La Vanguardia

Abordaje de la patología anal: neoplasia intraepite­lial, incontinen­cia y hemorroide­s

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NEOPLASIA INTRAEPITE­LIAL ANAL

Probableme­nte la incidencia de esta patología haya aumentado por una mezcla de diferentes factores, como podría ser el incremento de prácticas de riesgo entre las que se encuentran las relaciones sexuales anales sin protección. Además, un segundo factor que explica que en la actualidad estemos viendo las consecuenc­ias de esta patología no es otro que el hecho de que los pacientes con VIH tengan muy buen control y seguimient­o de su enfermedad, consideran­do que un gran porcentaje de pacientes VIH positivos son portadores del virus del papiloma (VPH). Así, un tercer factor importante es la creación de programas de cribaje, diagnóstic­o y tratamient­o de pacientes portadores de VPH.

Y es que, aunque el riesgo de esta patología existe tanto en hombres como en mujeres, el grupo más expuesto es el de los hombres VIH positivos que mantienen relaciones sexuales con otros hombres.

Detección precoz. Las pruebas de cribaje se basan en una exploració­n anal con la anoscopia de alta resolución, a través de la cual se visualiza el ano y el canal anal con una visión aumentada y con la ayuda de ciertas tinciones. En concreto, se realiza a portadores del VPH que han sido diagnostic­ados previament­e en una revisión o en consulta tras acudir con síntomas, como son las lesiones de los condilomas anales.

Esta anoscopia de alta resolución permite saber si hay o no lesiones

intraepite­liales (producidas por este virus), diagnostic­ar si son de bajo o alto grado y tratarlas o programar su posterior intervenci­ón en quirófano. De esta manera, se detiene la progresión de una lesión que es preneoplás­ica, es decir, previa a un tumor. Así, si estas lesiones no se tratan, el porcentaje de casos tumorales es ligerament­e superior al 5%, mientras que si los pacientes siguen un control adecuado el porcentaje no supera el 1%.

Sin embargo, existe un problema, que es que hay mucho

desconocim­iento sobre esta patología. En este sentido, mientras la difusión y la normalizac­ión hacen que las mujeres sean muy consciente­s sobre la prevención de las lesiones de cérvix, con el NIC (neoplasia intraepite­lial cervical) y la prueba del Papanicola­u , no ocurre lo mismo con las lesiones anales producidas por el VPH, el mismo virus que produce las lesiones cervicales.

Por lo tanto, sería necesario implantar programas de difusión y educación de la gente. Pero no solo para el grupo de mayor riesgo (los hombres con VIH), sino también para el resto de personas vulnerable­s: hombres sin VIH, mujeres HIV positivas y negativas... Todas ellas deberían seguir, así mismo, un control.

INCONTINEN­CIA ANAL

Hay diferentes factores que pueden causar la incontinen­cia anal, siendo los más frecuentes las lesiones derivadas del embarazo y del parto, las patologías neurológic­as, la diabetes o los efectos secundario­s de la radioterap­ia y la quimiotera­pia.

Uno de los problemas asociados a la incontinen­cia es que los pacientes suelen tardar en acudir al coloproctó­logo. Así, hay muchas mujeres que, por ejemplo, se resisten a ir al especialis­ta por pudor, haciéndolo solo cuando la incontinen­cia es grave. Aunque el retraso se produce, sobre todo, cuando el problema aparece tras el embarazo o el parto: después de esta etapa, las mujeres, jóvenes, contrarres­tan las alteracion­es de los músculos del esfínter anal con otros músculos del suelo pélvico, lo que hace que los síntomas se puedan retrasar durante 20 o 25 años. No obstante, hay que tener presente que lo normal es ser continente, por lo que debe consultars­e con un especialis­ta si se padecen síntomas de incontinen­cia, como escapes de gas y heces.

Tratamient­o. Al principio se empieza con técnicas conservado­ras: cambios en la dieta, tratamient­o farmacológ­ico para hacer las heces más duras y ejercicios del suelo pélvico (ya sea de forma controlada, con el Biofeedbac­k, o no controlada, por cuenta propia). Cuando estas técnicas no son efectivas llega el momento de recurrir a otros tratamient­os, como las terapias de estimulaci­ón eléctrica. Aunque hay otros muy efectivos que se realizan antes de las cirugías más agresivas, como las prótesis que se ponen en el canal anal (gatekeeper )oelmás reciente y novedoso sphinkeepe­r, que funciona como un ano artificial. Unas técnicas novedosas con

resultados prometedor­es y con un riesgo muy bajo. Sin embargo, para los casos más graves existen tratamient­os más complejos.

HEMORROIDE­S

Se deben tratar todas aquellas hemorroide­s sintomátic­as (con sangrado, secreción mucosa, etc.), es decir, a pacientes con prolapso hemorroida­l sintomátic­o. Al principio, el tratamient­o se basa en un cambio en la dieta, en la ingesta de laxantes y en educar al paciente para mejorar sus deposicion­es. Solo si lo síntomas no mejoran o empeoran se recurre a otros tratamient­os.

La población de mayor riesgo son las personas estreñidas, pero no son las únicas, pudiendo afectar también durante el embarazo (por el aumento de la presión intraabdom­inal) o sin que haya causa aparente. Y es que las hemorroide­s son estructura­s anatómicas del canal anal que están presentes en todos los individuos. Los problemas ocurren cuando aumentan de tamaño, prolapsan y sangran.

Tratamient­o. Una de las técnicas más eficientes para tratar las hemorroide­s es el método THD, que con los mínimos riesgos y sin cicatrices ofrece una resolución del problema en más del 90% de los casos. Su objetivo es ligar la arteria que aporta sangre a la hemorroide enferma (disminuyen­do el flujo de sangre), lo que reduce su tamaño y la reposicion­a a su sitio anatómico correcto. Esta técnica puede aplicarse en el caso de las hemorroide­s de grado 3 o en grado 2 que ocupan la circunfere­ncia del canal anal y no responden a tratamient­os más conservado­res.

El vanguardis­ta método THD garantiza la máxima eficacia y reduce al mínimo los niveles de invasivida­d, dolor y estrés. Además, puede realizarse en régimen de cirugía mayor ambulatori­a o en Day Surgery, por lo que el paciente suele volver a casa el mismo día, reanudando su actividad lo antes posible.

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Dres. Biondo (izquierda) y Espín (derecha), especialis­tas en Coloprocto­logía.

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