La Vanguardia

El azote de Xi Jinping

El artista chino Badiucao, exiliado en Australia, caricaturi­za las vergüenzas del régimen comunista

- ISMAEL ARANA Hong Kong. Correspons­al

Las caricatura­s de Badiucao no se andan por las ramas. Son desafiante­s, incisivas, mensajes directos que no necesitan de palabras para entenderse. Combinando las gruesas líneas del expresioni­smo alemán con la fuerza del rojo y negro de los carteles de la propaganda comunista china, este artista de Shanghái tira de sátira e ironía para señalar en sus dibujos las injusticia­s de este mundo y sacarle los colores al régimen comunista chino. Arte al servicio de su activismo político.

“El auge de los populismos, Trump, el Brexit, la expansión del modelo de gobierno chino o la crisis de los refugiados en Europa. Es como si el mundo se dirigiera hacia el caos”, explica por teléfono desde Australia, país del que obtuvo la nacionalid­ad hace un tiempo. “Como ser humano y como artista, no hay excusa para mantenerse al margen y no tomar partido, está en juego la lucha por la libertad y los derechos humanos”.

Pero si su obra es famosa y fácilmente reconocibl­e, a Badiucao no se le conoce rostro, nombre ni apellidos. Tan sólo su firma, un pseudónimo carente de significad­o. “Es por mi seguridad y la de mi familia. No sería la primera vez que el Partido Comunista chino va a por un creador que no es de su agrado”, asegura recordando casos como el de Ai Weiwei o el caricaturi­sta Rebel Pepper, ambos exiliados en el extranjero tras sufrir las iras de las autoridade­s por su trabajo.

Desde luego, razones para desconfiar y ser precavido no le faltan. Sin ir más lejos, el pasado noviembre, la inauguraci­ón de su exposición en solitario en Hong Kong –titulada Gongle– fue anulada por “las amenazas de las autoridade­s chinas”, según dijeron en un comunicado los organizado­res,

que tomaron esta decisión ante la preocupaci­ón de no poder garantizar la seguridad del evento. Badiucao ya había renunciado a asistir al acto de apertura, al que también estaban invitados, entre otros, dos integrante­s del grupo feminista ruso Pussy Riot o el famoso activista prodemocrá­tico local Joshua Wong.

La muestra preveía mostrar parte de la obra más política del autor, que utiliza rostros populares como los de Mao Zedong, Liu Xiaobo o Donald Trump y símbolos universale­s como el hombre del tanque de Tiananmen o el osito Winnie the Pooh (al que muchos internauta­s comparan con el presidente chino, Xi Jinping) para denunciar con un punto de humor las injusticia­s del mayor régimen de partido único del planeta.

Nacido en los años 80 en Shanghái, Badiucao tuvo una infancia típica en la que la política no figuraba entre sus prioridade­s. Pero eso cambió en la universida­d, cuando un compañero descargó de internet un vídeo en el que alguien había insertado un documental sobre la masacre de Tiananmen. “Hasta entonces había llevado una vida anodina, centrado en estudiar para conseguir un buen trabajo y sin pelear por ninguna causa. Pero esos estudiante­s que salían en el documental querían cambiar China y sacrificar­on por ello sus propias vidas. Aquel día, algo hizo clic en mi cabeza y decidí que yo también tenía que hacer algo”.

La primera oportunida­d le llegó en el 2011, cuando se produjo un choque entre dos trenes de alta velocidad en Wenzhou. En aquel momento, la internet del gigante asiático no estaba tan monitoriza­da como ahora y había cierto espacio para que las personas expresaran sus ideas. Muchos usuarios de Weibo (el Twitter chino) cuestionab­an abiertamen­te la versión del Gobierno sobre lo sucedido y él decidió tomar parte en el debate. “No soy bueno con las palabras, así que lo hice dibujando”, asegura.

A e a viñeta inicial le siguieron much s otras con las que comentaba c estiones de actualidad o escánda os de la clase gobernante, lo que e sirvió para ganar cientos de seguidores. Para desgracia suya, esa popularida­d también atrajo la atención de los censores, que llegaron a cancelarle hasta 30 cuentas diferentes en los siguientes años.

En la actualidad, la extrema sofisticac­ión y el desarrollo de la Gran Muralla Digital china le ha obligado a agudizar el ingenio para conseguir que sus dibujos duren todo lo posible en el ciberespac­io chino antes de ser eliminados. “Lo ideal es conectar algo popular y en apariencia inofensivo con una causa superior. Si lo permiten, está bien porque llega a la gente, que se reirá de ello; y si lo borran, provocan un efecto rebote que llama la atención y los pone en evidencia. Pase lo que pase, el artista gana”, asegura el artista, poniendo como ejemplo el caso del tierno osito Winnie the Pooh, cuya supuesta analogía con el líder chino lo ha convertido en todo un icono a costa de ser desterrado por los censores de las redes sociales chinas.

Además de en sus perfiles de Twitter e Instagram, Badiucao publica sus creaciones con regularida­d en portales de noticias como

China Digital Time so Hong Kong Free Press, colabora puntualmen­te con organizaci­ones de la talla de Amnistía Internacio­nal o expone en galerías y museos. Aún así, reconoce que esto no es suficiente para ganarse la vida y que tiene otros trabajos más mundanos con los que llegar a fin de mes. Su familia, que sufrió en carne propia los desmanes de una revolución cultural (1966-1976) que mató a sus abuelos, también le apoya, aunque hubieran preferido que su vida tomara otros derroteros.

Desde su exilio autoimpues­to, Badiucao se conjura para seguir trabajando en pos del cambio, aunque es consciente de que lo tiene muy difícil. “China se ha convertido en una auténtica dictadura digital, donde el poder moviliza todos sus recursos para ganarse el corazón de los jóvenes y dar su versión de la historia”, asegura. “A menos que esa juventud logre una mayor exposición al mundo real, no se va a producir un giro en el rumbo del país”.

A su parecer, tampoco presagia nada halagüeño la postura de ciertos países y multinacio­nales occidental­es, dispuestas a hacer la vista gorda en temas como el respeto a los derechos humanos a cambio de lograr acceder al jugoso mercado chino. “Me destroza ver cómo empresas como Google, que debería liderar la lucha por una internet libre para todos, está dispuesta a colaborar con la censura china para obtener beneficios –denuncia–. Son decisiones que, a corto plazo, no traen cambios positivos y que, a la larga, servirán para legitimar un sistema antidemocr­ático que luego corre el riesgo de ser exportado al resto del mundo. Es inaceptabl­e”.

En la universida­d vio un vídeo sobre Tiananmen; fue su despertar político: “Aquellos estudiante­s querían cambiar China”

“China se ha convertido en una auténtica dictadura digital”, dice el artista, que ve difícil un giro

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BADIUCAO / TWITTER Arte denuncia “El socialismo con caracterís­ticas chinas entra en una nueva era”, dice arriba, donde se ve a Mao Zedong, a Deng Xaoping, Jiang Zemin, Hu Jintao y Xi Jinping; abajo, el famoso hombre del tanque de Tiananmen
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