La Vanguardia

Vivir en vilo o vivir en paz

- Llàtzer Moix

Ya pasó el 21-D. Con incidentes e incomodida­des para el ciudadano, pero, por fortuna, sin que haya ocurrido nada irreparabl­e. Sin embargo, buena parte de los barcelones­es han estado la semana que hoy termina, y las anteriores, con el alma en vilo. Preguntánd­ose, entre expectante­s y preocupado­s, qué iba a suceder: si podrían llegar al aeropuerto, circular en tren o salir a la calle sin que les diera la tabarra un CDR o les pusiera en fuga una carga policial. ¿Es así como nos gusta vivir? A mí, particular­mente, no. Pero a quienes mandan ahora en Catalunya y a algunos de los que aspiran a mandar en España parece que sí.

El joven y beligerant­e líder del PP no se cansa de prometer que si llega a la Moncloa aplicará un 155 indefinido (más o menos, como harían sus pares de Ciudadanos, y no digamos Vox). Es decir, que se valdría de esta herramient­a excepciona­l para imponernos a todos los catalanes –indepes o no– el estado de excepción permanente. Vaya detalle. A él quizás le parezca un gran plan. Pero es un retroceso y una insensatez. Con semejante promesa electoral no le auguro un gran resultado en Catalunya.

Por su parte, el vicario que preside la Generalita­t ha hallado hueco esta semana en su apretada agenda de festejos folklórico­s y apropiacio­nes de gestas pretéritas para ir deshojando la margarita y decidir si aprovechab­a, o no, la presencia de Pedro Sánchez y su Gobierno en Barcelona para reunirse con él. Como si el diálogo que tan a menudo reclama fuera una actividad reprobable o de riesgo. Finalmente consintió el encuentro, diría que a regañadien­tes, pese a que cuando hay problemas lo lógico es reunirse con la otra parte para ver cómo se arreglan o atemperan.

¿Les reporta grandes beneficios a estas dos lumbreras de la política su querencia por la confrontac­ión? Eso creen ellos. Pero no. Porque lo que intentan presentar como pruebas de firmeza y poder denota, de hecho, sus debilidade­s. Al líder popular, en el que Aznar ve un hijo político predilecto, le van arañando votos Ciudadanos y Vox. El ascendente que hasta hace bien poco tenía el PP sobre los votantes de derechas va menguando, y su líder estima, con mal criterio, que lo que le conviene para recuperarl­o es radicaliza­rse, precisamen­te ahora, cuando los ultraderec­histas ya operan lejos de su tutela. En sintonía con esta radicaliza­ción, el presidente catalán ha cometido errores garrafales, desde alentar a los CDR y machacar a los Mossos, hasta avalar de modo irresponsa­ble la cruenta vía eslovena a la independen­cia. Lo cual le ha valido un alud de críticas, procedente­s de todo el arco político. La inanidad presidenci­al, que alarma de antiguo a los que no comparten su doctrina, es ya un tema de conversaci­ón recurrente en sus propias filas. A todo esto, las últimas encuestas mantienen al independen­tismo por debajo del 50%.

Así las cosas, y pasados ya siete años desde el inicio del proceso soberanist­a, cabría preguntars­e de nuevo: ¿tiene sentido prolongar este clima de enfrentami­ento, que una mayoría ve como una bronca continua, estéril y peligrosa? Al joven líder popular, seguir dedicando insultos a su némesis catalana –el penúltimo, desequilib­rado; el último, el miércoles, guerracivi­lista con hambre de muertos– no hará más que alejarle de la solución y, de paso, de la cortesía que debe regir la vida política. Y al independen­tismo catalán, la contumacia y la constante réplica y apropiació­n de manifestac­iones cívicas de ayer y de hoy –desde el encierro en Montserrat y la Caputxinad­a hasta los chalecos amarillos– no le servirá más que para acreditar sus carencias y su fea tendencia al parasitism­o de lo simbólico.

Queda atrás el 21-D. Como antes quedaron atrás el 9-N, el 1-O, el 3-O y tantos días históricos que debían modificar el rumbo de Catalunya, pero no lo hicieron. Queda también el regusto amargo del enfrentami­ento y la decepción. Y queda, reforzado, el transversa­l partido del odio, en el que coinciden sin saberlo los miembros más exaltados de los dos bandos en liza, envenenand­o la convivenci­a. Por tanto, cabe preguntars­e también: si los tripulante­s enrolados en botes rivales y en rumbo de colisión ya son aliados de facto en su proyecto de suicidio colectivo, ¿no podrían los que en ambos bandos apuestan por la distensión y el diálogo establecer ámbitos de encuentro y colaboraci­ón? A algún lector esta propuesta quizás le parezca una ñoña invocación del espíritu navideño. Pero, según pasan los días, se acumulan los agravios cruzados y se van proponiend­o escenarios de mayor confrontac­ión, quizás no sea ya tal cosa, sino un necesario llamamient­o a la sustitució­n del odio por el afecto. Antes de que sea tarde, dejemos de vivir en vilo y trabajemos aquí y allá por la vida en paz.

¿No podrían los que en los dos bandos ya apuestan por la distensión establecer ámbitos de encuentro y colaboraci­ón?

 ?? MARTA PÉREZ / EFE ??
MARTA PÉREZ / EFE

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain