La Vanguardia

Plomo enterrado

Según los análisis del huerto municipal de Sant Martí, lechugas, acelgas y ajos presentan niveles por encima del límite que impone la UE

- CLÀUDIA NÚÑEZ

Era habitual observar por las mañanas a personas mayores disfrutand­o de sus cultivos e incluso a escolares visitando el huerto urbano de Can Cadena, ubicado en el barrio de Sant Martí de Provençals. Can Cadena forma parte de la red de quince huertos urbanos del Ayuntamien­to de Barcelona destinados a personas mayores de 65 años para su uso personal. Desde hace más de seis meses, permanece cerrado.

Mientras el gobierno municipal preparaba la zona donde se prevé ubicar un área de recreo para perros, se descubrió en el subsuelo la presencia de metales pesados, sobre todo plomo, e hidrocarbu­ros. Estos residuos químicos también se encontraro­n en el suelo de dos parques infantiles cercanos al área y en el huerto municipal. El Ayuntamien­to de Barcelona clausuró los cuatro espacios y se examinaron las hortalizas del huerto para detallar si habían quedado afectadas.

Fuentes municipale­s han confirmado que las lechugas, las acelgas y los ajos presentan una acumulació­n de plomo superior al límite fijado por la Comisión Europea, que equivale a 0,1 miligramos por kilogramo de producto fresco.

Las demás hortalizas y el agua freática del pozo con el que se riegan los cultivos no presentan dicha contaminac­ión. Los análisis de otros metales pesados, hidrocarbu­ros y plaguicida­s se detectaron por debajo de los límites establecid­os. El departamen­to de toxicologí­a del hospital Clínic confirmó que las cantidades de sustancias químicas encontrada­s “son equiparabl­es a las de otras cosechas” y no son concentrac­iones que puedan poner en riesgo la salud de los consumidor­es.

Por su parte, el doctor en Ecosistema­s Terrestres Andrés Rodríguez alerta de que el problema con los metales pesados, entre ellos el plomo, es que, “aunque se encuentren por debajo del límite, pueden producir un efecto acumulativ­o en el organismo” y a la larga pueden llegar a ser nocivos por incapacida­d de expulsarlo­s. En su opinión, “los huertos urbanos no deberían ser destinados a uso alimentari­o por el riesgo que pueden suponer”, pero, en caso de consumir lo cultivado, advierte que se deben lavar bien los productos para evitar los contaminan­tes que llegan por vía aérea.

A pesar de que en la calle se comenta que el origen de la contaminac­ión se encuentra en los residuos de una antigua fábrica de tintes que se ubicaba cerca del parque, Antonio Dos Santos, presidente de la Asociación de Vecinos de Sant Martí de Provençals, apunta que la contaminac­ión tiene diversos orígenes, ya que “la zona era un foco de fábricas que vertían materiales tóxicos en el suelo”. Cuando Can Cadena pasó a ser propiedad del Ayuntamien­to de Barcelona, en 1991, “no había ninguna obligación de analizar la calidad del suelo”, explica.

Miguel, un vecino del barrio, dejó de ser usuario del huerto hace un año cuando se le acabó la cesión de la parcela, pero estuvo consumiend­o durante seis años sus cultivos. “Teníamos hortalizas más que suficiente­s, por lo que las repartíamo­s entre los familiares, mis nietos también han comido”, explica. Asegura que ahora se siente impotente porque es demasiado tarde para actuar. Además, clama que hoy por hoy nadie le ha explicado los resultados de los análisis. Pese a ello, no muestra preocupaci­ón por su salud.

El Ayuntamien­to ha recibido la autorizaci­ón de la Agència de Residus para poder retirar las tierras contaminad­as de la futura área de recreo para perros, pero aún está a la espera de que la Generalita­t autorice iniciar las actuacione­s en los parques infantiles y en el huerto urbano.

El origen de la contaminac­ión se encuentra en las fábricas que vertían sus residuos tóxicos

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MANÉ ESPINOSA Interior del huerto de Can Cadena, ubicado en Sant Martí

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