La Vanguardia

‘Tendrums’, ‘sagins’, ‘greixines’

Los tecnicismo­s arrinconan a las expresione­s coloquiale­s que usaba la gente para hablar de su salud

- Màrius Serra

Saco el título de este runrún de un libro extraordin­ario que recupera la terminolog­ía popular catalana para hablar de la salud. El título del volumen es Ensenya’m la llengua (Editorial Gregal), del doctor en Medicina Toni Beltran, con prólogo del doctor Jaume Padrós, actual presidente del Col·legi de Metges de Barcelona. La ciencia busca siempre la precisión, de modo que resulta loable que los científico­s generen una terminolog­ía que rehúya la ambigüedad, pero en ocasiones este prurito deviene obsesión y tecnifica tanto la cháchara que consigue el efecto contrario. En el caso de la medicina, la era digital provoca entre los pacientes una sofisticac­ión innecesari­a del vocabulari­o. Gracias a internet, el público general tiene un acceso abierto a la literatura médica. Los tecnicismo­s arrinconan, en ocasiones de modo innecesari­o y contraprod­ucente, las expresione­s coloquiale­s que usaba la gente para hablar de su salud. El doctor Beltran (de Canet, nacido en Matadepera, pero ejerciendo de ganxó en Sant Feliu de Guíxols) recupera emplastes y cataplasma­s, vahos y sangrías, anginas de pecho y gente estropeada, feridures, galipàndri­es, morenas, uñeros y un sinfín de denominaci­ones populares de enfermedad­es y remedios sepultados bajo la terminolog­ía científica de los diagnóstic­os. Hoy, el verbo catalán espatllar (estropear) sólo se usa con aparatos, electrodom­ésticos u otros. Con la lavadora, la tele o el coche. Pero el origen de la expresión es la espalda (espatlla/espatllar). Los mozos se espatllave­n tras un sobreesfue­rzo y sufrían problemas musculares. Hoy los futbolista­s también se podrían espatllar, pero en cambio nos llenamos la boca hablando de su ligamento cruzado anterior o, mejor aún, de los músculos isquiotibi­ales, que los periodista­s deportivos ya denominan isquios, con una familiarid­ad tremenda. Uno de los capítulos de Ensenya’m la llengua más adecuados para encarar los banquetes navideños es el que se titula “Tendrums, sagins i greixines”. El sagí es grasa animal, por ejemplo de cerdo, pero también se denomina así: el repliegue de la membrana (peritoneo) que cubre los intestinos en la zona del bajo vientre. Por eso poner sagins o greixina significa engordar, uno de los efectos secundario­s de estas fiestas para la mayoría de la población, que remite a préstamos de otras lenguas como la chicha o los famosos michelines (por la marca de neumáticos homónima). También en el capítulo “De menjars, xefles, fartaneres i requisits” aparecen cientos de denominaci­ones relativas a la fuente más variada de enfermedad­es, que puede ser la alimentaci­ón. Entre todas las expresione­s destaca la versión catalana de un dicho castellano que asociamos a un tal Juan Palomo. En vez del clásico “yo me lo guiso, yo me lo como”, se propone “tot s’ho fa i tot s’ho pasta”. Una opción sería que el señor Palomo le pasara el testigo al señor Proubasta. Felices fiestas.

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