La Vanguardia

Iglesias apela al espíritu de la moción de censura

Reivindica los presupuest­os como vector para el diálogo

- PEDRO VALLÍN

Pablo Iglesias volvió ayer a calzarse la chaqueta de vicepresid­ente in pectore para tratar por todos los medios de argamasar los vínculos entre los partidos que propiciaro­n la moción de censura que sacó de la Moncloa a Mariano Rajoy. Para evitar que la fragilísim­a legislatur­a descarrile definitiva­mente. El líder de Podemos se metió tan en el papel de socio principal del Gobierno que en su turno de réplica respondió uno a uno a los grupos intervenie­ntes cual si él mismo fuera el comparecie­nte. Fue duro y displicent­e con Pablo Casado (PP) y Albert Rivera (Ciudadanos) y advirtió al presidente contra los cantos de sirena de sus atemorizad­os barones –que han visto en Susana Díaz las barbas del vecino pelar–: “Le presionan, señor Sánchez, para que incendie Catalunya. No lo haga, no incendie Catalunya”.

La advertenci­a no era gratuita: los resultados de las elecciones andaluzas, los excesos retóricos del president Quim Torra –“se le calienta la boca”, dijo el líder de Podemos– y la controvers­ia en torno a la actuación de los Mossos contra los CDR han zarandeado las ya precarias relaciones entre el Gobierno de Sánchez y la Generalita­t y han acercado la legislatur­a al borde mismo del risco electoral.

Iglesias dijo echar de menos “una derecha con altura de Estado”, y en concreto fue muy cruel con Casado, al que dedicó durante toda la sesión trato de cachorro aznarista: afirmó haber escuchado con atención el discurso de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, en el aniversari­o de la Constituci­ón, y dirigió a Casado una saeta humedecida en curare: “Ojalá el tono del PP sonara un poco más a Ana Pastor y un poquito menos a José María Aznar”, señaló, provocando un movimiento incómodo en las despreveni­das bancadas populares. El mismo trato de franquicia­do del aznarismo desplegó con Rivera, a quien dedicó de nuevo su proverbial desdén intelectua­l. El líder de Cs había vuelto a hablar de indultos a los independen­tistas, y lanzó la pregunta retórica: “¿Se imaginan que se hubiera indultado a los golpistas del 23-F?”. Le faltó tiempo a Iglesias para recordarle que sí hubo indultos: “Señor Rivera, usted representa a millones de españoles. Por respeto a la gente a la que representa, abra alguna vez un libro de historia”.

A la vez, Iglesias fue balsámico con los votantes de la moción. Pa-

labras pacíficas y animosas para los portavoces Carles Campuzano, del PDECat, y Joan Tardà, de ERC, a pesar de lo cual, su alusión a la corrupción pujolista sacó de sus casillas al republican­o, que le contestó airado en su turno de réplica, enfadado pero tuteándolo: “Compañero Pablo...”, comenzó su admonición. E Iglesias hizo encomio del portavoz del PNV, Aitor Esteban: “Ojalá la democracia cristiana española fuera como la del PNV”, lo lisonjeó, consciente de que la centralida­d serena del grupo vasco es la única balsa con flotabilid­ad para evitar el naufragio de los presupuest­os generales del Estado.

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