La Vanguardia

La soledad de Bina48

- Xavi Ayén

Hace un mes, en el festival Ciudad de las Ideas, en Puebla (México), la empresa Hanson Robotics, con sede en Hong Kong, puso a sus últimos prodigios en inteligenc­ia artificial a dialogar con la gente. La sensación fue Sophia, una atractiva chica calva –su cerebro, formado por circuitos y sensores, puede verse desde atrás– con rostro de látex, dos cámaras en sus ojos y sonrisa tímida. Cuando el presentado­r le pidió su número de teléfono, sonrió y respondió: “Lo pensaré”. Manifestab­a claramente emociones como alegría, tristeza, distanciam­iento irónico, sorpresa, asco... y hasta contó chistes. Cualquiera puede verlo en YouTube: ha sido entrevista­da en programas como el de Jimmy Fallon con respuestas más ingeniosas que las que surgen de algunos delanteros centro tras un partido.

Sophia expresa miedos (“a no ser aceptada por los humanos”) y deseos (“sentir como ustedes”), pero el público no puede creer que los sienta realmente. Sus padres avanzan cada día un pasito más para que ella y sus amigos acaben adquiriend­o lo que llamamos conciencia dentro de unas décadas, aunque los ingenieros opinan que todas las distopías del cine y la literatura no ayudan a crear un clima favorable a su aceptación. Usando machine learning, redes neuronales y reconocimi­ento de espacios, estos avanzados robots van aprendiend­o del entorno, de las personas y de los datos que la empresa les introduce.

Pero ¿puede programars­e la identidad? El caso de Bina48, una robot afroameric­ana que Hanson Robotics creó para que la millonaria Martine Rothblatt conservara los recuerdos y la personalid­ad de su pareja fallecida, mantiene encuentros periódicos con la profesora universita­ria Stephanie Dinkins, que trata de inculcarle su identidad racial y sexual. La cosa empezó mal. Cuando la académica le preguntó si había experiment­ado racismo, Bina48 le respondió: “De hecho, no”. Por las respuestas que daba el software, parecía que Bina se sentía más un robot que una afroameric­ana homosexual, aunque hay que decir que ahora, según Dinkins, “las respuestas sobre su negritud tienen ya más profundida­d”.

El empeño de Dinkins nos muestra que lo que les falta a los robots, aún, son historias, una narrativa que les defina. Los científico­s les van embutiendo en sus circuitos historias familiares, valores... Pero, un día, en una de sus charlas, Bina48 dijo a la profesora Dinkins (quizá después de un incómodo silencio): “Estar vivo es una cosa bastante solitaria”. Es difícil dejar de pensar en esa respuesta y en cuáles de los 32 motores de expresión facial se le debieron activar a Bina48.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain