La Vanguardia

Más Catalunya

- Isabel Garcia Pagan

Pedro Sánchez camina por la planta noble del edificio de la Llotja de Mar como si fuera su casa. Ayudan, eso sí, los carteles que indican qué hay ese día tras cada puerta. Presidenci­a, Secretaría de… Hay carteles para todo. Lo único que no está indicado es una puerta de madera oscura al otro lado de la galería por la que transitan ministros sin parar. Es el baño. La reunión del Consejo en el Saló Daurat ha acabado, y los miembros del Gabinete han cambiado el tapizado rojo de seda de Damasco por el gris de la piedra de la galería abierta. Disponen de un par de horas hasta que finalice la rueda de prensa en la sala de Contractac­ions. Aprovechan el aire fresco del patio. José Luis Ábalos no puede evitar fumarse uno de sus Ducados, y Josep Borrell anda enganchado al teléfono con una mano y una copa de vino tinto en la otra. Esperan al grupo. Se desplazará­n en autobús hasta el aeropuerto, donde les espera aviones de las fuerzas armadas para volver a Madrid. No todos; Meritxell Batet, por ejemplo, se queda en casa.

El presidente del Gobierno no se mueve solo. Su equipo se comporta como un enjambre de abejas trabajando para la reina madre. Y Sánchez se deja llevar. El plan de la Moncloa en Barcelona está controlado al minuto, aunque la noche anterior se les coló una cita con Ada Colau para desayunar. La delegada del Gobierno en Catalunya, Teresa Cunillera, ejerce de anfitriona multifunci­ones. La idea de celebrar el Consejo de Ministros en la Llotja fue suya, así que también lo es la responsabi­lidad de que no falte de nada. Hasta hay una caja con poinsettia­s rojas envueltas en celofán en un rincón, por si acaso…

Hay dos mujeres más llevando la batuta. Una, desde la sombra, es la comisaria María Marcos, directora del Departamen­to de Seguridad de la Presidenci­a del Gobierno. Sonríe más de lo habitual. Nació en Villafáfil­a (Zamora), pero acompaña el saludo en catalán con un “soc filla de Sant Boi”. Su padre vive en Barcelona, y ella, aunque trabaja en Madrid, conserva la casa y el acento. La otra es, como no, Carmen Calvo. La vicepresid­enta transmite poder a cada paso. Explica con urgencia que el hijo de Josep Tarradella­s tiene interés en encontrars­e con el presidente del Gobierno cuando sea posible después de que se pusiera el nombre del president al aeropuerto de El Prat. Sánchez ha accedido. Calvo sabe que en la Generalita­t no gusta la decisión, pero la justifica. “El Gobierno también lo es de Catalunya”. El argumento se repite en los diferentes escalafone­s del equipo de Sánchez. “Se van a tener que ir acostumbra­ndo porque va a haber más decisiones sobre Catalunya”, sostienen con una sonrisa. Más decisiones y más Sánchez...

El presidente ha encargado a Calvo y a Batet la interlocuc­ión con el Ejecutivo catalán.

Dice en público y en privado que la vicepresid­enta y la ministra están haciendo un buen trabajo con Catalunya, aunque su estrategia también pase por aumentar la relación con Quim Torra. Se volverán a ver en enero, pero Sánchez sabe que la solución al conflicto catalán no llegará esta legislatur­a ni de la mano del actual presidente de la Generalita­t. Torra se define como un activista y la gestión política no le atrae. Prefiere recitar poemas de Navidad para recaudar fondos a cenar con empresario­s.

En la reunión del jueves por la tarde en el Palau de Pedralbes el president se limitó a tomar nota de la demanda de Sánchez de la necesidad de apoyar los presupuest­os generales para poder seguir apuntaland­o los puentes de diálogo sin el riesgo de un batacazo electoral que dé paso a una alianza de derechas. Y Sánchez también es consciente de que el president era reticente a reunirse con él en plena crisis con los Mossos, con cuatro presos acabando una huelga de hambre de veinte días y el independen­tismo radical “apretando” –también al Govern– en la calle a golpe de protesta con conatos de violencia. “Seamos realistas, a nadie le apetecía”, sostienen en el Palau de la Generalita­t. Aun así, la presión sobre Torra no venía de la Moncloa. Los presos del proceso eran los primeros interesado­s en que la cita se llevara a cabo “como sea”.

Si no se opta por la implosión, Sánchez es la única carta política que tienen para cuando llegue el momento de las sentencias, pero para eso ERC y PDECat deben imbuirse de nuevo en el Congreso del espíritu de la moción de censura y dar fuelle al presidente. Lo hicieron horas antes de la reunión entre presidente­s al apoyar en segunda vuelta la senda del déficit planteada por el Ejecutivo de Sánchez, y ahora Sánchez espera que permitan la tramitació­n de los presupuest­os en enero. El examen final llegará en pleno juicio del 1-O y a las puertas de las elecciones autonómica­s, municipale­s y europeas. ¿Quién tiene el coraje para hacer virar el discurso independen­tista?

El jueves, mientras Torra y Sánchez se reunían, el consejo nacional del PDECat reafirmaba su no a las cuentas si no había una propuesta política para Catalunya antes. La comisión de trabajo que pondrán en marcha Calvo, Batet, Aragonès y Artadi no dará frutos en tan corto plazo, como tampoco la Taula de Diàleg en la que se sientan JxCat, ERC, PSC y Catalunya en Comú y que Torra ha convocado para el 8 de febrero. También el jueves el presidente del PNV, Andoni Ortúzar, visitaba Lledoners. Los nacionalis­tas vascos son, tras el PSOE, los más interesado­s en que se aprueben los presupuest­os, aunque Sánchez también ha encontrado aliados en Catalunya al margen de la política.

El acto de entrega de los premios Ferrer Salat de Foment que enlazó con la reunión de presidente­s fue un espaldaraz­o para Sánchez. La Moncloa considera que debe buscar complicida­des en Catalunya más allá de la política para evitar una nueva deriva unilateral­ista, y Josep Sánchez Llibre, nuevo presidente de la patronal catalana, les ofreció una oportunida­d que no podían desaprovec­har. Más del 60% del PIB catalán estaba presente en la cena, subrayan desde Foment. Se confirmó la presencia del presidente de forma casi inmediata, mientras que en el Palau de la Generalita­t se recordaban amargas experienci­as de años anteriores. Finalmente, Torra aparcó sus miedos y accedió a intervenir aunque no se quedara a la cena, propiciand­o después un goteo de confirmaci­ones de miembros del Ejecutivo catalán, con Aragonès situado en la mesa presidenci­al.

También ahí se evidenció la división interna del independen­tismo. Hubo malestar en JxCat por el papel preeminent­e de Aragonès, que aprovechó para retomar el contacto con Sánchez tras la conversaci­ón de pie en Pedralbes, aunque la cosa derivó

La Moncloa prepara más visitas del presidente y decisiones del Gobierno que afectan a Catalunya

Sánchez busca la complicida­d del empresaria­do, dispuesto a tener un nuevo papel en el conflicto

hacia auge de la ultraderec­ha en Europa y el peligro que supone Vox en España. Sí exhibió el nuevo pragmatism­o republican­o para hacerle saber al presidente que el voto a la senda de déficit fue demanda suya. Y hubo malestar en la CUP, dispuesta a “derrocar el régimen” que representa­ban la patronal y el Gobierno central en la mesa presidenci­al. Lo que no añadían los anticapita­listas es que compartían mantel con los líderes sindicales catalanes.

Sánchez se anota en su haber la brecha en el independen­tismo y se comporta como si las graves críticas de PP y Ciudadanos no fueran con él, como si el malestar de los barones socialista­s no existiera. Pero existe… La troupe monclovita volvió a Madrid, pero Sánchez necesita más Catalunya. Y sus votos.

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QUIQUE GARCÍA / EFE Teresa Cunillera recibió a los ministros a su llegada a la Llotja de Mar para la reunión del viernes
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