Del éxito en la piscina al triunfo ante los fogones
La ciudad teme que EE.UU. cierre la frontera, que cruzan a diario 90.000 personas
La crispación ya se palpaba en Tijuana incluso antes de los incidentes del domingo, cuando cientos de migrantes centroamericanos intentaron cruzar la frontera por la fuerza. Pero ahora la ciudad teme que más enfrentamientos provoquen el cierre de una frontera por la que cruzan diariamente 90.000 personas. Es una amenaza que Donald Trump ha lanzado desde Washington en los últimos días.
Asimismo, la llegada de más migrantes a Tijuana amenaza con colapsar el refugio en el polideportivo de Benito Juárez, donde más de 6.000 personas se hacinan en condiciones cada día mas precarias. El alcalde, el conservador Juan Manuel Gastélum, ha declarado una crisis humanitaria, pero está dosificando la ayuda con un ojo en los sondeos de opinión. “Hay una sensación de que Washington y la Ciudad de México descargan los problemas en la frontera”, dijo Michael Dear, autor del libro Los muros no funcionan.
Hay cada vez más indicios de xenofobia violenta en Tijuana. Aunque no hubo heridos graves por la actuación de la policía federal mexicana o el uso de gas lacrimógeno por la patrulla fronteriza estadounidense, 16 mexicanos fueron detenidos por agredir a migrantes. Media hora después del enfrentamiento, un centroamericano subió al muro colindante al canalizado río Tijuana con una herida sangrante en la cabeza. “Un mexicano le dio un machetazo”, dijo un salvadoreño, que se había tapado la boca con un pañuelo para protegerse del gas lacrimógeno.
Todo es un dilema en Tijuana, y los tuits petulantes de Trump no ayudan a resolverlo. Ayer el presidente estadounidense tuiteó que “muchos de los migrantes son criminales tan fríos como una piedra”. La torpe metáfora contrastó con las imágenes de madres con niños descalzos huyendo entre nubes de gas lacrimógeno. “México debería llevar los migrantes de vuelta a sus países”, insistió Trump sin reconocer que el Ministerio del Interior mexicano ya había anunciado la deportación de 500 personas. Aunque aún no han sido detenidas, fueron “plenamente identificadas” cuando “intentaron cruzar de manera violenta”, asegura el Gobierno mexicano. Además, 39 centroamericanos, la mayoría hondureños, fueron detenidos en incidentes relacionados con el intento de saltar la frontera. También serán deportados. La policía fronteriza estadounidense detuvo a 69 personas, que serán juzgadas en Estados Unidos, donde tendrán la posibilidad de pedir asilo .
Aunque la mayoría de los tijuanenses se sienten víctimas de la inacción federal en un momento de vacío del poder, a cinco días de la toma de posesión del nuevo presidente, Andrés Manuel López Obrador, nadie quiere recibir órdenes de Trump. “A veces no basta sólo con tener empatía porque todo ha sido manipulado”, dijo Crisna, que vendía cerveza artesanal en el Gastroparc Telefónica bajo un enorme mural de una caricatura de Trump y la frase en inglés: Food has no walls (la comida no tiene muros).
Había motivos para el alivio también. Las unidades del ejército estadounidense no ejercieron su recién adquirido derecho de usar la fuerza letal. La patrulla fronteriza respondió a la carga migrante sin ayuda militar. Sin embargo, bastaba la sospecha para sembrar el pánico. “Han disparado fuego real”, dijo un salvadoreño sentado en el puente de acceso a la frontera. El Gobierno mexicano advirtió sobre el peligro de “un grave incidente”. Según la patrulla fronteriza, la decisión de disparar gas lacrimógeno –a veces desde helicópteros– se tomó cuando sus agentes fueron alcanzados por proyectiles arrojados por los migrantes .
Los gritos de “¡Viva el proletariado internacional!” y “¡No somos criminales, somos trabajadores internacionales!” confirmaron las sospechas de que para algunos, esta caravana es un vehículo de la lucha de clases transfronteriza. Crecen las críticas a la combativa oenegé Pueblos sin Fronteras, que ha ayudado a organizar el periplo desde Honduras. “Pueblo sin Fronteras no explica toda la historia; los migrantes llegan con esperanzas falsas”, dijo el padre católico Pat Murphy, director del albergue Casa del Migrante en Tijuana. “Van al golpe, van al impacto”, coincidió el padre Alejandro Solalinde.
Pero Emanuel, un migrante hondureño, rechazó las acusaciones. “Aquí no hay líderes, estamos unidos por la misma causa. No hacen falta líderes cuando la cuestión es si quedarte en tu país y morir o salir en busca de una vida mejor”.
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