Perfección eslava
Recital de Piotr Beczala
Intérpretes: Piotr Beczala, tenor. Orquesta del Gran Teatre del Liceu. Dir. Mus.: Marc Piollet Autores: Verdi, Bizet, Moniuszko, Puccini, Cilèa y Giordano
Lugar y fecha: Liceu (24/X/2018)
El tenor polaco Piotr Beczala deslumbró con la belleza de su voz de tenor en su primer recital solista en el Liceu. Bien conocido por el público barcelonés, ha sido Werther (con bis incluido) y el protagonista de Un ballo in maschera de Verdi, en las últimas temporadas del Liceu. Este mismo año, en febrero, arrasó literalmente con un espectacular recital en un Palau de la Música Catalana asombrosamente medio vacío.
En esa última actuación, Beczala cantó con piano y presentó un repertorio centrado en la canción italiana y eslava, esta vez en el Liceu, abordó un recital centrado en óperas italianas para tenor lírico.
La sala presentó un lleno considerable y Beczala volvió a demostrar por qué es un top tenor de la actualidad. El instrumento es de radiante belleza, con una homogeneidad tímbrica que seduce y engancha. Tiene el instrumento ideal de tenor lírico, bien proyectado y con una importación penetrante, incisiva y generosa con un registro superior luminoso y extravertido. Cantó el aria de Luisa Miller, ópera que protagonizará con Radvanovsky para cerrar temporada en el Liceu a mediados de julio, y demostró finura estilística, fraseo y perfección técnica. La plenitud de su estado vocal lo rubricó con un Celeste Aida impecable, acabado con una especie de falsete –más que piano como marca la partitura– un recurso que casi nadie usa y que causó un extraño efecto.
La Orquesta del Liceu, dirigida con vigor y ritmo por Marc Piollet, destacó en los solos de Carmen, preludio al tercer acto y sobretodo en el preciosismo cinematográfico de Crisantemi de Puccini. Beczala cantó el aria de La fleur de Bizet con elegancia en la emisión y su brillo tímbrico plateado característico, aquí sin apianar el final. Fue un detalle ofrecer la rareza del aria de la ópera Halka de Moniuszko, título nacional polaco, al final de la primera parte, una hermosura eslava y rareza de escuchar por estos lares.
La segunda parte centrada en el verismo de Puccini, Cilèa y Giordano mostró de nuevo el dominio de los recursos técnicos, articulación precisa y abierta, precisión y estilo con buena dicción pero sin el plus de calidez que este repertorio pide en esencia. El éxito apolíneo de su canto se rubricó con tres bises, arias de Tosca, Fedora y Cavalleria Rusticana, donde de nuevo la perfección estilística preponderó sobre la pasión expresiva. Un éxito personal para un cantante intachable.