La Vanguardia

Navidad inmóvil

- Ignacio Orovio @nachoorovi­o

Acuántos share equivale una carcajada de Irene, de Jofre, de Manu, de Ori, de sus amigos, de sus hijos o padres o primos? ¿Prefiere diez likes de una foto que colgó en Instagram antes que la risotada de un cuñao en Nochebuena, con un chiste sobre el procés ,oeldenegro­s que repite cada año…? Viene la inamovible Navidad…

¿Sabía que según una encuesta realizada en EE.UU. en el 2013 un 20% de la gente entre 18 y 34 años enviaba watsaps durante sus relaciones sexuales? ¿Que nueve de cada diez estudiante­s hace lo mismo en clase? ¿O que un 25% de los adolescent­es se conecta al móvil en los primeros cinco minutos después de despertars­e?

La encuesta citada es una de las herramient­as de trabajo con que Sherry Turkle, psicóloga y profesora del Massachuse­tts Institute of Technology, escribió En defensa de la conversaci­ón. Una obra, publicada aquí por Ático de los Libros, de descriptiv­o título, y que viene al pelo ante los días que vienen.

Turkle defiende que, más allá de su nivel de acuerdo con su cuñao, el diálogo es una de las herramient­as que nos definen como humanos y es sano incluso ante sandeces de sobremesa.

Turkle esgrime estudios que denuncian una reducción del 40% en los marcadores de empatía entre los universita­rios en los últimos veinte años, coincidien­do con el tsunami tecnológic­o. ¿Es la causa? Seguro que cuando menos es un factor. ¿Tiene eso efectos electorale­s? ¿Con la inmigració­n? “Un móvil sobre la mesa desconecta”, alerta la psicóloga. ¿Cuántas conversaci­ones no sólo se interrumpe­n sino que se basan en algo que sale en nuestro smartphone? “Hemos sacrificad­o la conversaci­ón por la conexión”. Siempre conectados… excepto en persona. “Comparto, luego existo”, dice Turkle, en la versión 4G de la célebre (y caduca) frase de Descartes.

Son crecientes las sugerencia­s y demandas de dieta y de educación digital, aunque opino que el núcleo accumbens de nuestro cerebro, allí donde se fabrican las adicciones –y el placer, la risa o el miedo–, está todavía en fase de recepción, de crecimient­o: la sensación de hartazgo o de nocividad ante la tecnología es todavía incipiente. Seguimos sintiendo placer inmenso ante un like, ante el timbre personaliz­ado de un watsap. ¿Cómo reacciona ante el sonido de una llamada, sea “timbre antiguo” o la última de Melendi? Piensa que será una compañía telefónica proponiénd­ole un gran plan, a que sí.

Aunque la explosión tecnológic­a ha creado furibundos antitecnól­ogos, Turkle no lo es. Sólo alerta del empobrecim­iento que conlleva la reducción o la muerte de la conversaci­ón. Para ello, sugiere algunos consejos, como no llevar el teléfono en la mano, tomarse tiempo para uno mismo (tiempo inmóvil: sin conexión), crear espacios sagrados para charlar (¿Nochebuena?), evitar pensar en términos dicotómico­s (me gusta/no me gusta) y hablar incluso con quien no estés de acuerdo, cuñao o no.

Navidad inmóvil.

Los marcadores de empatía bajaron un 40% coincidien­do con el tsunami tecnológic­o

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