Un penalti rescata al Athletic
Aduriz arriesga con un disparo a lo Panenka para romper la resistencia del Girona
En el fútbol, se recurre a un tópico: “Si el mejor jugador de tu equipo ha sido el portero, eso significa que no has hecho un gran partido”.
El dicho bendijo el choque de ayer en Bilbao.
Anoche, el mejor jugador del Girona fue Gorka Iraizoz. El Girona no disputó el mejor de sus partidos.
El encuentro estuvo casi siempre en manos del Athletic, que esta vez se jugaba un montón de cosas. Por ejemplo, la posibilidad de salir de la zona de descenso. Los leones le pusieron empeño y coraje, acaso las herramientas que ahora les exige Gaizka Garitano, su nuevo técnico, tras la destitución de Berizzo.
Lo que pasa es que en el otro bando estaba Gorka Iraizoz. Y este hombre les mantuvo en ascuas hasta la prolongación, cuando se tiró a un lado mientras Aduriz, delirio de sangre fría, le castigaba con un penalti a lo Panenka. Antes, el meta del Girona había evitado media docena de goles. Lo había hecho en disparos rasos, en otros ajustados al palo, incluso en remates de cabeza, en episodios que desesperaban al Athletic, metido en un atolladero. Los vascos llegaban desde todos los lados, con aguijonazos de Raúl García o de Aduriz.
Gorka voló siempre. Sacó manos providenciales y desesperó a la afición local. Nunca ha descendido el Athletic. Nunca en su historia. Pero este año no arranca. Mala cosa era la visita del Girona, el único de los veinte equipos de Primera que no había perdido como visitante en esta liga.
Parece un hecho casual. No lo será tanto: hasta ayer, llevaba siete partidos ligueros sin perder, la mejor racha de su historia. Un achuchón más y olisqueaba la zona Champions.
Su juego no estuvo ayer a esa altura,
OTRO DATO ESTADÍSTICO El Girona no consiguió prolongar su racha histórica: sumaba siete partidos sin perder en Primera
a la altura de Europa. La mayor parte del encuentro se jugó en su campo, consecuencia de la presión adelantada de los vascos –formaron una segunda línea de tres hombres por detrás de Aduriz–, pero también de su indolencia. Portu estuvo desconocido, no hubo noticias de Stuani (salvo en el gol que se le anuló) y Pere Pons se vio superado en todos los flancos.
Cierto, tenía a Gorka. Y ese hecho llevaba locos a los vascos, que jamás bajaron la cabeza. El derribo de Muniain, en la prolongación, y el panenkazo de Aduriz les sacó del hoyo. Por ahora.