La Vanguardia

“Vicente está aquí. Está conmigo”

- Anna Ferrer, presidenta y estratega de la organizaci­ón de la Fundación Vicente Ferrer XAVIER CERVERA IMA SANCHÍS

Tengo 71 años. Nací en Essex, Gran Bretaña, y vivo en Anantapur, India. Soy viuda. Tengo 3 hijos y 6 nietos. Vicente y yo siempre creímos que hay muchísima gente buena que quieren ayudara los demás pero no saben cómo. No soy religiosa, creo que la buena acción ese lacto espiritual más elevado

Dónde cree que está ahora Vicente? Él está aquí. Está conmigo. ¿Qué es lo que más añora? Su sentido del humor, que nos ayudó a superar todos los obstáculos. Me he reído mucho con él. Usted tuvo una infancia difícil y pobre.

Sólo tenía a mi madre que era esquizofré­nica. Pero mi naturaleza es la de una persona feliz. A veces me despierto y me pregunto por qué estoy tan feliz sino ha pasado nada especial.

Un gran don.

Siempre he sentido compasión por los animales y las personas y el deseo de hacer algo por los demás. Ver las dificultad­es ajenas y tender la mano me ha ayudado a superarme.

Conoció a Vicente cuando tenía 20 años.

Sí, en una entrevista como esta. Y no quería deja de ser periodista, pero Vicente tenía un gran poder de convicción incluso con sus enemigos.

¿De qué la convenció?

De que la erradicaci­ón de la pobreza, cuando en los años sesenta todo el mundo decía que era imposible, era posible.

¿Cómo?

Me dijo que dependía de cada uno de nosotros, de que cada uno asumiera que era posible y tuviera la ilusión de querer cambiar las cosas.

¿Y no le pareció utópico?

Lo conocí cuando las autoridade­s de la región de Maharastra le expulsaron del país porque veían su trabajo con los pobres, como conseguía liberarlos de la pobreza, como una amenaza. Indira Gandhi intercedió y le permitiero­n instalarse en un desierto.

Se fue con él.

Los primeros años fueron muy difíciles. Llegamos con dos voluntario­s y los bolsillos vacíos, pero hemos sido felices 41 años.

¿Cómo empezaron?

Excavando cien pozos y creando cinco centros de nutrición. Una noche me dijo Vicente: “Anna, para mañana no tenemos dinero ni para comer”. “Ya veremos qué hacemos mañana, le dije, ahora duerme”. Al día siguiente recibimos un cheque anónimo de 200 dólares. La providenci­a ha sido un miembro de nuestro equipo.

¿Qué impulsa esa providenci­a?

Las buenas acciones. Cuando llegamos a aquella tierra seca, a una casa destartala­da en mitad de la nada, no había ni muebles, sólo un cartón en el que había escrito “espera un milagro”.

Han hecho un milagro.

Pese a que hemos plantado millones de árboles, construido miles de embalses y los campesinos comprenden que tienen que variar su cosecha para no empobrecer la tierra y que sea más productiva, seguimos luchando contra la sequía.

¿Qué ha aprendido en estos 50 años?

Qué tener una actitud positiva es esencial, motiva a los demás y los demás te motivarán a ti. Es un círculo virtuoso. He comprobado que las personas pobres pueden ser líderes de su propio desarrollo. No se trata de caridad.

Esa ha sido la gran diferencia de su fundación con todas las demás.

Sí, y eso implica tener una excelente organizaci­ón para poder formar líderes en 3.500 pueblos y una muy buena relación con esa gente con la que trabajas.

¿Cuál es el secreto de su financiaci­ón?

El grano de arena. La pobreza extrema se puede erradicar con la suma de pequeños granos de arena que surgen del corazón de miles de personas en todo el mundo.

Tal como está el mundo es extraordin­ario.

Está en nuestra naturaleza, hay que dejarlo salir. Cada año 150.000 familias pobres de India rompen su hucha de barro y contribuye­n al desarrollo de sus propios pueblos, con sus ahorros apoyan a 1.500 huérfanos a tener una buena educación, y están orgullosos.

Cuando viene a Barcelona en días como estos que todo es comprar y comprar...

Pienso que la felicidad es mucho más barata, en Anantapur haber comido es motivo de risas y felicidad.

Y usted, ¿de qué ha carecido?

Nuestros hijos vinieron al mundo en una zona desértica, pobrísima, y con un nivel educativo bajísimo. Pero decidimos que se educaran allí, que entendiera­n las causas de la pobreza y crecieran con los pies sobre la tierra, sabiendo que la solidarida­d y la humanidad lo es todo.

¿Cómo afecta la pobreza al carácter?

Lo oscurece. La gente vive atrapada en ella generación tras generación y eso anula la esperanza. ¿Imagina lo que es vivir sin esperanza?

¿De qué se siente orgullosa?

De que todos los voluntario­s, compañeros, padrinos..., han hecho suya la causa, hablan de “nuestro trabajo”, y esa es una de las claves del éxito.

¿Qué le ha hecho crecer?

Yo no soy religiosa y soy muy racional, pero desde ese lugar hoy estoy convencida de que todo es posible, y eso es muy poderoso.

¿Cómo se vivió en Anantapur la muerte de Vicente?

Cada uno lo vivió como algo muy personal. Algunos años después de su muerte tuve un sueño tan real que no puedo olvidar. Soñé que estaba organizand­o el aniversari­o de su muerte, y entonces lo vi paseando por el campus como la veo a usted ahora.

...

“Vicente, ¿cómo puede ser que estés aquí?” le pregunté. “Anna, no te preocupes, estoy siempre contigo, y yendo a los pueblos para supervisar el trabajo”. Y todos sienten su presencia.

 ??  ??
 ??  ?? VÍCTOR-M. AMELAIMA SANCHÍSLLU­ÍS AMIGUET
VÍCTOR-M. AMELAIMA SANCHÍSLLU­ÍS AMIGUET

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain