El ruido granjea enemigos

EL ruido no permite que disfrutemos del silencio. El silencio es la paz, el sosiego, el respeto. El ruido sólo granjea enemigos (el copyright de la frase es de Ian McEwan), pero muchos lo necesitan para su autoestima (la segunda parte de la frase es propia). No es nunca quien grita el que más razón tiene, pero la gente necesita hablar alto para intentar acallar los argumentos del otro. El silencio es el ruido más fuerte, decía Miles Davis. Quizás por ello el trompetista supo hacer con la sordina de acero un sonido propio, más íntimo, suave y melódico.

El Congreso de los Diputados vivió ayer una mañana de excitación. Fue una exaltación del ruido, la apoteosis de la adrenalina. El asunto a tratar era la crisis catalana y ya sabemos que ese es un ruido que igual vale para ganar las elecciones en Andalucía que para que la derecha converja en España. No me atrevo a asegurar que hubo mucho ruido pero pocas nueces, como en la comedia de Shakespeare, pero la sensación es que la única novedad de la sesión parlamentaria fue que Pedro Sánchez endureció el tono de su discurso para levantar un dique de contención ante PP y Ciudadanos, pero también ante los nervios de algunos de los barones del PSOE. Por su parte, la apelación al 155 de Pablo Casado y Albert Rivera no aportó novedades, si bien las frases ganaron consistencia y los ataques, rotundidad. Curiosamente, ERC y el PDECat se limitaron a marcar territorio, pero hicieron un ejercicio de contención verbal.

Sánchez no perdió ocasión para avisar a Torra de que si se salta la ley, “la respuesta del Estado será firme, serena, proporcional y contundente”. El Gobierno no desea apretar ningún botón rojo, pero no quiere bromas. Sigue en su voluntad de mantener la vía de la desinflamación del independentismo. Así que no es una buena estrategia el ruido y la furia, aunque Faulkner escribió con esos conceptos una de sus mejores novelas. Un drama, por cierto.