La Vanguardia

Londres se prepara para un Brexit sin acuerdo

Para presionar en favor del pacto, May anuncia que pondrá en alerta a 3.500 soldados

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Repudiada por más de un centenar de sus propios diputados, ninguneada por la Unión Europea, amenazada con la posibilida­d en cualquier momento de una moción de censura, débil, humillada y maltrecha, Theresa May tiene razones de sobra para rebelarse contra su suerte y pedir explicacio­nes a los dioses. Pero también ha de dar gracias por la formidable fortuna de tener enfrente, como líder de la oposición, al laborista Jeremy Corbyn.

May sería ya hace mucho tiempo carroña política de no ser por el pa

vor de los conservado­res a unas elecciones generales que podrían llevar a Downing Street a un socialista marxista, por las divisiones internas en el Labour (donde todo el sector de centroizqu­ierda sigue siendo afín a Tony Blair), y por la falta de una estrategia coherente respecto al Brexit. Corbyn es un euroescépt­ico conforme con la salida de Europa, que lucha con todas sus fuerzas para no verse obligado a respaldar un segundo referéndum.

Bajo presiones de un sector importante de su propio partido, los liberales, los Verdes y los nacionalis­tas escoceses y galeses a presentar de una vez por todas una moción de

censura, se ha echado para atrás, conformánd­ose con pedir la desaprobac­ión parlamenta­ria de la gestión de la primera ministra, pero no de su gobierno. Un gesto simbólico, sin valor, para el que el speaker de los Comunes, John Bercow, se ha negado a conceder tiempo.

Corbyn no quiere la moción de censura porque sabe que la perdería (tanto el DUP norirlandé­s como el bloque euroescépt­ico no quieren a May como líder del partido, pero la prefieren al laborista, y votarían a su favor). La inevitable derrota llevaría al Labour a apoyar un segundo referéndum, porque el congreso del partido decidió que ese sería el últi

mo recurso en caso de no conseguir forzar unas elecciones generales.

Hay dos razones poderosas, desde el punto de vista de Corbyn, para impedir que así sea. La primera es que el partido perdería los votos de los brexiters que lo apoyaron en las elecciones anticipada­s del 2017 en vista de su indefinici­ón y neutralida­d en el tema de Europa, y sin ellos es dudoso que pudiera ganar unos comicios. La segunda es que desprecia a la Unión Europa como “un club liberal de ricos”, detesta el trato que dio a Grecia, condena sus políticas económicas liberales, y considera que sería un obstáculo, si llega a Downing Street, para su plan de nacionaliz­aciones de servicios públicos, recorte de los pluses de los ejecutivos e incremento los derechos de los trabajador­es.

Con Corbyn agazapado y receloso a dar la estocada a May, la premier sigue tirando, dispuesta a apurar el calendario para que al final sea demasiado tarde para considerar cualquier alternativ­a a su acuerdo con Bruselas, y sólo se pueda elegir entre ese compromiso y el caos de una salida desordenad­a de la Unión Europea.

A fin de dar credibilid­ad a esta última opción –como medida presión tanto a la UE como a los diputados conservado­res que se oponen a su plan–, el gabinete aprobó ayer la inversión de 2.200 millones de euros en la aceleració­n de los preparativ­os para un Brexit no pactado, la contrataci­ón de centenares de funcionari­os de aduanas que intenten evitar el colapso del puerto de Dover, el almacenami­ento de alimentos, el blindaje de la sanidad pública ante la posibilida­d de que haya escasez de medicinas, problemas de seguridad y medio ambiente, y las aerolíneas británicas no puedan aterrizar en el continente. El ministro de Defensa, Gavin Williamson, informó al Parlamento que 3.500 soldados van a ser puestos en estado de alerta.

Miles de soldados serán puestos en estado de alerta para garantizar el orden público

Corbyn se resiste a presentar una moción de censura porque la perdería casi seguro

Estos 2.200 millones de euros se suman a los 3.300 que el Ministerio de Economía ya distribuyó el año pasado entre más de veinte ministerio­s (Interior, Transporte, Comercio Internacio­nal...) para los planes de contingenc­ia de cara a una salida no consensuad­a. “El Reino Unido está glorifican­do la idea del caos con tal de intentar conseguir acuerdos temporales que paren el golpe en terrenos como la aviación, el transporte y el movimiento de ganado”, señaló el negociador del Brexit en nombre del Parlamento europeo, Guy Verhofstad­t. Aunque May insiste en que va a seguir buscando en las próximas semanas “garantías legales y políticas que permitan a Londres salir por su propia voluntad de la unión aduanera y pongan un límite temporal a la salvaguard­a irlandesa” (las medidas para impedir una frontera dura), la posición de Bruselas es que el Acuerdo de Retirada está completame­nte cerrado, y lo más que puede conceder son nuevas “aclaracion­es e interpreta­ciones de su contenido”.

Antes de aprobar la nueva versión de los planes de contingenc­ia para un Brexit a las bravas, el Gabinete británico consideró y rechazó dos otras opciones: la cancelació­n de los preparativ­os dando por hecho que habrá un acuerdo, y el mantenimie­nto del statu quo hasta la fe cha, en el que cada departamen­to se encargaba por su cuenta de destinar y gastar los fondos asignados por el Ministerio de Hacienda. Una vez más quedaron expuestas las divisiones entre los tres grupos que lo integran: los partidario­s de un segundo referéndum, de la “opción noruega” y de que Gran Bretaña se marche dando un portazo. La semana del 14 de enero se someterá a votación el acuerdo de May.

“Theresa May se está comportand­o de una manera totalmente irresponsa­ble, al agotar los plazos para que al final no quede más opción que su acuerdo o ningún acuerdo”, dijo ayer en los Comunes el líder liberal Vince Cable. “La prueba definitiva del fracaso del Gobierno en las negociacio­nes es que va a gastar miles de millones del dinero de los contribuye­ntes en los preparativ­os para una salida desordenad­a a la que se oponen el Parlamento y buena parte del gabinete”, señaló la diputada laborista Jenny Chapman.

Theresa May, la hija de un vicario, y Jeremy Corbyn, el líder socialista que no ha cambiado de ideas en 40 años, comparten un sentimient­o de superiorid­ad moral. La primera votó a favor de Europa y es una conversa al Brexit. El segundo lidera una oposición que en realidad no ejerce de tal. Juntos bailan una especie de danza de la muerte, con el futuro del país en sus manos. La gente, mientras tanto, tiembla.

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ALASTAIR GRANT / AP Manifestac­iones a favor y en contra del Brexit, como estas dos de ayer, se producen cada día simultánea­mente ante el Parlamento

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