Londres se prepara para un Brexit sin acuerdo
Para presionar en favor del pacto, May anuncia que pondrá en alerta a 3.500 soldados
Repudiada por más de un centenar de sus propios diputados, ninguneada por la Unión Europea, amenazada con la posibilidad en cualquier momento de una moción de censura, débil, humillada y maltrecha, Theresa May tiene razones de sobra para rebelarse contra su suerte y pedir explicaciones a los dioses. Pero también ha de dar gracias por la formidable fortuna de tener enfrente, como líder de la oposición, al laborista Jeremy Corbyn.
May sería ya hace mucho tiempo carroña política de no ser por el pa
vor de los conservadores a unas elecciones generales que podrían llevar a Downing Street a un socialista marxista, por las divisiones internas en el Labour (donde todo el sector de centroizquierda sigue siendo afín a Tony Blair), y por la falta de una estrategia coherente respecto al Brexit. Corbyn es un euroescéptico conforme con la salida de Europa, que lucha con todas sus fuerzas para no verse obligado a respaldar un segundo referéndum.
Bajo presiones de un sector importante de su propio partido, los liberales, los Verdes y los nacionalistas escoceses y galeses a presentar de una vez por todas una moción de
censura, se ha echado para atrás, conformándose con pedir la desaprobación parlamentaria de la gestión de la primera ministra, pero no de su gobierno. Un gesto simbólico, sin valor, para el que el speaker de los Comunes, John Bercow, se ha negado a conceder tiempo.
Corbyn no quiere la moción de censura porque sabe que la perdería (tanto el DUP norirlandés como el bloque euroescéptico no quieren a May como líder del partido, pero la prefieren al laborista, y votarían a su favor). La inevitable derrota llevaría al Labour a apoyar un segundo referéndum, porque el congreso del partido decidió que ese sería el últi
mo recurso en caso de no conseguir forzar unas elecciones generales.
Hay dos razones poderosas, desde el punto de vista de Corbyn, para impedir que así sea. La primera es que el partido perdería los votos de los brexiters que lo apoyaron en las elecciones anticipadas del 2017 en vista de su indefinición y neutralidad en el tema de Europa, y sin ellos es dudoso que pudiera ganar unos comicios. La segunda es que desprecia a la Unión Europa como “un club liberal de ricos”, detesta el trato que dio a Grecia, condena sus políticas económicas liberales, y considera que sería un obstáculo, si llega a Downing Street, para su plan de nacionalizaciones de servicios públicos, recorte de los pluses de los ejecutivos e incremento los derechos de los trabajadores.
Con Corbyn agazapado y receloso a dar la estocada a May, la premier sigue tirando, dispuesta a apurar el calendario para que al final sea demasiado tarde para considerar cualquier alternativa a su acuerdo con Bruselas, y sólo se pueda elegir entre ese compromiso y el caos de una salida desordenada de la Unión Europea.
A fin de dar credibilidad a esta última opción –como medida presión tanto a la UE como a los diputados conservadores que se oponen a su plan–, el gabinete aprobó ayer la inversión de 2.200 millones de euros en la aceleración de los preparativos para un Brexit no pactado, la contratación de centenares de funcionarios de aduanas que intenten evitar el colapso del puerto de Dover, el almacenamiento de alimentos, el blindaje de la sanidad pública ante la posibilidad de que haya escasez de medicinas, problemas de seguridad y medio ambiente, y las aerolíneas británicas no puedan aterrizar en el continente. El ministro de Defensa, Gavin Williamson, informó al Parlamento que 3.500 soldados van a ser puestos en estado de alerta.
Miles de soldados serán puestos en estado de alerta para garantizar el orden público
Corbyn se resiste a presentar una moción de censura porque la perdería casi seguro
Estos 2.200 millones de euros se suman a los 3.300 que el Ministerio de Economía ya distribuyó el año pasado entre más de veinte ministerios (Interior, Transporte, Comercio Internacional...) para los planes de contingencia de cara a una salida no consensuada. “El Reino Unido está glorificando la idea del caos con tal de intentar conseguir acuerdos temporales que paren el golpe en terrenos como la aviación, el transporte y el movimiento de ganado”, señaló el negociador del Brexit en nombre del Parlamento europeo, Guy Verhofstadt. Aunque May insiste en que va a seguir buscando en las próximas semanas “garantías legales y políticas que permitan a Londres salir por su propia voluntad de la unión aduanera y pongan un límite temporal a la salvaguarda irlandesa” (las medidas para impedir una frontera dura), la posición de Bruselas es que el Acuerdo de Retirada está completamente cerrado, y lo más que puede conceder son nuevas “aclaraciones e interpretaciones de su contenido”.
Antes de aprobar la nueva versión de los planes de contingencia para un Brexit a las bravas, el Gabinete británico consideró y rechazó dos otras opciones: la cancelación de los preparativos dando por hecho que habrá un acuerdo, y el mantenimiento del statu quo hasta la fe cha, en el que cada departamento se encargaba por su cuenta de destinar y gastar los fondos asignados por el Ministerio de Hacienda. Una vez más quedaron expuestas las divisiones entre los tres grupos que lo integran: los partidarios de un segundo referéndum, de la “opción noruega” y de que Gran Bretaña se marche dando un portazo. La semana del 14 de enero se someterá a votación el acuerdo de May.
“Theresa May se está comportando de una manera totalmente irresponsable, al agotar los plazos para que al final no quede más opción que su acuerdo o ningún acuerdo”, dijo ayer en los Comunes el líder liberal Vince Cable. “La prueba definitiva del fracaso del Gobierno en las negociaciones es que va a gastar miles de millones del dinero de los contribuyentes en los preparativos para una salida desordenada a la que se oponen el Parlamento y buena parte del gabinete”, señaló la diputada laborista Jenny Chapman.
Theresa May, la hija de un vicario, y Jeremy Corbyn, el líder socialista que no ha cambiado de ideas en 40 años, comparten un sentimiento de superioridad moral. La primera votó a favor de Europa y es una conversa al Brexit. El segundo lidera una oposición que en realidad no ejerce de tal. Juntos bailan una especie de danza de la muerte, con el futuro del país en sus manos. La gente, mientras tanto, tiembla.