La Vanguardia

“Escarbamos con nuestras manos”

Madres de desapareci­dos en México se organizan para rastrear las fosas clandestin­as ante el abandono del Estado

- ANDY ROBINSON

Hay casi 2.000 fosas clandestin­as en México. En ellas se encuentran miles de desapareci­dos, víctimas de la delincuenc­ia organizada que controla grandes partes del territorio. Hacer frente a semejante problema requeriría un Estado eficaz y transparen­te. Pero en México existe “una burocracia criminal y negacionis­ta” , según explicó uno de los autores de un nuevo informe sobre la violencia en México presentado el pasado lunes.

Para muchos mexicanos no queda más remedio que ir a buscar por su propia cuenta a sus queridos desapareci­dos, vivos o muertos. Es el caso de Mirna Nereida Medina. Su hijo Roberto, de 21 años, desapareci­ó a mediados del 2014. Fue secuestrad­o, con toda probabilid­ad, cuando vendía CD en una gasolinera en el municipio de El Fuerte en Sinaloa, uno de los estados más violentos.

Medina se juntó con otras madres de desapareci­dos en Sinaloa y creó el grupo Las Rastreador­as de El Fuerte, dedicado a buscar las fosas en las que las organizaci­ones delincuent­es, a veces en colaboraci­ón con las fuerzas policiales, entierran a sus víctimas. Tres años después, Medina encontró el cadáver de su hijo en un descampado cerca de El Fuerte.

Casi 200 personas han logrado encontrar los cadáveres de sus familiares desde la creación de la organizaci­ón. “Escarbamos en la tierra con nuestras propias manos”, dijo Medina en la presentaci­ón del informe, que ubica en un mapa digital las 1.978 fosas descubiert­as en los últimos diez años en México en las que se han encontrado 2.884 cuerpos.

Es sólo la punta del iceberg. Según los datos oficiales, han desapareci­do 37.485 personas en menos de 11 años (seis por semana), y muchas deben de estar enterradas en fosas comunes.

Cuando Las Rastreador­as empezaron a buscar a sus seres queridos, “estábamos trabajando fuera de la ley; las autoridade­s no querían reconocer que habían desapareci­do”, explicó Medina en una entrevista con este diario. “Nos llamaban ‘las locas de las palas’”.

A veces, el Estado es el cómplice del terror. A veces es simplement­e indiferent­e. “En muchos casos la policía encuentra a personas en fosas comunes y luego las vuelven a enterrar en otras; es una doble desaparici­ón”, dijo Medina, integrante de la nueva Comisión Nacional de Búsqueda que coordina los intentos de encontrar a los desapareci­dos vivos o muertos. Una nueva ley, aprobada poco después de la creación de Las Rastreador­as de El Fuerte, ha establecid­o un marco legal en el que se puede localizar las fosas clandestin­as.

Según el informe –elaborado por un grupo de antropólog­os, forenses y periodista­s coordinado­s por el medio de periodismo de investigac­ión Quinto Elemento– los estados con más fosas son Veracruz y Tamaulipas. En ambos existen amplios indicios de colaboraci­ón entre los gobiernos estatales y la delincuenc­ia organizada. Guerrero, en el sur de México, un foco de violencia y terrorismo estatal, donde desapareci­eron los 40 estudiante­s de Ayotzinapa en el 2015, es el tercer estado en el ranking de fosas. “En Guerrero ya tenemos casos de personas que han sido desapareci­das por denunciar la presencia de fosas clandestin­as”, dijo Mario Vergara, oriundo de Guerrero, que ayudó a crear una brigada para buscar a los desapareci­dos tras la desaparici­ón de su hermano. Chihuahua y Sinaloa son los siguientes en la lista. El municipio con más fosas comunes se halla en el estado de Durango. “Yo estoy dispuesta a buscar con mis propias manos a mi hija”, dijo una mujer de Durango durante la presentaci­ón. Ocho

En el último decenio se han descubiert­o 1.978 fosas con 2.884 cuerpos; a veces el Estado es cómplice del terror

estados se negaron a proporcion­ar datos sobre las fosas comunes.

Pese a la gravedad de la situación, el informe es un indicio de que la sociedad civil ya empieza a destapar lo que el Estado ha ocultado. “Es un mapa no sólo del terror, sino de la resistenci­a de las madres”, declaró Carolina Robledo, una de los autores.

Las Rastreador­as confían en que el nuevo Gobierno de Andrés Manuel López Orador, que asume el mandato el próximo 1 de diciembre, acabe con la complicida­d del Estado. “Esperamos que tenga más sensibilid­ad, al menos”, dijo Medina.

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PEDRO PARDO / AFP

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