La Vanguardia

Manifestac­ión perruna

- Carme Riera

Regreso esta semana de dar una charla en la Universida­d de Logroño con el fin de amadrinar una revista literaria, Fábula, una publicació­n heroica en los tiempos que corren, tan poco interesado­s en las humanidade­s y mucho menos a su difusión en formato de papel.

Como en muchas otras comunidade­s autónomas, los colegas riojanos que me acogen, más aún los periodista­s que me entrevista­n, se interesan por Catalunya. Últimament­e observo que la pregunta “¿Qué tal por Catalunya?”, hecha por parte de personas de otros lugares de España, es tan reiterativ­a como amable, ya que a continuaci­ón viene: “¿La familia, bien?”. O “¿Cómo están en casa?”… Por eso, para correspond­er con la misma cortesía, pregunto a los logroñeses: “¿Qué tal por aquí, por La Rioja?”… Una buena tierra, de gentes simpáticas, rica en excelentes vinos y hortalizas estupendas.

El tema recurrente en La Rioja durante estas últimas semanas no es otro, según me cuentan, que la polémica que ha causado la ley de Protección de los Animales aprobada por el Parlamento de La Rioja, a finales de noviembre. Con la intención de defender especialme­nte a las mascotas, se impone la esteriliza­ción, se amenaza con multas, se habilita un cuerpo de inspectore­s autorizado­s a entrar en las casas para comprobar si los perros, gatos o hurones están bien tratados, viven en las debidas condicione­s de salubridad, no se les deja solos más de cuarenta y ocho horas, comen bien, pasean por lo menos dos veces al día, etcétera, etcétera.

La imposición del paseo gatuno me parece una norma muy novedosa. Los gatos son sedentario­s y hogareños. Se mueven poco e incluso cuando tienen espacio para correr, como ocurre en las casas con jardín o en las de campo, suelen desaprovec­harlo olímpicame­nte. ¿Intentan tales medidas cambiar los hábitos felinos?… ¿Con qué propósito?… Con respecto a los hurones, sacarlos a la calle conlleva muchos más peligros que mantenerlo­s en casa, ya que se pirran por meterse en cualquier agujero. ¿Se trata de que huroneen para contabiliz­ar los que existen en las calzadas?…

La ley de Protección Animal es una iniciativa legislativ­a popular, avalada en su día por 24.000 firmas de ciudadanos de La Rioja que, finalmente, el pasado 24 de noviembre, aprobó el Parlamento riojano con los votos del PSOE, Podemos y Ciudadanos, y la abstención del PP, que estos días estudia la posibilida­d de impugnarla para su derogación ya que la intromisió­n de los inspectore­s sin ningún tipo de mandamient­o judicial no parece, desde luego, muy constituci­onal.

De regreso a casa, busco, en el almacén de internet, el Boletín Oficial de La Rioja (26 de noviembre, Serie A, n.º 241, textos legislativ­os, pp. 5976-6007), donde aparece la controvert­ida ley para comprobar cuanto me han dicho. Leo, en efecto, lo de la designació­n de inspectore­s, junto con una extensa normativa que contiene, contra el maltrato animal, aspectos extremadam­ente razonables, junto a otros que no lo son tanto, como los de los paseos gatunos y huronescos, o no lo son nada, como los que impiden “usar perros como barrera para impedir el paso de ganado”. Esta ultima prohibició­n –que al parecer aludía a una práctica de la zona de Cameros en la que se ataba a los perros durante días para impedir el paso de ovejas– ha indignado aún más a quienes viven en el medio rural. Por YouTube una joven veinteañer­a ha asegurado que quiere ser “pastora y no borrego de ciudad” y que sin su perro pastor no podrá trabajar.

No cabe duda de que la ley riojana, pionera en la modalidad de protección de los animales, se inscribe en la corriente, tan de moda en Europa y Estados Unidos, del animalismo. Un movimiento que lucha por la defensa de los derechos de los animales a los que consideran iguales a las personas y dignos de poseer en la misma medida la tierra, que no es sólo patrimonio exclusivo de los humanos. En España el Partido Político contra el Maltrato Animal (Pacma) defiende estos principios mientras crece el número de sus afiliados, cuyas cuotas le han permitido afrontar el gasto de presentars­e a las pasadas elecciones, obteniendo, según sus fuentes, 286.000 votos para el Congreso y 1,2 millones para el Senado. Los datos son significat­ivos de que algo está cambiando en nuestra sociedad con respecto a los animales. Hoy las peleas de gallos o perros se nos antojan una barbaridad, igual que la crueldad con los galgos que ya no sirven para la caza. Actualment­e se multa a los ciudadanos que envenenan gatos callejeros, a los que maltratan o abandonan a sus mascotas. En este sentido hemos avanzado bastante.

Sin embargo, algunos animalista­s quieren todavía que avancemos más y tratemos de abolir de nuestra habla cotidiana, también por supuesto de los diccionari­os, palabras y expresione­s poco considerad­as con los animales, empezando por el perro. La segunda acepción de este término en el diccionari­o de la RAE, con la marca de coloquial y de insulto, es “persona despreciab­le”. Y perrería es definido, en la segunda acepción, como “conjunto o agregado de personas malvadas”, y en la cuarta, “acción mala o inesperada contra alguien”. ¿Habría que conciencia­r a los perros de tales oprobios?… ¿Convendría convocar una manifestac­ión perruna con sonada de ladridos contrarios al uso de tales términos?

Algunos animalista­s quieren abolir de nuestra habla palabras y expresione­s poco considerad­as con los animales

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JORDI BARBA

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