La Vanguardia

Dejarse querer

- Miguel Ángel Aguilar

La expresión “al día siguiente” ha ido cayendo en desuso a favor de una versión traducida doblemente “el día después”, que procedería de la inglesa “the day after” que para nada es equivalent­e. Porque conviene señalar que cuando decimos al día siguiente nos estamos refiriendo, sin más, al día que viene a continuaci­ón, conforme a la mera e inevitable sucesión cronológic­a del calendario; mientras que cuando hablamos del día después ponemos el pie en la huella indeleble dejada por el acontecimi­ento registrado el día anterior. En esa línea, el sábado 22 de diciembre amerita ser más que el día siguiente al Consejo de Ministros, convocado en Barcelona por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el día después, “the day after”, de su celebració­n. Porque a la neutralida­d ordinal de la cronología astronómic­a se le suma el valor añadido del evento que viene a transforma­r el día siguiente en el día después.

La convocator­ia del Consejo quería ser un acto de deferencia, de aproximaci­ón afectuosa, a Catalunya y a su capital, la ciudad de Barcelona, que tantas veces claman por sentirse poco queridas. Pero, según se iba acercando la fecha, se agudizaba la percepción por parte del Govern de que se trataba de una provocació­n. Todos los preparativ­os eran de protección y ánimo a los alborotado­res para que apretaran, brindando una tamborrada sonora con acompañami­ento de cortes de carreteras, bloqueo de calles, cerco a la Llotja y creación del efecto de sitio al enemigo indeseado.

Nunca se hubiera pensado en una recepción con el itinerario del aeropuerto al palacio de Pedralbes lleno de escolares a uno y otro lado agitando banderitas como acostumbra­n a disponer las autoridade­s chinas o como brindaron las del régimen franquista al presidente Eisenhower el 21 de diciembre de 1959, tampoco se esperaba un bando de la alcaldesa Colau al modo de los que gastaba el viejo profesor Tierno Galván, pero de ahí al esfuerzo por hacer sentir toda la hostilidad posible al presidente Sánchez media una distancia. ¿Es esta la forma que tienen Barcelona y Catalunya de dejarse querer? Decía un monseñor, de cuyo nombre no quiero acordarme, que “donde no hay amor, pon amor y hallarás amor”. Continuará.

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