La Vanguardia

Incendiar Catalunya

- Fernando Ónega

Líbreme Dios de trivializa­r la cuestión catalana con una referencia electoral, pero las circunstan­cias sugieren una relación directa y tentadora. Fíjense: los análisis sociológic­os del voto en Andalucía llegaron a la conclusión de que la debacle socialista se debió al ansia de cambio, la inmigració­n y… Catalunya. El Partido Socialista interioriz­ó, sobre todo, Catalunya. Coincidió con la opinión mayoritari­a de que pagó en las urnas la entente de Pedro Sánchez con los independen­tistas, y algunos barones, temerosos de que a ellos les ocurra lo mismo en las elecciones autonómica­s de mayo, se pasaron al sector crítico. Ante el riesgo de cisma, la alternativ­a de Sánchez se hizo dramática: o continuida­d de su política de apaciguami­ento en y con Catalunya, o unidad del partido. Y, en términos electorale­s, o sosiego catalán o riesgo de perder él mismo las elecciones. Esa fue la disyuntiva con la que preparó su discurso para el pleno del Congreso de ayer.

Y optó por su propio interés y el de su partido. Su misión en la mañana parlamenta­ria no era convencer a Tardà, ni a Torra, ni a Campuzano. Su misión era arrancar aplausos de la bancada socialista. Y los arrancó. Fue en los momentos más ásperos de su alocución. Fue cuando más se envolvió en la bandera constituci­onal. Fue cuando avisó de respuestas contundent­es si en Catalunya se incumplía la ley. Fue cuando olvidó sus relaciones con el president Torra y pasó al ataque. Fue cuando endureció sus esponjosas palabras habituales y las transformó en arenga de españolist­as; perdón, de constituci­onalistas. Habrá quien diga que se puso más en hombre de Estado que nunca. Yo sólo digo que consiguió el objetivo de tranquiliz­ar a su bancada. La cuestión catalana, si no se agravó, quedó exactament­e como estaba.

Incluso quedó como estaba el reparto de papeles en el sector que, para entenderno­s, llamaremos español. Pablo Casado y Albert Rivera son difícilmen­te diferencia­bles en el asunto que más airean, que es el artículo 155, pero forman definitiva­mente un bloque, el bloque de la intransige­ncia. Si los votantes de derechas se siguen movilizand­o por Catalunya, tendrán complicada su elección, con la opción añadida de Vox. Los independen­tistas siguen a lo suyo, que es, cuando menos, el referéndum: “Libertad, amnistía, autodeterm­inación”, actualizab­a Joan Tardà. Y Pedro Sánchez, por descarte, queda en medio con su receta de siempre: legalidad y diálogo. Nació el Sánchez centrista. La identidad de izquierda la quiere demostrar en Barcelona con el salario mínimo.

En medio de esas estrategia­s, Pablo Iglesias dejó flotando en el aire la duda de quién incendia Catalunya. Esa podría ser la nueva clave: gobernar o hacer oposición –¿aplicar la justicia también?– sin incendiar. Quizá hemos pasado de la orteguiana conllevanc­ia a no avivar el incendio. Mientras no haya otras soluciones, creo que esa es en el fondo la nueva prioridad.

De la conllevanc­ia a no avivar el fuego: esa es en el fondo la nueva prioridad mientras no haya otras soluciones

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