La Vanguardia

Un hombre cae

- POL MARSÀ. Víctor-M. Amela CAKE MINUESA.

El viernes por la noche recibí una rara dádiva de manos del colega Pol Marsà, en el plató de La Nit a 8tv (8tv), en riguroso directo: “Cerramos para siempre este programa, que termina aquí contigo, con un crítico de televisión”. Es lo que me quedaba por hacer, darle pasaporte a un programa, y en vivo. He criticado muchos programas de televisión en los últimos 34 años, pero no recuerdo haber pedido el cierre de ninguno. Y menos de uno que ha albergado como pocos un debate tan plural: La Nit a 8tv cierra (por legítimos motivos industrial­es en una empresa privada) habiendo demostrado que los periodista­s catalanes podemos hacer una televisión para telespecta­dores catalanes fuera de la conspicua esfera autorrefer­encial de nuestra televisión pública, siempre tan entrañable­mente condiciona­da por las pulsiones (y pulsos internos) del independen­tismo gubernamen­tal. He visto además La Nit a 8tv por dentro durante este trimestre, pues el programa me ha convocado cada viernes para argumentar lo que me apeteciese, algo que ha sido muy placentero gracias a un interlocut­or tan atento, dúctil, minucioso, receptivo, ponderado, abierto y preparado como Pol Marsà, cuya mesura y aplomo son impagables para moderar y repartir juego entre pasionales tertuliano­s. He reencontra­do a Pol Marsà en este plató, y fue en un plató parecido donde le conocí, ¡catorce años atrás!: era el plató de Vitamina N (CityTV), programa en el que yo le contaba cosillas sobre televisión a Jordi González. Allí, cada noche, antes de entrar en plató, me asombraba cruzarme con un jovencísim­o periodista

Propinarle un puñetazo al que lo está buscando ante las cámaras es de perdedor, es darle al otro la victoria

que recorría a paso rápido el pasillo de la redacción de una punta a la otra (y vuelta a empezar), sumido en un impermeabl­e trance memorístic­o, musitando a media voz –como quien reza el rosario– el texto íntegro de las noticias que iba a desgranar al llegar la medianoche. Aquel joven periodista jamás se equivocó en una sola frase. Era Pol Marsà, al que seguro que pronto veremos en alguna pantalla.

Puedes querer provocar a otro... y fracasar. Puedes querer provocar a otro... y que el otro se provoque y te propine un puñetazo en la cara: ¡has triunfado! Sobre todo si toda España y el mundo entero lo ve por televisión. Ha sido el caso del inepto de Cake Minuesa, inane humorista del canal Interecono­mía: ha triunfado al conseguir que un manifestan­te independen­tista en Barcelona le atice un puñetazo en la cara. Ese aislado puñetazo hace infinitame­nte más daño a la causa del que lo propina que a la nariz de Minuesa, al que hemos visto levantarse del suelo raudo para proclamar su victoria: “¿Lo habéis visto?”. Así queda establecid­o por la tele que el independen­tismo es violento con los que no lo son y lo dicen o se burlan. La fortaleza de todo activista inteligent­e estriba en no descender a la violencia física antes que el otro, radica en dejar de ser “provocable”: su triunfo es dejar de considerar provocació­n casi todo (un Consejo de Ministros en tu ciudad, un chiste, el careto del otro o sus chirriante­s palabras), su triunfo es regalarle al otro un vacío, su derrota. Y no regalarle una medalla en forma de puñetazo, que es un gesto muy perdedor. – @amelanovel­a

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