Un exitoso fracaso contra Jan Fabre
La manifestación en Salt contra una obra del director belga acusado de acoso es minúscula, pero reúne a todos los medios
Pocas veces un fracaso tan estrepitoso habrá supuesto un éxito tan notable. Ningún medio informaría habitualmente de una manifestación que, en su apogeo, logra sumar... diez personas. Y ese justamente fue el escueto número que logró reunir ayer la manifestación contra el gran director belga Jan Fabre en el Teatre de Salt. Sin embargo, la expectativa –calentada a través de las redes sociales y de una página titulada Aturem Jan Fabre– era tal, que ayer en Salt, frente a la puerta del teatro, hubo muchísimos más periodistas que –jovencísimos– manifestantes. Dado su más que reducido número no pudieron bloquear la representación, como era su intención inicial, pero algún espectador sí que decidió devolver su entrada y el mensaje que querían transmitir acabó saliendo de allí por tierra, mar y aire: “No queremos que haya obras de teatro de un abusador en nuestra casa”, afirmó Júlia Boixader, estudiante de Filosofía de tan sólo 19 años y organizadora de la campaña.
Se refería a las acusaciones de abuso de poder, humillación y acoso sexual que extrabajadoras de la compañía de Fabre, Troubleyn, lanzaron el pasado septiembre en una carta abierta. Acusaciones que los miembros actuales de la compañía de Fabre desmienten y que va a aclarar una investigación de la fiscalía belga. Ayer Fabre no estaba ni se le esperaba en Salt, pero sí se iba a representar una pequeña obra dirigida por él, el solo The generosity of Dorcas, interpretado por el bailarín y performer italiano Matteo Sedda. Así que hace unas semanas comenzó una pequeña campaña en las redes contra la función, que logró mucho ruido –así son las redes–, pero finalmente muy pocos voluntarios reales –curiosamente, ninguno del mundo del teatro– para ir a alzar una pancarta a Salt una tarde fría de domingo. Eso sí, la campaña ha logrado, además de la repercusión en los medios, que 42 personas retornaran la entrada al festival Temporada Alta, dentro del cual tiene lugar la representación.
Un festival cuyo director, Salvador Sunyer, recordó que contrataron la obra antes de la polémica y, sobre todo, que quieren esperar a los resultados de la auditoría laboral antes de condenar a Fabre, por lo que decidieron mantener el espectáculo. Para la decena de manifestantes la actuación tenía que haber sido la contraria: suspenderlo hasta que se demostrara la inocencia de Fabre porque las acusaciones son graves. Unas reivindicaciones que ayer mismo en el teatro convencieron a cuatro espectadores más, de modo que en la sala, de 296 localidades, faltaban casi una cincuentena. El montaje transcurrió sin incidentes y acabó con un aplauso de antología, en parte por la situación y en buena parte porque Matteo Sedda no paró de bailar en los 55 minutos que duró, acercándose por momentos al éxtasis, como pedía esta particular evocación coreográfica de una discípula de Jesús, Dorcas, que cosía ropa para los pobres y que fue resucitada por Pedro. Un espectá- culo visualmente poderoso, con centenares de agujas colgando de hilos de colores como escenografía. Con mortificación y humor, momentos casi de discoteca de Eivissa y otros de giróvago sufí, a medida que baila, Sedda se va despojando de la ropa y logra una hermosa transformación sexual final.
Un espectáculo efectivo que ponía el colofón a la semana de creación contemporánea del festival Temporada Alta que ha tenido decenas de programadores de 12 países para ver espectáculos como Uncanny Valley, de Stefan Kaegi, con un robot en escena, reflexionando sobre lo que nos hace humanos. Si el aplauso final al robot protagonista fue llamativo porque el público ovacionaba a algo que no está –por ahora– vivo, hubo otros aplausos que suscitaron menos dudas. Lali Ayguadé y el francés Guilhem Chatir se llevaron uno notable por Here, un viaje bailado por un universo en el que Dios estaba encarnado por una soprano. Y la actuación de Niño de Elche el sábado por la noche se llevó una ovación monumental por su música, su ingenio y su humor. Reflexionó mucho sobre la libertad del flamenco –aunque no habló de Rosalía–, defendió no ya el plagio sino directamente el robo en la creación artística y recordó muy divertido que era la segunda vez que estaba en El Canal de Salt. La primera, contó, fueron los ensayos de un espectáculo que dirigía María Muñoz y que acabaron como el rosario de la aurora por la bailaora Pastora Galván, a la que no recomendó como compañera de trabajo. También tuvo una divertida ironía con Angélica Liddell, una de cuyas obras había protagonizado la tarde del sábado en el Teatre Municipal de Girona. “Es de puta madre actuar después de Angélica porque nadie se asusta ya de nada”. Sin duda. El montaje que presentó Liddell, una de las grandes creadoras europeas actuales, se titulaba Génesis 6, 6-7 y comenzaba por una operación de circuncisión en pantalla gigante. No se ahorró ni los puntos. Un paseo por la Biblia y por Medea, la madre que mató a sus hijos, en el que el dolor, la destrucción y el canibalismo de una humanidad que se propaga incansable genera potentísimas imágenes para muchos tan poéticas como crípticas.
INTERNET Y EL MUNDO REAL Sólo una decena de personas acudieron a manifestarse pese al ruido en las redes
¿PRESUNCIÓN DE INOCENCIA? La campaña pedía la retirada preventiva del montaje; el festival espera a la investigación