Iglesias apela al espíritu de la moción de censura
Reivindica los presupuestos como vector para el diálogo
Pablo Iglesias volvió ayer a calzarse la chaqueta de vicepresidente in pectore para tratar por todos los medios de argamasar los vínculos entre los partidos que propiciaron la moción de censura que sacó de la Moncloa a Mariano Rajoy. Para evitar que la fragilísima legislatura descarrile definitivamente. El líder de Podemos se metió tan en el papel de socio principal del Gobierno que en su turno de réplica respondió uno a uno a los grupos intervenientes cual si él mismo fuera el compareciente. Fue duro y displicente con Pablo Casado (PP) y Albert Rivera (Ciudadanos) y advirtió al presidente contra los cantos de sirena de sus atemorizados barones –que han visto en Susana Díaz las barbas del vecino pelar–: “Le presionan, señor Sánchez, para que incendie Catalunya. No lo haga, no incendie Catalunya”.
La advertencia no era gratuita: los resultados de las elecciones andaluzas, los excesos retóricos del president Quim Torra –“se le calienta la boca”, dijo el líder de Podemos– y la controversia en torno a la actuación de los Mossos contra los CDR han zarandeado las ya precarias relaciones entre el Gobierno de Sánchez y la Generalitat y han acercado la legislatura al borde mismo del risco electoral.
Iglesias dijo echar de menos “una derecha con altura de Estado”, y en concreto fue muy cruel con Casado, al que dedicó durante toda la sesión trato de cachorro aznarista: afirmó haber escuchado con atención el discurso de la presidenta del Congreso, Ana Pastor, en el aniversario de la Constitución, y dirigió a Casado una saeta humedecida en curare: “Ojalá el tono del PP sonara un poco más a Ana Pastor y un poquito menos a José María Aznar”, señaló, provocando un movimiento incómodo en las desprevenidas bancadas populares. El mismo trato de franquiciado del aznarismo desplegó con Rivera, a quien dedicó de nuevo su proverbial desdén intelectual. El líder de Cs había vuelto a hablar de indultos a los independentistas, y lanzó la pregunta retórica: “¿Se imaginan que se hubiera indultado a los golpistas del 23-F?”. Le faltó tiempo a Iglesias para recordarle que sí hubo indultos: “Señor Rivera, usted representa a millones de españoles. Por respeto a la gente a la que representa, abra alguna vez un libro de historia”.
A la vez, Iglesias fue balsámico con los votantes de la moción. Pa-
labras pacíficas y animosas para los portavoces Carles Campuzano, del PDECat, y Joan Tardà, de ERC, a pesar de lo cual, su alusión a la corrupción pujolista sacó de sus casillas al republicano, que le contestó airado en su turno de réplica, enfadado pero tuteándolo: “Compañero Pablo...”, comenzó su admonición. E Iglesias hizo encomio del portavoz del PNV, Aitor Esteban: “Ojalá la democracia cristiana española fuera como la del PNV”, lo lisonjeó, consciente de que la centralidad serena del grupo vasco es la única balsa con flotabilidad para evitar el naufragio de los presupuestos generales del Estado.