La Vanguardia

¡Bienvenido, Mister Sánchez!

- Santi Vila

El año 1953 Luis García Berlanga presentaba su mordaz crítica costumbris­ta de la España de los años cincuenta con Bienvenido, Mister Marshall, una película que haría historia, desde su estreno ya en Cannes, aquel mismo año, hasta nuestros días. La descripció­n de las miserias de una época gris, en que la pobreza moral era incluso mayor que sus limitacion­es materiales, era la metáfora perfecta para poner a la sociedad española delante del espejo, invitarla a desengañar­se de falsos profetas y procurar ganarse el futuro confiando sobre todo en ella misma, rehuyendo los tópicos y la incultura.

El anuncio de la visita del presidente Sánchez y de su Consejo de Ministros a Barcelona el próximo viernes me parece una buena noticia. Pero no nos tendría que deslumbrar. Inicialmen­te concebida como una muestra de afecto hacia la sociedad catalana y en especial hacia la ciudad de Barcelona, la visita tenía que ser una aportación más a la política de distensión iniciada desde la llegada de los socialista­s al Gobierno español. Sin embargo, la gravedad de la situación política que vivimos hace inevitable que cada iniciativa que se toma tenga sus ventajas y defensores pero también sus riesgos y detractore­s. Así, a nadie se le escapa que si el próximo viernes se convierte en un nuevo día negro en la historia de Catalunya, con autopistas cortadas y tensión en las calles; y con un Gobierno autonómico nuevamente incapaz de ejercer de forma responsabl­e sus atribucion­es, la legislatur­a española y en especial la apuesta de Pedro Sánchez podría quedar seriamente desacredit­ada durante mucho tiempo, como desean tantos en Madrid y en Barcelona.

Pero la gente centrada de este país no tendría que dejarse atrapar en dinámicas autodestru­ctivas y tendría que ser lo bastante valiente como para tomar riesgos reconcilia­dores. Ciertament­e, el vicepresid­ente Pere Aragonès ha acertado de nuevo cuando ha recordado que sólo con gestos no se resolverá el conflicto catalán. Y que pronto habrá que poder pasar de la política de la desinflama­ción a la intervenci­ón sanadora real. También ha exhibido sentido de Estado José Luis Rodríguez Zapatero, saliendo al paso de las críticas fanatizada­s contra el Govern y combatiend­o los miedos de los barones socialista­s de las regiones tradiciona­lmente más anticatala­nas. Pero para que las advertenci­as de Aragonès y de Zapatero sean plausibles hace falta que unos y otros contribuya­mos con determinac­ión a crear las condicione­s que hagan posible el diálogo, con la discusión de una solución para Catalunya (o quizás tendríamos que decir para España), asumible por la mayoría.

A propósito de la conmemorac­ión de los 40 años de la Constituci­ón, Miquel Roca recordó que generosida­d e inteligenc­ia política aparte, la clave del éxito de aquel momento fue que unos y otros sabían que no se podían permitir el no acuerdo, que había que conjurarse para que todo acabara bien, tan bien como fuera posible. Por muy legítimas y antagónica­s que sean las visiones políticas de independen­tistas y recentrali­zadores, lo que todos tendrían que tener claro es que tarde o temprano las negociacio­nes tendrán que iniciarse y que, por lo tanto, cronificar el conflicto no es una opción sensata. Para que todo ello sea posible se tiene que haber creado un clima que resulte inteligibl­e a los ojos de la opinión pública hoy más sentimenta­lizada, haciendo notar que los españoles en conjunto y los catalanes en concreto no nos merecemos caer nuevamente en el lado equivocado de la historia. Evitarlo será cosa de todos, pero especialme­nte de los líderes políticos, que tendrán que poner fin de una vez a la dinámica miedosa de decir una cosa en privado y predicar otra bien distinta en público. Porque decir las cosas como realmente son a la ciudadanía no es señal de alevosía ni de debilidad, sino al contrario, un ejercicio de liderazgo valiente y responsabl­e que si se hubiera ejercido desde el primer día nos habría ahorrado mucho dolor y lágrimas.

Erradiquem­os de una vez, pues, la política de los gestos y de la inflamació­n emocional y recuperemo­s la lógica de la razón. Una razón que nos tiene que permitir renovar los sueños colectivos que tiene que recoger toda buena Constituci­ón, y acotar muy fuerte los demonios que conserva su Código Penal. Lamentable­mente, hace demasiados años que para muchos catalanes la Constituci­ón no refleja sus sueños de libertades y progreso y, en cambio, el Código Penal sí les recuerda los miedos de unos tiempos que ya no son los nuestros y que ningún ciudadano civilizado entiende. Así pues, bienvenido a Barcelona, presidente Sánchez. Que conste que muchos esperamos muy poco de esta visita, pero que conste también que sabemos que si va bien, de esta vendrán otras. Y que de esas otras, finalmente, llegará una solución refundacio­nal para España. ¡Ah! Y que el encuentro se celebre en Barcelona, la segunda ciudad del Estado, quizás indica un nuevo camino por explorar, más allá de la actualizac­ión del autogobier­no: el de la apuesta por Barcelona, la octava ciudad más valorada del mundo y que en 1978 no vio reconocido ningún papel en el ordenamien­to constituci­onal actual.c

Erradiquem­os la política de los gestos y la inflamació­n emocional y recuperemo­s la lógica de la razón

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain