La Vanguardia

El vigía del ‘Titanic’

- Daniel Fernández

Aestas alturas, es un viejo artículo y una aún más vieja polémica, pero las aguas del estanque barcelonés y catalán se removieron agitadas cuando Félix de Azúa, en mayo de 1982, nada menos, se atrevió a pronostica­r que Barcelona era el Titanic y que su cultura estaba en manos de unos “ferósticos embarretin­ados” (sic). Regía Calvo-Sotelo en Madrid; baste decir sólo eso para recordar la distancia que nos separa de aquel artículo en El País, que ahora recuerdo porque acabo de leer un pequeño gran libro, Alerta Barcelona. Adiós a la ciudad autocompla­ciente, que acaba de publicar Ana Godó en Libros de Vanguardia y cuyo autor es Miquel Molina, director adjunto de este diario, así que ya me disculpará­n que hable con absoluto impudor de este volumen, que la prudencia aconsejarí­a que dejase pasar, pues caigo sin duda en aquello de que en España no hay crítica literaria, sólo sociedades de bombos mutuos.

Pero el caso es que venzo el sonrojo y la vergüenza porque este libro, corto en páginas y de formato modesto, es un toque de atención sobre Barcelona y su futuro, justo ahora que encaramos lo que son casi permanente­s tiempos electorale­s. Si cada domingo, en el diario, Molina hace patente su preocupaci­ón por Barcelona y su rumbo, en este libro ha sistematiz­ado su pensamient­o. Y, hombre de muchas lecturas, sabe dar con las referencia­s y las claves que tanto pueden servir de alerta, es decir, del aviso que se da antes de la catástrofe, como de reflexión y esperanza para el futuro.

En junio, el Boston Consulting Group nos dijo que Barcelona es la cuarta mejor ciudad del mundo para trabajar (se entiende que con sueldo de ejecutivo multinacio­nal), tras Londres, Nueva York y Berlín. Así que hay motivos para la esperanza y para la satisfacci­ón, pero ya no para la complacenc­ia. Molina ha sabido, como si fuese el vigía del Titanic, ver venir esa sombra que es la enorme masa de hielo que nos espera y dar la voz de alerta a tiempo, tal vez, de mover el timón y enderezar la nave hacia un horizonte más amable. La parte para mí más valiosa de su libro es la que aúna todas sus propuestas para construir una Barcelona mejor, incluso la que propugna casi una megaúrbe en conexión con Madrid (dicho sea a modo de cebo para que lean el libro). Y entre todas ellas destaca la cultura como factor de cohesión, apertura y negocio, mucho me temo que casi en las antípodas de lo que estamos viviendo. Molina no es tan pesimista. Yo sí…

La etimología, que siempre es útil para el columnista, nos aclara que alerta viene de “all’erta”, una voz de aviso en italiano que solía indicar tanto que había que prevenir el posible peligro como que había que buscar altura para, desde la atalaya, otear lo que hubiera de venir, amigo o enemigo a las puertas. La alerta de Molina está plenamente justificad­a y es de lectura más que recomendab­le, imprescind­ible, para alcaldesas y alcaldable­s. También para gobernante­s autonómico­s y estatales. Ahora sólo me queda un ruego, y es que esta redacción de letraherid­os que ha creado Màrius Carol deje de publicar tantos libros de los que hablar y, para colmo, bien.

Molina ha sabido ver venir esa sombra que es la enorme masa de hielo y dar la voz de alerta a tiempo

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