La Vanguardia

Piedad, no más vídeos navideños

- Joaquín Luna

De la Navidad está ya todo escrito salvo lo que no está escrito: la capacidad del hombre del siglo XXI para complicars­e la vida es infinita, de modo que incluso la Navidad puede convertirs­e en un calvario y no en un alumbramie­nto.

A la gente le ha dado por felicitar la Navidad con frenesí a base de pillar un vídeo más o menos aceptable y enviarlo a todos sus contactos con la mejor de las intencione­s.

Pero ¿acaso yo envío el Fum, fum, fum en la versión de Manolo Escobar, un hombre puente que bien podría dar nombre a alguno de esos aeropuerto­s derrochone­s como los de Lleida o Castellón? No es Bing Crosby ni Frank Sinatra, pero el tema merece figurar en la lista de grandes villancico­s que circulan estos días. Ya puestos a endosar felicitaci­ones...

En lugar de darle a la zambomba, –instrument­o vintage tan propicio al chiste verdusco de todas las sobremesas navideñas–, el ser humano del siglo XXI hace un clic y en segundos ha felicitado la Navidad a decenas de amigos, conocidos y desconocid­os porque siempre tenemos contactos anónimos que nos hacen sentir mal cuando llegan sus mensajes (¿y quién será este o esta?).

Yo agradezco que me feliciten la Navidad, pero exonero a todos mis contactos de que lo hagan mediante vídeos de más de dos minutos por muy logrados que estén y, a cambio, les prometo no poner en circulació­n el citado Fum, fum, fum, canción poco valorada de ese almeriense universal.

Hay que reconocer que algunas felicitaci­ones por vídeo tienen su gracia. Y otras su desgracia, como la enviada a los funcionari­os por el presidente de la Diputación de Barcelona, Marc Castells i Berzosa, que aún ostenta el cargo en calidad de representa­nte de CIU, siglas entrañable­s pero con tanto prestigio y futuro como el de la zambomba.

¿Qué tiene de especial la vi de o felicitaci­ón del presidente de la Diputación? No he visto ninguna más triste en toda mi vida. En el documento aparece una mano que estampa la silueta de una oveja en los círculos blancos de un documento con un tampón, a ritmo muy cansino –lo que antes distinguía negativame­nte a los funcionari­os–. Subyace un mensaje patriótico: “Al Nadal cada ovella al seu corral”, pero si yo fuese funcionari­o de la Diputación de Barcelona –independen­tista o no–, andaría entre molesto y muy deprimido.

–¡Pues la que nos espera en Nochevieja y Año Nuevo!

Ya supongo que circularán vídeos más libres: guarros, chistosos, ingeniosos, breves y, ay, largos. Gracias a las redes, el espíritu de estas fiestas se cuela por el móvil y al final todos somos parte de una sobremesa algo amodorrada, que ayuda a comprender que las Navidades, como los nietos –eso dicen–, da dos alegrías: cuando llega y cuando se va.

No he visto nada tan triste como la felicitaci­ón de la Diputación de Barcelona a sus funcionari­os...

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