Plomo enterrado
Según los análisis del huerto municipal de Sant Martí, lechugas, acelgas y ajos presentan niveles por encima del límite que impone la UE
Era habitual observar por las mañanas a personas mayores disfrutando de sus cultivos e incluso a escolares visitando el huerto urbano de Can Cadena, ubicado en el barrio de Sant Martí de Provençals. Can Cadena forma parte de la red de quince huertos urbanos del Ayuntamiento de Barcelona destinados a personas mayores de 65 años para su uso personal. Desde hace más de seis meses, permanece cerrado.
Mientras el gobierno municipal preparaba la zona donde se prevé ubicar un área de recreo para perros, se descubrió en el subsuelo la presencia de metales pesados, sobre todo plomo, e hidrocarburos. Estos residuos químicos también se encontraron en el suelo de dos parques infantiles cercanos al área y en el huerto municipal. El Ayuntamiento de Barcelona clausuró los cuatro espacios y se examinaron las hortalizas del huerto para detallar si habían quedado afectadas.
Fuentes municipales han confirmado que las lechugas, las acelgas y los ajos presentan una acumulación de plomo superior al límite fijado por la Comisión Europea, que equivale a 0,1 miligramos por kilogramo de producto fresco.
Las demás hortalizas y el agua freática del pozo con el que se riegan los cultivos no presentan dicha contaminación. Los análisis de otros metales pesados, hidrocarburos y plaguicidas se detectaron por debajo de los límites establecidos. El departamento de toxicología del hospital Clínic confirmó que las cantidades de sustancias químicas encontradas “son equiparables a las de otras cosechas” y no son concentraciones que puedan poner en riesgo la salud de los consumidores.
Por su parte, el doctor en Ecosistemas Terrestres Andrés Rodríguez alerta de que el problema con los metales pesados, entre ellos el plomo, es que, “aunque se encuentren por debajo del límite, pueden producir un efecto acumulativo en el organismo” y a la larga pueden llegar a ser nocivos por incapacidad de expulsarlos. En su opinión, “los huertos urbanos no deberían ser destinados a uso alimentario por el riesgo que pueden suponer”, pero, en caso de consumir lo cultivado, advierte que se deben lavar bien los productos para evitar los contaminantes que llegan por vía aérea.
A pesar de que en la calle se comenta que el origen de la contaminación se encuentra en los residuos de una antigua fábrica de tintes que se ubicaba cerca del parque, Antonio Dos Santos, presidente de la Asociación de Vecinos de Sant Martí de Provençals, apunta que la contaminación tiene diversos orígenes, ya que “la zona era un foco de fábricas que vertían materiales tóxicos en el suelo”. Cuando Can Cadena pasó a ser propiedad del Ayuntamiento de Barcelona, en 1991, “no había ninguna obligación de analizar la calidad del suelo”, explica.
Miguel, un vecino del barrio, dejó de ser usuario del huerto hace un año cuando se le acabó la cesión de la parcela, pero estuvo consumiendo durante seis años sus cultivos. “Teníamos hortalizas más que suficientes, por lo que las repartíamos entre los familiares, mis nietos también han comido”, explica. Asegura que ahora se siente impotente porque es demasiado tarde para actuar. Además, clama que hoy por hoy nadie le ha explicado los resultados de los análisis. Pese a ello, no muestra preocupación por su salud.
El Ayuntamiento ha recibido la autorización de la Agència de Residus para poder retirar las tierras contaminadas de la futura área de recreo para perros, pero aún está a la espera de que la Generalitat autorice iniciar las actuaciones en los parques infantiles y en el huerto urbano.
El origen de la contaminación se encuentra en las fábricas que vertían sus residuos tóxicos