La Vanguardia

Los demócratas califican de “rabieta” el pulso del presidente

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militares en Afganistán, decisiones que a su vez motivaron la renuncia del jefe del Departamen­to de Defensa, Jim Mattis, extraordin­aria no sólo por su cargo sino por su rango, porque los generales no dimiten.

El Senado intentó en vano encontrar una solución al bloqueo con la Casa Blanca, pero al final decidió suspender la sesión y reunirse de nuevo pasada la Navidad. Los demócratas, que califican de “rabieta” la actitud de Trump, recordaron que hay tres propuestas pactadas con los republican­os que incluyen dinero para seguridad en la frontera (1.300 millones de dólares) pero no dinero para el muro que el presidente ha prometido construir en la frontera con México (ahora les exige 5.700 millones de dolares). Aunque los conservado­res tienen mayoría en el Senado, no suman los votos necesarios para aprobar la financiaci­ón para el polémico proyecto, que la oposición considera caro e ineficaz. “Sólo usted puede poner fin a esto”, le invitó el senador Chuck Schumer, jefe de los demócratas en la cámara alta. Aunque hace pocos días Trump dijo ante las cámaras que asumiría “con orgullo” la responsabi­lidad de un cierre de gobierno a causa del muro, en los últimos días está intentando responsabi­lizar a los demócratas por este desenlace, de final incierto. En el 2013, con la Administra­ción Obama, cuando el Gobierno cerró por 16 días el coste estimado para la economía fue de 24.000 millones de dólares. El pulso es un anticipo de los choques que se avecinan a partir de enero, cuando los demócratas recuperen el control de la cámara baja del Congreso y Washington pase a ser un entorno más hostil al presidente. El presidente está afrontando el nuevo escenario confiando más que nunca en sus instintos y menos en sus colaborado­res, entre los que ha hecho una criba importante desde las elecciones midterm. Desde noviembre, se ha desprendid­o de una forma u otra de su fiscal general (Jeff Sessions, un senador ultraconse­rvador), su jefe de gabinete (John Kelly, otro de sus antes queridos generales), el secretario de Interior (Ryan Zinke, una carga, por los escándalos que rodean a su gestión) y el secretario de Defensa. La Casa Blanca hizo saber anoche que, a la vista de la prolongaci­ón del cierre del gobierno, la primera dama y su hijo volverán de Florida para pasar la Navidad con el presidente en Washington. Adiós a las tradicione­s y a la normalidad.

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