La Fundación Trump, investigada por fraude, acuerda su disolución
El juez acusa a Flynn, el exasesor de seguridad del presidente, de “vender su país”
Como si no fuera con ellos, la Casa Blanca distribuyó ayer al mediodía el retrato oficial de esta Navidad con un sonriente Donald Trump de la mano de la radiante primera dama, Melania.
A la misma hora, sin embargo, en un juzgado de Nueva York y otro de la capital federal se escribían algunos nuevos capítulos del drama político de su presidencia, con el anuncio del cierre de la Fundación Trump, una organización teóricamente sin ánimo de lucro investigada por ser utilizada para fines políticos y lucrativos, y la dura reprimenda de un juez federal al exasesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, el general retirado Michael Flynn, por “vender a su país” y traicionar los valores de EE.UU.
Ambas noticias tienen su origen en el tumultuoso periodo de la campaña electoral que, contra su propio pronóstico, llevó al empresario neoyorquino a la Casa Blanca, un periodo en el que negocios y política se daban la mano detrás de los multitudinarios mítines de Trump en estados deprimidos económicamente y en el que el candidato se rodeó de personajes de ética dudosa. Uno por uno, como su exabogado Michael Cohen o Flynn, acusado de mentir al FBI sobre sus contactos con Rusia, están ahora pasando por los juzgados por actos cometidos en sus negocios privados o cuando ya tenían un pie en la Casa Blanca.
La investigación sobre los tejemanejes de la Fundación Trump arrancó hace dos años y medio, cuando trascendieron operaciones dudosas realizadas con dinero que en teoría debería dirigirse a causas caritativas: la compra de un retrato de Trump valorado por 10.000 dólares, el uso de 285.000 dólares para zanjar pleitos de sus hoteles y campos de golf o el uso electoralista de donaciones por valor de 2,8 millones de dólares, operaciones que denotan coordinación con su campaña y chocarían con la obligación legal de que este tipo de organismos se mantengan fuera de la política.
La fiscal general de Nueva York, Barbara Underwood, anunció ayer que ha llegado a un acuerdo con la Fundación para su inmediata disolución y la distribución de los fondos restantes a organizaciones caritativas. La fiscal asegura que ha descubierto “un impactante esquema de ilegalidades” que hacía que la organización funcionara, de facto, “como poco más que una chequera para servir a los intereses empresariales y políticos del señor Trump”.
La imagen de empresario de éxito y generoso filántropo del presidente se resquebraja un poco más. El proceso continúa. Underwood reclama millones de dólares en compensaciones por los fondos gastados en operaciones ilegales y la prohibición a los hijos del presidente –Ivanka, Eric y Donald Jr.– de formar parte del consejo de administración de cualquier otra organización caritativa durante un año, diez en el caso del presidente. Los abogados de la Fundación criticaron ayer el anuncio de Underwood, que ven como una muestra más de la “politización” del caso porque, decían, hace tiempo que querían cerrarla (en realidad, desde que se inició la investigación). Será la justicia quien determine a qué organismos van dirigidos los 1,7 millones que le quedaban en la cuenta.
A la misma hora que se conocía el cierre de la Fundación Trump comparecía ante un juzgado de Washington Michael Flynn, que se ha declarado culpable de mentir al FBI y al vicepresidente Mike Pence sobre sus conversaciones con el embajador de Rusia, Serguéi Kisliak, durante la transición presidencial. Lo que se presentaba como una vista casi de trámite en la que el exmilitar devenido en consultor debía recibir sentencia –leve, se pensaba– derivó en un afilado interrogatorio cargado de reproches por parte del juez, más duro que la propia fiscalía.
“Todo el tiempo que trabajó como asesor de seguridad para el presidente de Estados Unidos era un agente no registrado para un país extranjero”, criticó el juez, Emmet Sullivan. “Se podría decir que usted vendió a su país”, añadió en alusión a su trabajo secreto como lobbista de Turquía, acusación que luego retiró, azorado, porque según la investigación dejó esa misión dos meses antes de entrar en la Casa Blanca, aunque formaba parte del equipo de transición. Su conducta “va en contra de todo lo que esta bandera representa”, sentenció no obstante el juez, señalando la insignia nacional que presidía la sala.
El equipo del fiscal especial Robert Mueller, que investiga si hubo cooperación entre la campaña de Trump y Rusia, ha recomendado al juez una sentencia leve para Flynn, incluso sin pena de prisión, dada la valiosa información que les ha facilitado. El juez, que descolocó a los fiscales al preguntarles si no habían estudiado acusarle de traición, advirtió que si dictaba sentencia ayer no tendría en cuenta la futura colaboración con Mueller y no podía garantizarle que no recibiera una pena de cárcel. “No puedo ocultar mi repulsa y desprecio por esta ofensa criminal”, añadió el magistrado.
Flynn, sorprendido por el giro que había dado el proceso, respondió que mantenía su admisión de culpabilidad. Pero tras un receso de 30 minutos cambió de parecer, con la esperanza de beneficiarse un poco más de su cooperación con Mueller. El juez Sullivan dictará su sentencia el 13 de marzo, quizás justo demasiado pronto para que ese día la Casa Blanca comparta una foto de la decoración de Semana Santa.c
El juez reprocha al exasesor de seguridad nacional trabajar para otro país mientras estuvo en la Casa Blanca