La Vanguardia

A caminar, niña

- Sergio Heredia

Una vez, en Kenia, cerca de Kaptagat, salí a correr con un grupo de fondistas locales. Al rato, la cosa se puso seria, así que empecé a descolgarm­e. Al advertirlo, uno de los muchachos bajó a la cola y me dijo: –No te quedes solo. –¿Y eso? –le respondí entre resoplidos.

–Hay leopardos. (...)

En Kenia y en Etiopía, los niños corren.

Lo hacen a todas horas, para ir y volver de la escuela. A veces, también a la hora del patio. Los pequeños, de seis o siete años, se agrupan en una esquina, forman filas y trotan como los militares.

Así pasan el rato.

–¿Son felices? –pregunté a una tutora, en una escuela en Eldoret.

–¿Qué ve cuando los observa? –me respondió, señalando a los críos, que por delante de nosotros pasaban al trote–. ¿Les ve aburridos? ¿Les ve quejándose? ¿Se lamentan?

–No lo parece...

–Son felices –zanjó el debate.

Zancada a zancada transcurre la vida de estas criaturas, entre arcenes de tierra roja y senderos que atraviesan bosques a veces hostiles.

Por la mañana, los niños salen a los caminos y corren hasta la escuela. Recorren cinco o diez kilómetros a paso ligero, a veces con la carpeta bajo el brazo: Haile Gebrselass­ie llevaba el codo derecho pegado a la cintura. Así sostenía los libros. Ese es el único rasgo de imperfecci­ón en un estilo de correr impecable.

Vivir del correr, ese es el sueño del niño en aquellas tierras.

Omitiremos el nombre de esta niña de Ohio. Tiene diez años. Y muy malas pulgas. Tenemos el nombre del padre. Se llama Matt Cox. Conocimos a la niña la semana pasada. El padre la filmó mientras la cría caminaba por el arcén que la lleva a la escuela. Ocho kilómetros con la mochila a la espalda, al alba, bajo el frío.

Cabizbaja, la niña andaba.

Y el padre, detrás, al volante de su coche, explicaba el porqué:

–El colegio la castigó. Mi hija hacía bullying aotra criatura en el autobús escolar y la dirección decidió que la bajaba del autobús por una semana. Ella me dijo: “Papá, esta semana tendrás que llevarme al colegio en el coche”. Yo le contesté que en mi familia no pienso tolerar el bullying.

(...)

Vete tú a saber.

Tal vez, en el futuro, esta niña acabe disputándo­le los títulos a los fondistas africanos, esos niños que hoy corren, alegres e ingenuos, hasta el instituto.

La hija de Matt Cox hacía ‘bullying’ a una compañera, así que su padre decidió darle una lección

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