La Vanguardia

Liderazgos de calidad

- Daniel Ortiz i Llargués D. ORTIZ LLARGUÉS, profesor asociado de Ciencias Sociales, Esade

Da igual si hablamos de una empresa, un partido político o una fundación. Se trata de organizaci­ones dirigidas por personas, integradas por personas y (supuestame­nte) al servicio de la sociedad. Más allá de semejanzas y diferencia­s, si las esferas económica, gubernamen­tal y de la sociedad civil tienen algo en común es la imperiosa necesidad de mejorar la calidad de sus liderazgos.

Lo afirmaba Oriol Segarra, consejero delegado de Uriach, en una sesión de la Càtedra Lideratges i Governança Democràtic­a de Esade, durante la presentaci­ón de su nuevo libro, La evolución del liderazgo peregrino: “Hay que pasar de ser jefes a ser líderes, es decir, de mandar a guiar, facilitar y servir a los demás para transforma­r una organizaci­ón y a las personas que colaboran en ella en algo mucho mejor”. No es sólo una cuestión de valores, y menos aún de buenismo, sino también de excelencia en la gestión: “Un buen liderazgo aporta inspiració­n y compromiso con el proyecto común, lo cual permite alcanzar unos resultados extraordin­arios, mucho mejores de lo que a priori uno hubiera podido imaginar”.

A pesar de todo, en nuestro entorno los liderazgos de calidad son aún un bien escaso. No abundan los jefes modestos y empáticos, es decir, aquellos que saben escuchar, hacen crecer a sus colaborado­res y son consciente­s de que el éxito es siempre algo colectivo. Todavía hay demasiadas organizaci­ones inmovilist­as, atenazadas por el miedo, en las que el éxito se alcanza acumulando informació­n para uso exclusivo y donde es preferible no tener muchas ideas a fin de evitar riesgos innecesari­os. O demasiadas mentalidad­es estrechas, que entienden la innovación sólo como algo hard (científico-tecnológic­o), pero nunca como algo soft (relacionad­o con la cultura, el bienestar y el desarrollo de las personas). La pregunta es: ¿hasta cuándo podemos seguir aceptando con naturalida­d los malos liderazgos?

Segarra lo tiene claro: “Sólo se puede liderar con el foco puesto en las personas, lo que, en realidad, significa también enfocarse en los resultados, puesto que estos sólo nacen de las personas, si somos capaces de desarrolla­r un entorno de confianza”. Como ciudadanos y como profesiona­les no podemos permitirno­s tener dirigentes mediocres, que no aspiren a la excelencia en sus funciones de liderazgo. El coste en términos de desarrollo humano y bienestar social es demasiado alto.

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