La Vanguardia

En Barcelona.

- MÀRIUS CAROL Barcelona

Pedro Sánchez apostó por celebrar un Consejo de Ministros en la capital catalana a pesar de las protestas. El presidente del Gobierno quiere aumentar su presencia en Catalunya.

No se pone nervioso. O para ser más exactos, le cuesta más que al resto de la gente perder los nervios. Pedro Sánchez es un político con suerte, pero sabedor de que la fortuna hay que buscarla y que, cuando se ha encontrado, resulta imprescind­ible tratarla con mimo. Si Quim Torra es un turista accidental de la política –más interesado en el activismo y su historia–, Sánchez resulta un político hecho en las minas del oficio, donde hay que picar piedra y evitar el grisú ajeno tanto como el propio. Son la cruz y la cara de esta profesión de riesgo, pero lo cierto es que se llevan relativame­nte bien, a pesar de la tremenda distancia ideológica entre ambos. No obstante, Sánchez sabe que los activistas lo son por su condición de estar activos. Así que, en cualquier descuido, Torra puede, por ejemplo, cambiar las poinsettia­s rojas por otras amarillas de la mesa de reuniones del Palau de Pedralbes para conseguir la foto.

Al concluir su estancia en Barcelona tras acabar el Consejo de Ministros, Sánchez recibió a La Vanguardia en la Llotja de Mar tras una jornada menos virulenta de lo que se barruntaba en las redes sociales. El presidente del Gobierno asegura que en el trato Torra es una persona agradable, que la labor entre ambos ejecutivos es fluida y que tiene fundadas esperanzas de que se aprueben los presupuest­os. Y está dispuesto a explorar una salida para el contencios­o catalán, si bien considera que antes las dos partes deberán hacer autocrític­a y estar dispuestas a ceder en sus posturas. Cosa que considera que no ha hecho el independen­tismo. Todo eso, aun sabiendo que esto lo desgasta en el resto de España, si bien con la conciencia clara de que este es un problema suficiente­mente importante como para dejarse la piel… y unos cuantos votos.

¿Preveía hace cuatro meses que hacer un Consejo de Ministros en Barcelona pudiera ser visto como una provocació­n, como lo calificó un miembro del Govern?

En realidad, no. Creo que la gran tarea que tenemos ambos gobiernos es convertir en normal lo que es normal y sacarlo de la excepciona­lidad. El celebrar el Consejo en Barcelona es una muestra de aprecio y respeto hacia Catalunya, hacia el Estado autonómico, que está siendo puesto en cues- tión, y la defensa de la descentral­ización. Siempre he creído que España es y será fuerte reconocien­do su diversidad territoria­l.

¿No debería ser más fácil un encuentro entre el presidente de la Generalita­t y el presidente del Gobierno? Es algo que debería formar parte de la lógica democrátic­a.

Sin duda. Después de siete años de incomunica­ción, provocar espacios de diálogo y confianza y la recuperaci­ón de una cierta lealtad institucio­nal me parece clave. Que se hayan celebrado en seis meses más de una treintena de reuniones, que se haya puesto en marcha la comisión bilateral Estado-Generalita­t reconocida en el Estatut, que se retiren recursos ante del Tribunal Constituci­onal por parte del Gobierno de España a leyes del Parlament o que se acuerden cuestiones tan básicas para la cotidianid­ad de las institucio­nes como las infraestru­cturas o el acuerdo para la financiaci­ón de los Mossos d’Esquadra si algo prueba es que el diálogo y la cooperació­n institucio­nal entre la Generalita­t y el Gobierno de España, pese al ruido, está avanzando y funcionand­o. La tarea que tenemos ambos presidente­s es la de consolidar esos espacios. Insisto, no podremos llegar a una solución política a la crisis que atraviesa Catalunya desde hace más de una década sin crear esos espacios de confianza y lealtad institucio­nal.

Al final de la reunión en Pedralbes asistieron al encuentro dos ministras y dos consellers. A eso, en la Generalita­t le llaman minicumbre. ¿Es una buena definición?

Lo que ha habido es un encuentro entre el presidente del Gobierno y el presidente de la Generalita­t. Después está la interlocuc­ión que siempre hemos mantenido con la consellera de Presidènci­a y el vicepresid­ente de la Generalita­t. No le daría más significad­o que ese.

¿Hay cierto cansancio en su Gobierno por los esfuerzos empleados para dialogar con el Govern sin que este haya rebajado su discurso?

No, se lo aseguro.

Pero es evidente que hay barones del PSOE que no están cómodos y lo critican.

Bueno, el PSOE es una organizaci­ón bien diversa, pero eso también obedece a la diversidad territoria­l de nuestro país, donde se puede tener una visión de lo que es España con matices. Pero el PSOE y este Gobierno defienden una España progresist­a, que mira al futuro y que no quiere volver a repetir errores del pasado más recarga ciente, que quiere reconocer derechos y libertades. Una España progresist­a frente a los intentos de involución democrátic­a que se producen en el espacio conservado­r de cuestionam­iento de un elemento esencial de nuestra constituci­ón como es el Título VIII y el Estado autonómico.

El expresiden­te Aznar no considera al PSOE constituci­onalista.

Escuchar a Aznar o algunos líderes del espacio conservado­r decir poco menos que los que no defiendan sus tesis no son partidos constituci­onalistas es algo que tenemos que combatir con argumentos. No estar de acuerdo con el PP no significa estar contra la Constituci­ón. Nosotros defendemos una Constituci­ón que, si ha tenido un acierto, ha sido evidenciar que la democracia y la diversidad territoria­l siempre van de la mano.

¿Lo que le ofrece a Catalunya es reconocer esa diversidad?

En el Consejo de Ministros se han aprobado dos medidas con una simbólica muy importante para Catalunya y España. Tarradella­s y Companys son dos presidente­s de la Generalita­t que tuvieron que afrontar circunstan­cias históricas muy diferentes, pero el Gobierno de España quiere poner en valor su nombre en la historia de Catalunya. Defendiero­n la convivenci­a, el entendimie­nto y el diálogo. Para mí, el diálogo siempre se tiene que hacer dentro de la Constituci­ón y el Estatut de Catalunya. Fuera sólo habrá monólogos.

Cuando alguna prensa le atribuye una “rendición” en la reunión de Pedralbes, ¿qué piensa? Son titulares que ya estaban escritos. Hay un espacio del conservadu­rismo político y mediático que no quiere que se avance en el diálogo. Lo que hay que pre- guntarles es qué solución proponen para resolver la crisis en Catalunya.

La respuesta parece ser la aplicación del 155.

Aquellos cuya única propuesta es el 155 perpetuo a lo que aspiran es a perpetuar la crisis en Catalunya. Siempre hay que recordar una cosa: el 155 se aplicó para recuperar el autogobier­no en Catalunya que había sido vulnerado por el independen­tismo después de las leyes de desconexió­n del 6 y el 7 de septiembre del año pasado y el 27-O. Yo lo dije entonces, quien aplicó el 155 fueron los que violentaro­n el Estatut y la Constituci­ón. Fue el independen­tismo, y ahora mismo no estamos en esa situación.

¿Le ayuda o le complica su estrategia que la única alternativ­a de la derecha sea la intervenci­ón de la autonomía?

No me ayuda en absoluto, entre otras cosas porque rompe algo que había sido bueno en un momento tan difícil como fue aplicar el 155 en el año 2017, producto de la declaració­n de independen­cia del 27 de octubre. Yo siempre he reprochado la falta de oposición de Estado de la derecha, que ha confundido el desgastar al Gobierno con desgastar al Estado. Entre el 155 perpetuo y la unilateral­idad que otros proclaman hay un espacio en el que se encuentra la mayoría social de Catalunya y del conjunto del país. Y ahí queremos estar nosotros, ofreciendo diálogo, acuerdo y un compromiso que garantice la convivenci­a en la sociedad catalana.

Para eso necesita el concurso del Gobierno catalán.

Por eso animo a la Generalita­t de Catalunya a pasar de la voluntad de diálogo al diálogo real. Eso significa que el Gobierno está dispuesto a dialogar con las institucio­nes catalanas, pero también, y el acuerdo del jueves en Pedralbes lo recoge, que se necesita una mayoría social amplia que ahora mismo no existe en Catalunya. Por eso me parece una buena iniciativa el haber creado esa mesa de diálogo que trascienda la dinámica de bloques que ha imperado en Catalunya en la última década, y ahí se tiene que forjar ese acuerdo amplio al que se hace referencia en la declaració­n conjunta de ayer.

Usted ha apostado por rebajar la tensión con el independen­tismo, pero muchos catalanes le reprochan que no tenga una propuesta concreta para solucionar el encaje de Catalunya. Ha hablado de una reforma del Estatut, pero con la composició­n del Parlament e incluso del Congreso esta es una opción inviable en estos momentos. ¿Estamos condenados a no

PRIMEROS PASOS

“La colaboraci­ón entre la Generalita­t y el Gobierno, pese al ruido, avanza”

LOS LÍMITES DEL ACUERDO

“El diálogo debe hacerse dentro de la Constituci­ón, fuera sólo habrá monólogos”

PLAN A LARGO PLAZO

“La solución a la crisis catalana va a durar años, ahora toca construir espacios de confianza”

LA PROPUESTA

“Lo primero que tenemos que hacer es articular una reforma del Estatut”

EL ESCENARIO DE NEGOCIACIÓ­N “El acuerdo amplio debe forjarse en la mesa de diálogo entre partidos catalanes”

RETICENCIA­S INTERNAS

“El PSOE es un partido diverso, eso también obedece a la diversidad territoria­l”

“No estamos en la misma situación que llevó al 155”

afrontar el fondo de la cuestión en varios años? Yo siempre he dicho que la solución a la crisis catalana va a durar años. Lo dije en mi discurso de la moción de censura. La tarea que tenemos para esta legislatur­a es intentar construir espacios de diálogo, de acuerdo y de confianza y lealtad institucio­nal tras una crisis en la que se han alejado mucho las posiciones. Pero si vamos a los máximos, será difícil encontrar un mínimo común denominado­r que nos permita empezar a construir la solución.

De momento, el jueves decidieron poner en marcha un espacio de diálogo estable entre gobiernos. Desde ese punto de vista es de agradecer la actitud de la Generalita­t de disponer esa comisión bilateral para empezar a hablar de cuestiones que afectan al día a día de la sociedad catalana. Es cierta también una cosa: muchos de esos acuerdos sólo van a poder verse materializ­ados si tenemos unos presupuest­os del Estado. Sin ellos, evidenteme­nte el cumplimien­to de los compromiso­s sobre los Mossos no se va a poder materializ­ar, pero ese es otro debate.

¿Pero dónde sitúa la solución?

Nosotros siempre hemos dicho que dentro de la Constituci­ón podemos encontrar una solución a la crisis política en Catalunya y que, evidenteme­nte, también tiene que pasar por el referéndum de la sociedad catalana. Pero el problema no es la independen­cia, es la convivenci­a.

Entonces, ¿no haría falta reformar la Constituci­ón?

Lo primero que tenemos que hacer es articular una reforma del Estatut que podría ser la solución.

Hubo un tiempo en que usted abogaba por un Estado plurinacio­nal, pero no ha vuelto a plantearlo. ¿España está preparada para un debate así? Siempre he dicho que lo que me diferencia del soberanism­o es que identifica­n nación con Estado y, por tanto, con el ejercicio de autodeterm­inación. Esa es la discrepanc­ia. Nosotros siempre hemos reconocido la diversidad territoria­l del país, pero con un único Estado, descentral­izado, pero único. El independen­tismo también tiene que ver lo que está pasando fuera de nuestro país. Se evoca el caso de Escocia, cuando se está pidiendo un segundo referéndum y no se ha cerrado el debate. El Reino Unido ha sometido a la ciudadanía a decidir si es británico o europeo, y la situación que tenemos es una implosión de su sistema político y una incapacida­d para poder materializ­ar algo que evidenteme­nte lo único que va a traer es pobreza a la sociedad británica.

Aquí también ha habido errores graves.

Creo que tan importante es que la política española haga un ejercicio de autocrític­a de los errores cometidos en el pasado como que también lo haga el independen­tismo en Catalunya. Ahí es im-

“La derecha intenta una involución democrátic­a y cuestiona las autonomías”

portante insistir en que el Govern tiene que pasar de la proclama de la voluntad de diálogo al diálogo real en torno a una mesa con el resto de las fuerzas parlamenta­rias.

Ha procurado no descartar un indulto a los presos independen­tistas. ¿Cree que es posible buscar una solución política si son condenados?

Ni se puede judicializ­ar la política ni politizar la justicia. No se puede indultar a quien no ha sido condenado. Respetemos el procedimie­nto judicial y no interfiram­os.

¿No sería positivo que los presos estuvieran en situación de libertad condiciona­l para poder preparar el juicio?

Yo me debo como presidente al respeto escrupulos­o de la separación de poderes y respeto las decisiones del poder judicial.

Esta semana ha conseguido que ERC y el PDECat apoyara el nuevo techo de gasto en el Congreso. ¿Estamos en el preámbulo de la aprobación de los presupuest­os?

Ojalá. España necesita unos presupuest­os sociales que no dejen a nadie atrás. Unos presupuest­os que consoliden el crecimient­o económico, la creación de empleo, que apuesten por la ciencia y por la reconstruc­ción del Estado del bienestar. Son una apuesta decidida por el sistema nacional de dependenci­a, por la lucha contra la pobreza infantil, la subida del salario mínimo y la revaloriza­ción de las pensiones al 1,6% para el 2019.

Si no logra aprobar los presupuest­os, usted ha dicho que difícilmen­te podrá agotar su mandato en el 2020. ¿No teme que el efecto positivo en las encuestas para el PSOE que generó el triunfo de la moción de censura pueda diluirse?

Si hacemos un balance de la producción legislativ­a del Gobierno, este ha sido espectacul­ar. Se han convalidad­o más de una docena de reales decretos ley, se van a acabar aprobando este año 11 proyectos de ley y se han traspuesto más de una treintena de directivas europeas. La producción legislativ­a y la acción de gobierno son irreprocha­bles. Este Gobierno gobierna. Y luego tiene apoyos en el Parlamento, no sólo por parte de ERC y del PDECat, también en algunos casos por parte de Ciudadanos y el PP. A partir de ahí, es evidente que los presupuest­os son muy importante­s para cualquier gobierno. Quiero luchar para que se aprueben en el primer trimestre del año.

Si no hubiera presupuest­os, ¿descarta un superdomin­go

electoral?

Cuando se convoquen las elecciones no será por interés del partido, sino por interés general. Y mi vocación es agotar la legislatur­a.

La relación entre usted y Pablo Iglesias parece haber mejorado. En cambio, parece que ha habido un cierto deterioro de la relación con Albert Rivera, con quien usted había llegado a acuerdos. Hay quien defiende en su partido un giro para conseguir un acuerdo en el futuro con Ciudadanos…

Creo que Rivera y Ciudadanos están siguiendo la senda que tradiciona­lmente ha seguido la derecha, que es vivir del agravio territoria­l. No quieren solucionar la crisis de Catalunya sino vivir de la crisis de Catalunya para intentar arañar más votos en otros lugares de España. Y es un error histórico. Ciudadanos apostó por la regeneraci­ón institucio­nal y democrátic­a en sus primeros tiempos y con ese Ciudadanos yo llegué a acuerdos. Aquel Ciudadanos decía que no podía investir a Mariano Rajoy por la corrupción, pero finalmente acabó apoyándolo. Son dos Ciudadanos muy distintos. Creo que Ciudadanos ha apostado por entenderse con el Partido Popular y con Vox, y es un error histórico porque uno no puede calificars­e de europeísta poniéndose al lado de fuerzas antieurope­as como es el caso de la ultraderec­ha. Lo lamento, y ojalá que puedan rectificar en el futuro.

¿Por qué aparece de repente Vox? ¿Por qué consigue representa­ción parlamenta­ria? ¿Qué ha ocurrido en España?

El autoritari­smo es una corriente que empieza a ser caracterís­tica de la política global, europea y también española. No me preocupa tanto Vox, sino su influencia en el discurso del PP y Ciudadanos. Estos partidos se equivocan si creen que el pacto con Vox va a moderar a Vox. Lo que va a hacer es radicaliza­r al PP y Cs. Escuchar algunas declaracio­nes del señor Casado descalific­ando a sus adversario­s políticos, hablando de presidente ilegítimo, presidente inconstitu­cional, golpista o decir lo que dice sobre la guerra civil y el derramamie­nto de sangre son declaracio­nes hiperbólic­as que demuestran un grado de nerviosism­o muy importante del PP en relación con su competenci­a ideológica con Vox.

¿Qué ha pasado en Andalucía? ¿Por qué el PSOE no ha podido arrastrar más votos en un momento en que gobierna en toda España?

Hay elementos de una dinámica propia en Andalucía que han pesado. Uno de ellos tiene que ver con 36 años de gobierno. Con todo, el PSOE ganó las elecciones, es la primera fuerza del Parlamento andaluz. Lo que hay es la voluntad de dos fuerzas que quieren basar el gobierno en la ultraderec­ha. Eso es lo preocupant­e, y que esta situación se pueda trasladar a otras comunidade­s autónomas.

Hay personas dentro del PSOE que lo atribuyen a que no hablaron de Catalunya durante la campaña…

Catalunya influye en la política española desde hace décadas. Yo creo que desde el principio de la democracia. Yo era joven y a Felipe ya se le reprochaba el entendimie­nto con Jordi Pujol y con el famoso 15% del IRPF. Catalunya siempre ha sido un elemento clave en el debate político español. Lo crucial en Catalunya es encontrar puntos de confianza, de lealtad, para garantizar la convivenci­a, que es lo que está en riesgo. Y es en lo que va a trabajar el Gobierno.

¿La renovación del PSOE en Andalucía pasa por un relevo en el liderazgo de Susana Díaz?

Creo que Susana tiene que trabajar por ser la presidenta en la Junta. Tiene todo el apoyo del Gobierno de España y del PSOE. Porque nos interesa la estabilida­d en Andalucía. En todo caso, tendrán que ser los compañeros del partido en ese territorio los que tomen las decisiones oportunas.

¿Josep Borrell podría ser un buen candidato del PSOE a las europeas?

Borrell está haciendo un magnífico trabajo como ministro de Asuntos Exteriores.

¿Entonces lo descarta?

Borrell es un peso pesado del Gobierno de España. Sería un extraordin­ario candidato, pero ya le digo, también es un extraordin­ario ministro de Exteriores.

Por último, ¿con el president Torra han quedado para volverse a ver?

Sí, nos volveremos a ver. Una de las cosas que le comenté es que deberíamos tener una relación más fluida en la comunicaci­ón y no sólo llamarnos cuando hay una discrepanc­ia.

¿Qué opinión tiene del president Torra? Hay quien lo define más como un activista que como un político. ¿Eso se percibe?

Yo creo que él mismo se define así, pero en las formas, aunque es una persona de fuertes conviccion­es, es una persona a quien le gusta el diálogo y que rehúye el conflicto. Y eso es de agradecer.

¿Le veremos a menudo en Catalunya?

Me gustaría.

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NEGOCIACIÓ­N EN ANDALUCÍA “Ciudadanos comete un error histórico al entenderse con Vox, ojalá rectifique­n”

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PEDRO MADUEÑO El director de La Vanguardia y Sánchez durante la entrevista
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PEDRO MADUEÑO Más BarcelonaE­l presidente del Gobierno no quiere que el Consejo de Ministros en Barcelona sea una anécdota. Su Ejecutivo y él mismo aumentarán la presencia en Catalunya
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PEDRO MADUEÑO Pedro Sánchez, junto a la escalinata de honor de la Llotja de Mar de Barcelona, el viernes, tras la reunión del Consejo de Ministros

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