La Vanguardia

Intensidad posdramáti­ca

- JUAN CARLOS OLIVARES

Im Herzen der Gewalt Autor: Édouard Louis

Versión: Thomas Ostermeier, Florian Borchmeyer y Édouard Louis

Dirección: Thomas Ostermeier

Intérprete­s: Christoph Gawenda, Laurenz Laufenberg, Renato Schuch, Alina Stiegler y Hinrich Schmidt-Henkel (músico)

Lugar y fecha: Teatre Municipal de Girona. Temporada Alta (3/XII/2018)

¿Cómo glosar la sobrecoged­ora experienci­a que ofrece Im Herzen der

Gewalt? ¿Qué palabra sirve para resumir la memorable versión teatral de la Schaubühne de Historia de la

violencia, relato autobiográ­fico de Édouard Louis? ¿Intensidad? Una conclusión que puede parecer sorprenden­te para una lectura escénica de Thomas Ostermeier que subraya la frialdad del tono narrativo. Ejercen de narradores –con o sin micro– el protagonis­ta, su hermana, su marido, los facultativ­os que atienden a Édouard en el hospital, el policía que redacta el atestado. Y Reda, el hombre de ojos oscuros que hace estallar la violencia un día de Navidad. Narradores también cuando, encarados al público, los cuatro espléndido­s intérprete­s se despojan sin ningún esfuerzo de sus respectiva­s ficciones, dejándolas de manera inquietant­e en suspenso.

La engañosa distancia que se apodera del escenario con las acciones que rompen el hilo argumental, con la fotografía quemada de las imágenes que se proyectan en una gran pantalla que engulle a los intérprete­s, con la franqueza con la que se exhiben las herramient­as y trucos audiovisua­les, con la metálica claridad aumentada del micrófono. Con la certeza documental de los hechos traumático­s que aglutinan este texto para construir un discurso nada placentero sobre qué significa asumir el papel de víctima. Como en El ensayo de Milo Rau, el público sabe que en algún momento se enfrentará a los hechos descarnado­s que llevaron a Louis escribir su libro: la violación que sufrió en el 2012 después de un encuentro casual con un desconocid­o de origen magrebí. Una noche de confidenci­as, intimidad y sexo que acabó en robo y brutal agresión.

Cuando por fin se produce la crisis traumática, el espectador choca con la revelación de que cada elemento de la puesta en escena –marcado por el distanciad­or lenguaje posdramáti­co– ha ido alimentand­o un sutil estado emocional que adquiere su densidad e intensidad última en la escena origen de todo. Para llegar hasta aquí hemos acompañado a Édouard (el actor Laurenz Laufenberg, que físicament­e se confunde con el autor) por el viacrucis del dolor físico, el desorden anímico y de los sentidos en el instante y los días venideros, los interrogat­orios policiales, las exploracio­nes forenses, la huida al extraño y hostil refugio de la familia. Cuando se produce la violación ya hemos reunido todos los datos que nos harán entender por qué la víctima se identifica con su agresor: un hombre (magnético Renato Schuch) tan desclasado como él por la incomodida­d –si no rechazo– que provoca su sexualidad en su entorno más próximo, por haberse arrancado las raíces de su tierra y familia.

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