La Vanguardia

El baile de la tierra

Telmo Esnal dirige a 250 bailarines vascos en ‘Dantza’, un filme colorista y ancestral

- FERNANDO GARCÍA

La película que el guipuzcoan­o Telmo Esnal estrena este fin de semana no resulta fácil de etiquetar. No es exactament­e ficción, pero tampoco un documental. Y es muda, pero habla de casi todo: el ciclo del campo desde la siembra hasta la cosecha, la vida de los pueblos, la evolución de la tierra y del hombre, las estaciones del año, el día y la noche… Lo hace a base de cuidadas y coloristas coreografí­as que recuperan y actualizan piezas de música y baile del País Vasco. Se trata de Dantza, largometra­je de hora y media que su director define como “una historia bailada”.

Más de 250 bailarines de 15 compañías participan en el espectácul­o, que arranca con una bella escena de labranza al amanecer sobre un paisaje desértico

“Un viaje a los ancestros que cuenta de dónde venimos y hacia dónde no deberíamos ir”

de las Bardenas Reales. Le sigue una sucesión de variadas secuencias en las que unas veces destacan los elementos -el agua o el fuego y siempre la tierra- y otras, la relación de lucha o armonía entre los danzarines. Siempre con presencia de elementos de gran fuerza simbólica, unos evidentes y otros más sutiles. Cintas y cuerdas, espadas y broqueles, frutos y flores o aperos de labor sitúan al espectador en un relato que es también “un viaje a los ancestros que te cuenta de dónde venimos y adónde vamos… o al menos hacia dónde no deberíamos ir”, señala el director.

Esnal subraya las aportacion­es de otros responsabl­es de un proyecto que empezó a materializ­arse allá por el 2012 y cuyo rodaje requirió todo un año: no sólo por su complejida­d sino por las limitacion­es de tiempo de los bailarines –ninguno profesiona­l porque en este tipo de danza no existe tal cosa– y por la necesidad de contar con tomas de las distintas estaciones del año y en lugares muy diversos. “Tanto la composició­n de los bailes y las músicas como la investigac­ión de las simbología­s de lo uno y lo otro me vinieron dados por el trabajo del folclorist­a y coreógrafo Juan Antonio Urbeltz y de su esposa y gran colaborado­ra Marian Arregi (ya fallecida)”, explica. La faceta estética de la cinta –vestuario, color y juego de espacios- se debe por su parte al escultor Koldobika Jauregi.

El director renuncia a sacar pecho identitari­o por lo que, además de una película, es un acto de rescate y difusión del patrimonio cultural de su país. “Nos miramos demasiado el ombligo”, dice. “Porque estas danzas son vascas, sí, pero tienen mucho de universal”, afirma. Se refiere a los símbolos, los objetos y las fórmulas o los mo- vimientos de baile –como el branle-, algunos de ellos comunes a los de distintas danzas folclórica­s de distintos países de Europa, Asia y Eurasia.

El realizador tampoco quiere presumir de pureza en las coreografí­as y músicas del filme, donde por otra parte los arreglos saltan a la vista y al oído. Parte de las composicio­nes de danza son nuevas, y los ritmos de algunas piezas musicales se han ajustado. “Hay que preservar, pero también aprovechar los nuevos medios”, defiende. Eso sí, para adaptar las esencias “primero hay que conocerlas a fondo”. El resultado: una alta calidad.

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TXINTXUA FILMS / ACN Fotograma de Dantza, largometra­je del guipuzcoan­o Telmo Esnal

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