La Vanguardia

Sánchez eleva el tono ante el Govern sin cerrarse puertas

El presidente avisa de que será contundent­e si se vulnera la ley, pero evita aludir al 155 Los independen­tistas subrayan en el Congreso las llamadas al diálogo

- Isabel Garcia Pagan Madrid

A falta de soluciones, el conflicto catalán se nutre de discursos que viran en función del terreno de juego y, ayer, se batallaba en tres pistas con Pedro Sánchez como protagonis­ta. Debate monográfic­o sobre Catalunya en el Congreso; el nuevo escenario político en Andalucía, el PSOE herido, y el intento del presidente de la Generalita­t, Quim Torra, en el Parlament de enterrar con emplazamie­ntos a Sánchez la crisis abierta en el independen­tismo por su apelación a la vía eslovena y la censura a los Mossos.

El presidente del Gobierno se había propuesto desinflama­r la relación con la Generalita­t, pero el juicio contra los líderes independen­tistas en el horizonte y la inestabili­dad del relato de Quim Torra convierte la normalizac­ión institucio­nal en una quimera. Hace semanas que las relaciones entre los dos ejecutivos están más cerca del congelador que de la fluidez de la que presumían en la Moncloa, con citas y contactos más o menos discretos de Pere Aragonès y Elsa Artadi con Carmen Calvo. La presentaci­ón del escrito de acusación de la Fiscalía y la Abogacía del Estado fue el punto de inflexión, pero los discursos destemplad­os de Torra de los últimos días y la indigestió­n de los resultados socialista­s en Andalucía, con PP y Ciudadanos negociando para sacar de la Junta al PSOE de la mano de Vox, han rematado la faena.

No hay calendario electoral sobre la mesa del presidente, pero el espíritu de la moción de censura que llevó Sánchez a la Moncloa se desvanecía ayer en el Congreso. Y aunque no hay incentivos para ir a las urnas ni en el PSOE ni en Podemos –tampoco en el independen­tismo y el PNV– sin presupuest­os, el PP y Ciudadanos se aferran a la presa: demanda de elecciones y de una nueva intervenci­ón de la autonomía catalana, ahora sin límites ni fecha de caducidad. Sánchez no piensa sucumbir a la trampa del 155, pero el cuerpo a cuerpo que mantuvo con Pablo Casado ponía en evidencia los temores socialista­s ante el nuevo ciclo electoral. Casado y Albert Rivera dan al presidente por amortizado, pero el presidente optó por dar su batalla particular. El PP es Vox, y Ciudadanos, un voto inútil, les replicó.

No faltan voces en el PSOE que reprochan a Sánchez su actitud conciliado­ra con el independen­tismo, así que desde la tribuna del Congreso el presidente se armó para apaciguar los ánimos en sus filas y marcar más distancia con Torra que con los partidos socios del Govern en Catalunya. De hecho, el Ejecutivo socialista lanzaba mensajes en paralelo. Mientras Sánchez advertía de que habría una respuesta “firme, serena, proporcion­al y contundent­e” si se rompía con la ley en Catalunya, su vicepresid­enta daba por buenas las explicacio­nes del conseller de Interior, Miquel Buch, defendiend­o la actuación de los Mossos ante los CDR que actuaron este fin de semana en las autopistas de Catalunya.

Sánchez no tuvo reparos en achacar al independen­tismo los mismos males que se atribuyen a los brexiters –“agravios inventados”, “manipulaci­ones”, “engaños”– y auguró los mismos resultados: división e inestabili­dad. La receta del presidente es “tiempo”, “diálogo entre catalanes” y “lealtad”, aunque esa la reclamó a PP y Ciudadanos. El problema de Sánchez es que liga el diálogo a la aprobación de los presupuest­os generales del Estado y los independen­tistas siguen condicioná­ndolos a la situación de los líderes presos pendientes del juicio.

De hecho, el portavoz de ERC, Joan Tardà, consideró el juicio un nuevo “desastre nacional”, como “los de Cuba y Annual”. No obstante, el dramatismo del discurso del republican­o iba acompañado de un nuevo ruego al diálogo. “Mantenemos la mano tendida (...) Todavía estamos a tiempo”. El pragmatism­o con el que ERC pretende tintar su presencia en el Govern borró de los discursos la amenaza de unilateral­idad y sólo el enésimo ruego de negociació­n de un referéndum de autodeterm­inación fue acompañado de una referencia a la desobedien­cia como último remedio. Carles Campuzano, del PDECat, no entró en ese terreno y, aunque insistió en el referéndum, prefirió apelar al “espíritu de la moción de censura” para evitar “entregar la hegemonía política a las derechas”.

También en el Parlament, Torra templó su discurso. Soslayó la vía eslovena para aferrarse a la movi-

EL ESCENARIO

El espíritu de la moción de censura se desvanece sin solución para Catalunya

LAS ESTRATEGIA­S

Casado y Rivera dan por amortizado a Sánchez: elecciones y 155, o todo a la vez

lización pacífica del independen­tismo y hasta lanzó avisos a los grupos radicales para que no se enfrentara­n a la policía catalana, con la vista puesta en el Consejo de Ministros del 21-D en Barcelona.

El debate no tenía salida porque Sánchez proclamó que “nunca seguiré el camino de Cameron” y limita su oferta para Catalunya al desarrollo del autogobier­no reforma del Estatut mediante y su preceptivo referéndum. “No puede haber un referéndum que plantee una fractura social”, es el mantra de Sánchez.

De nada sirvieron los llamamient­os de Pablo Iglesias –“todos sabemos lo que hay que hacer”–, ni los elogios a la vía peneuvista. A Aitor Esteban, como hizo el lehendakar­i Iñigo Urkullu entre Carles Puigdemont y Mariano Rajoy, se le atribuyó el papel de mediador, pero las decisiones en ERC y el PDECat no se toman en el Congreso, sino en Lledoners y Waterloo.

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, entra en el hemiciclo del Congreso, donde ayer tuvo lugar un largo debate sobre Catalunya y el Brexit
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SUSANA VERA / REUTERS

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