La Vanguardia

Un penalti rescata al Athletic

Aduriz arriesga con un disparo a lo Panenka para romper la resistenci­a del Girona

- SERGIO HEREDIA

En el fútbol, se recurre a un tópico: “Si el mejor jugador de tu equipo ha sido el portero, eso significa que no has hecho un gran partido”.

El dicho bendijo el choque de ayer en Bilbao.

Anoche, el mejor jugador del Girona fue Gorka Iraizoz. El Girona no disputó el mejor de sus partidos.

El encuentro estuvo casi siempre en manos del Athletic, que esta vez se jugaba un montón de cosas. Por ejemplo, la posibilida­d de salir de la zona de descenso. Los leones le pusieron empeño y coraje, acaso las herramient­as que ahora les exige Gaizka Garitano, su nuevo técnico, tras la destitució­n de Berizzo.

Lo que pasa es que en el otro bando estaba Gorka Iraizoz. Y este hombre les mantuvo en ascuas hasta la prolongaci­ón, cuando se tiró a un lado mientras Aduriz, delirio de sangre fría, le castigaba con un penalti a lo Panenka. Antes, el meta del Girona había evitado media docena de goles. Lo había hecho en disparos rasos, en otros ajustados al palo, incluso en remates de cabeza, en episodios que desesperab­an al Athletic, metido en un atolladero. Los vascos llegaban desde todos los lados, con aguijonazo­s de Raúl García o de Aduriz.

Gorka voló siempre. Sacó manos providenci­ales y desesperó a la afición local. Nunca ha descendido el Athletic. Nunca en su historia. Pero este año no arranca. Mala cosa era la visita del Girona, el único de los veinte equipos de Primera que no había perdido como visitante en esta liga.

Parece un hecho casual. No lo será tanto: hasta ayer, llevaba siete partidos ligueros sin perder, la mejor racha de su historia. Un achuchón más y olisqueaba la zona Champions.

Su juego no estuvo ayer a esa altura,

OTRO DATO ESTADÍSTIC­O El Girona no consiguió prolongar su racha histórica: sumaba siete partidos sin perder en Primera

a la altura de Europa. La mayor parte del encuentro se jugó en su campo, consecuenc­ia de la presión adelantada de los vascos –formaron una segunda línea de tres hombres por detrás de Aduriz–, pero también de su indolencia. Portu estuvo desconocid­o, no hubo noticias de Stuani (salvo en el gol que se le anuló) y Pere Pons se vio superado en todos los flancos.

Cierto, tenía a Gorka. Y ese hecho llevaba locos a los vascos, que jamás bajaron la cabeza. El derribo de Muniain, en la prolongaci­ón, y el panenkazo de Aduriz les sacó del hoyo. Por ahora.

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LUIS TEJIDO / EFE Gorka vuela en una de sus múltiples acciones, anoche en Bilbao

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