La Vanguardia

Maquiavelo no era maquiavéli­co

Vicenç Villatoro ficciona unas conversaci­ones entre Savonarola y Maquiavelo en ‘Massa foc’

- MAGÍ CAMPS

Savonarola y Maquiavelo vivieron en Florencia a finales del siglo XV, cuando el poder de los Medici languidecí­a. Segurament­e no charlaron nunca, pero Vicenç Villatoro (Terrassa, 1957) ha querido hacerles hablar, reflexiona­r y contrastar dos modos casi opuestos de ver el poder. De esta idea, que nació en el 2001 y que acaba de escribir, nace Massa foc. Diàlegs extremamen­t apòcrifs entre Savonarola i Maquiavel (Pòrtic). “A partir de la relación de la contrarref­orma y la España del siglo de oro, me los imaginé como dos arquetipos: la modernidad reformista (Maquiavelo) y la reacción estamentar­ia de la contrarref­orma (Savonarola)”.

Villatoro observa cómo estos dos arquetipos se repiten a lo largo de la historia, y menciona un poema que habla de la guerra entre España y Estados Unidos por Cuba, en la que los dos bandos se explican así: “Un pueblo de soldados caballeros y una turba vil de mercaderes”. “Los primeros piensan en el valor, en el honor, no les importa morir; y los otros sólo piensan en comprar y vender, en vivir tan bien como puedan, que entronca con la moral del héroe y la del mercader –dice el autor–. Eso me interesó: unos tienen la razón, inamovible, y los otros están dispuestos a negociar por el bien común”. Y de aquí esta obra: “Quería hacer un libro sobre política que sirviera para explicar el siglo XV florentino, pero también para explicar cosas, de una manera indirecta, del siglo XIX, el XX y quizás el XXI”.

Es una cadencia que se repite en la historia: la destrucció­n del fuego o la limpieza del agua. “Yo creo”, dice Savonarola, y lo quiere quemar todo. “Yo dudo”, dice Maquiavelo, que sólo quiere limpiar las impurezas. Villatoro pone algunos ejemplos: “Los chalecos amarillos en París, la revolución castrista... mirados con estas gafas se entienden un poco más. Presento una hipótesis de interpreta­ción”.

“En la confrontac­ión de los dos aspectos, a veces pienso que quizá sí son necesarios procesos de sacudida. Cuando muere Fidel, pienso que no me gusta dónde ha llevado a Cuba, pero también creo que era necesario quitar a Batista. Hacen falta acciones de fuerza, pero no se han de perpetuar”, reflexiona. “Maquiavelo reprocha a Savonarola que defienda la ley pero que se la salte cuando le convenga. Y eso, proyectado al momento actual, tiene su lectura. Pero no es una novela en clave, no he pretendido hablar del momento actual. Sin embargo, debo decir que en los diálogos he puesto frases sacadas de los diarios: ‘La historia me absolverá’, ‘A este personaje lo hemos enviado a la basura de la historia’, ‘Es preferible el cumplimien­to de la ley que la preservaci­ón de la convivenci­a’.”

Pero Villatoro no engaña: “Yo quería hacer tres cosas: un libro sobre política, que se alimenta de mi relación con el periodismo y los medios de comunicaci­ón; la segunda, un libro de literatura, aunque el género no lo tengo claro, está más emparentad­o con mis novelas que con los artículos del diario; y la tercera,

El fuego purificado­r o el agua que limpia, “Yo creo” o “Yo dudo”: dos modos de entender la política

un artefacto narrativo, con la idea de que el narrador adopta historias para hablar de sus dudas”.

Hay una intención de dibujar la figura de Maquiavelo –con quien Villatoro se identifica más–, y aclara que la frase “el fin justifica los medios” es una simplifica­ción: “Es un joven entusiasta y construye un modo de ver cómo debería ser el mundo. Pero cuando escribe El príncipe, cuenta que el mundo de momento es así, y si quieres sobrevivir, está bien que sepas cómo va. Es una descripció­n y se ha tomado como si fuera una propuesta”.

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CÉSAR RANGEL Villatoro analiza el poder a través de dos miradas contrapues­tas

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