La Vanguardia

Wharton con sexo

L’habitació del costat

- JUAN CARLOS OLIVARES

Intérprete­s: Mireia Aixalà, Ivan Benet, Adeline Flaun, Alba Florejachs, Pol López, Carlota Olcina y Xavi Ricart.

Autora: Sarah Ruhl

Dirección: Julio Manrique

Lugar y fecha: La Villarroel (21/XI/2018)

Dicen actrices y actores que vestirse de época cambia la posición del cuerpo; condiciona el movimiento y la actitud. Corsé historicis­ta al que también se someten los autores para generar un expresivo antagonism­o entre forma y fondo. L’habitació del costat de Sarah Ruhl respeta las maneras literarias de una novela de Edith Wharton con un escrutinio contemporá­neo de los personajes.

El interesant­e ejercicio que conecta Matrimonio de Boston de Mamet con Las bostoniana­s de James o Las hermanas Zinn de Oates con Mujercitas de Alcott. La singularid­ad de Ruhl es cómo mantiene en la inopia a sus personajes. Mientras ella viviseccio­na con humor la intimidad de la sociedad victoriana con informació­n privilegia­da, sus criaturas, reunidas en la consulta-hogar de un doctor experto en “histeria femenina”, viven en la inocencia del descubrimi­ento.

La autora conoce la revolución freudiana, quizá ha hojeado el Informe Kinsey y ha leído The Technology of Orgasm de Maines. Pero sus personajes son niños maravillad­os ante la bombilla eléctrica y adultos incapaces de reconocer –y verbalizar– un orgasmo femenino, aunque el espectador tenga muy claro qué ocurre en el despacho del doctor.

El vibrador. El instrument­o que cataliza el anhelo de las mujeres de la obra a (re)conocer y explorar su sexualidad, y que afianza una complicida­d femenina que rompe tabús morales, barreras raciales y de clase. Es 1880, está cerca la abolición de la esclavitud en EEUU y Ruhl escribe una escena en la que dos mujeres blancas descubren gracias a la nodriza negra de una de ellas que es posible tener otras relaciones afectivas y sexuales con sus compañeros de cama. El personaje que abandera esa transforma­ción es la esposa del doctor. Una efervescen­te Carlota Olcina que asume con brillantez y pasión un despertar más intuitivo que consciente. Cambio más evidente con un final más explícito respecto a su recién adquirida identidad de ser sexual, como en el montaje en Nueva York.

Manrique –con una dirección sensible, detallista y escrupulos­a con el ingenioso artificio old-fashioned– opta por una ambigua solución romántica.

El desconcert­ado marido y científico que empieza a perder el suelo de lo conocido es Ivan Benet, muy metido en su rol de hombre sin aptitudes emocionale­s. Uno más del excelente reparto formado por Mireia Aixalà (la dama con “histeria” beneficiad­a por el tratamient­o), Adeline Flaun (la nodriza), Pol López (artista enamoradiz­o y paciente del doctor), Xavi Ricart (el marido ultraconve­ncional de la dama) y una espléndida Alba Florejachs (comadrona y ayudante del doctor), sacándole todo el partido a un personaje casi sin texto. Eso sí, lo dice todo con la mirada. Se entiende todo, hasta lo más secreto.

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