La Vanguardia

Una estadounid­ense relata su brutal violación en Facebook

El presunto agresor fue detenido en Madrid tras la denuncia

- CELESTE LÓPEZ Madrid

“Nunca pensé que algo como esto me podría suceder. He viajado sola durante años. En todo tipo de países e innumerabl­es ciudades. Soy fuerte, inteligent­e e independie­nte. Nada de eso importa cuando estás a merced de un hombre que quiere lastimarte”. Andrea Sicignano, estadounid­ense de New York y afincada en Madrid desde hace seis meses, nunca se imaginó que pudiera ser golpeada y violada por un tipo que se ofreció a ayudarla en mitad de la noche en el barrio madrileño de Aluche.

Destrozada por dentro y por fuera, ha contado su historia en Facebook con el fin de que sirva para evitar nuevas agresiones. Una historia dirigida a mujeres –“No bajen nunca la guardia”– y a los hombres, a los que suplica que respeten a las mujeres. Los hechos ocurrieron el pasado 9 de diciembre y el presunto agresor fue detenido tres días después. Está en la cárcel. Cuenta con nueve antecedent­es penales, ninguno por agresión sexual.

Andrea, de 27 años, “necesita” contar lo que ocurrió esta madrugada del 9 de diciembre, cuando tras estar en un tablao flamenco con un amigo y tras beber mucho (“los dos estábamos borrachos”, se sincera) se separaron a eso de las 4 de la madrugada para regresar cada uno a su casa. Pero ella se equivocó de línea de autobús y terminó en una zona que no conocía. Era el barrio de Aluche. En la última parada se bajó y se puso a mirar cómo regresar a su casa. Un hombre que también había viajado en ese bus se ofreció a ayudarla. Entonces, ella vio la luz... O eso pensaba. Pero la pesadilla acababa de empezar.

“No está claro exactament­e qué sucedió, pero tan pronto como comencé a darme cuenta de que podía estar en peligro, intenté irme. Pero este hombre se volvió contundent­e y violento conmigo. Mientras luchaba, comenzó a golpearme. Yo gritaba y luchaba con todas las fuerzas que podía reunir. Traté desesperad­amente de alcanzar mi teléfono”, pero se lo había quitado. Estaba sola en mitad de la noche, en la parada de un autobús de una línea que ya no estaba operativa y sola.

Él la golpeó una y otra vez hasta que ella dejó de luchar. “No pude gritar más. Apenas podía ver a través de la sangre en mis ojos. Estaba segura de que me iba a matar. Finalmente cerré los ojos. Y con la esperanza de que dejara de pegarme, fingí estar muerta. No sé cuánto tiempo pasó antes de que finalmente pude abrir los ojos. Cuando lo hice, él había desapareci­do”. “Me violó”.

“Cegada por la sangre y la oscuridad, me incorporé y comencé a agarrar mis cosas”, relata. Sus medias, sus zapatos... todo estaba tirado por los alrededore­s.

Y se puso a correr en busca de ayuda. Pasaron algunos coches, pero nadie le hizo caso. Hasta que uno se ofreció a ayudarla y llamó a la ambulancia. En el hospital, nadie dudó de su palabra, tales eran las evidencias. Le curaron el ojo, totalmente cerrado y ensangrent­ado, y la nariz, fragmentad­a por cuatro sitios.

Los facultativ­os llamaron a la policía, que horas después la llevaron al lugar de la violación para recoger pruebas. Tres días después, el presunto agresor era detenido en el barrio de Carabanche­l gracias a la descripció­n que ella había dado. En la rueda de reconocimi­ento, Andrea no dudó en identifica­rle. Le había visto demasiado bien.

Tras estas duras semanas, Andrea ha encontrado un alivio, “seguir viva”. Y, por ello, quiere convertir esta durísima experienci­a en algo que ayude a otras personas: “Esto es real, sucedió, sucede y desafortun­adamente, seguirá sucediendo. Por favor, nunca pienses que no te puede pasar (...). No dejaré que esto rompa mi espíritu. Esa noche no me definirá. Me niego a dejar que este hombre me despoje de mi independen­cia como mujer. Pero las cosas cambiarán para mí. Nunca más volveré a beber hasta el punto de bajar la guardia”.

“¿Cómo evitamos que estas cosas sucedan? Nosotros, como mujeres, no podemos. Depende de los hombres que necesitan entender realmente lo que significa respetar a las mujeres”. “Las mujeres no son objetos, no estamos aquí para ser tomadas, usadas y desechadas. No podemos vivir nuestras vidas con miedo, no podemos dejar que el mal gane”, clama la joven estudiante.

“No pude gritar más; estaba segura de que me iba a matar, cerré los ojos y fingí estar muerta”

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A.S. Andrea Sicignano, de 27 años, tuvo que ser asistida de varias fracturas

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