Vuelta a la sensatez

NO suele abundar la sensatez en la clase política, así que cuando un dirigente reconoce su error, pide disculpas y promete el apoyo a su gente resulta una rareza, cuando debería ser una norma de conducta. El canon del sentido común saltó hace mucho tiempo por los aires en la política catalana, así que cuando un conseller acepta ante sus subordinados que se precipitó, habló más de la cuenta y no estuvo acertado, merece el respeto de todos. Miquel Buch, responsable de Interior del Govern, puso en duda el trabajo de los Mossos tras sus dos intervenciones del jueves en Girona y Terrassa. Sólo faltó que el presidente de la Generalitat, Quim Torra, pidiera cabezas –como redivivo doctor Guillotin– antes de disponer de toda la información para que el fiasco fuera mayúsculo.

El encuentro del domingo entre Buch y Torra sirvió para visualizar las imágenes de las cargas de los Mossos, de las que no se deducía ninguna mala praxis policial. Lo que sí hubo es una pésima praxis política, al dar más credibilidad a los antisistema que a los profesionales de la policía. Algo falla en palacio, cuando merecen más confianza los que enredan que quienes ordenan. Se puede tener alma de activista, pero el cuerpo debe ser de autoridad cuando se cobra del erario público. Buch aseguró que no habrá ceses ni purgas. Y si se producen conductas irregulares, serán los mandos y no los políticos quienes las identifiquen y las corrijan.

Sorprendió el silencio de los responsables policiales tras el discurso del conseller. Hay cargos imputados, otros sometidos a investigación y unos terceros preocupados por los cambios de criterio. No será fácil que los Mossos recuperen la confianza en los políticos. La suerte es que el jefe del cuerpo, el comisario Miquel Esquius, es licenciado en Teología y eso de la fe lo domina. El día 21, cuando se celebre el Consejo de

Ministros en Barcelona, será la prueba del nueve para los Mossos. Ese día no valdrán excusas.