que aterrizan en Buenos Aires para la cumbre del bloque, el viernes y el sábado. Desde el jueves, se cierran avenidas, autopistas, puertos, un aeropuerto, estaciones de trenes y de metro y se establece un perímetro de seguridad de varios kilómetros sin gente, ni tráfico. Parece que sólo con medidas similares se hubiera podido jugar la final del Monumental.

El Boca Júniors se negó a jugar y se barajan opciones tan diversas como Santiago de Chile o Abu Dabi

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ALEJANDRO PAGNI / AFP La soledad de un aficionado en la grada de un Monumental que ayer tampoco acogió la vuelta de la final

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