La lectura como tesoro
Kaouther Adimi evoca la historia del editor que desafió la censura publicando el primer texto de Albert Camus
La escritora francoargelina Kaouther Adimi publica en España el libro de su consagración literaria, Nuestras riquezas. Una librería en Argel, por el que recibió el premio Renaudot des Lycéens y fue seleccionada por la Academia del premio Goncourt 2017.
Tras vivir en su ciudad natal, Argel, Kaouther Adimi decidió instalarse en París y por ello se considera francesa de adopción. A sus 32 años ya había sido distinguida por su labor literaria, pero el libro que la consagra es Nuestras riquezas. Una librería en Argel (Libros del Asteroide / Edicions del Periscopi), y por él ha recibido el premio Renaudot des Lycéens y fue seleccionada por la Academia del premio Goncourt 2017.
Ryad, su protagonista, un estudiante de ingeniería con ínfulas literarias, recibe el encargo de vaciar una pequeña librería de Argel llamada Les Vrais Richesses para reconvertirla en una tienda de buñuelos. En realidad se trata del local que Edmond Charlot (Argel, 1915-Béziers, 2004) abrió en 1936 cuando sólo era un joven de 21 años. Ignoraba entonces que sería el editor de Jules Roy, Albert Cossery y Emmanuel Roblès, y bajo su sello publicaría textos de Rilke y García Lorca.
La autora mezcla realidad y ficción para evocar la historia de esa librería donde se citaban, entre otros, Saint-Exupéry y André Gide y las luchas del primer editor que se atrevió a publicar a Albert Camus desafiando la censura. Años después, Charlot sería encarcelado por el gobierno de Vichy por haber publicado a Gertrude Stein.
La librería, que todavía existe (en la puerta cuelga un cartel en francés y árabe: “Un hombre que lee vale por dos”), fue centro neurálgico cultural, y el texto de Adimi se erige como un homenaje en toda regla. A partir de un diario llevado por Edmond Charlot –ficción del original– nos pasea por todos los vaivenes ideológicos de la época, las dudas del editor, las noches en vela, las suposiciones, las propuestas ruinosas, la intervención de la policía, el encarcelamiento, la ignorancia de algunos... La entrada del 11 de febrero de 1945 dice así: “Nos instalamos en el Café de Flore, donde desayunamos a poca distancia de Sartre y Simone de Beauvoir, que se sientan al otro lado de la sala y parece que buscan lo mismo que nosotros: calor, café del bueno y silencio”.
Y, tras la desaparición, el legado del gran editor: “Charlot fue un poco el creador de todos o el médico que asistió a nuestro parto. Nos inventó (tal vez incluso a Camus), engendró, acarició, riñó, nos animó siempre (...), nos limó, pulió, redireccionó,
‘Una librería en Argel’ narra las peripecias de este establecimiento, que sigue abierto en la ciudad norteafricana
a menudo nos alimentó, educó, inspiró... (...) a veces me pregunto si fuimos dignos de él”.
Ese es, para Adimi, el papel histórico de un editor que arriesgó su permanencia y que cuando, el 10 de marzo de 1941, recibió los originales de Camus, de L’étranger a Le mythe de Sisyphe y Caligula pensó: “¿Publicarlos? Me haría muy feliz, pero en el contexto actual es imposible... No hay papel, no hay hilo de religar, no hay impresores” y, humildemente, sopesó aconsejarle que se dirigiera a la casa Gallimard.