Maryam Madjidi
Maryam Madjidi, francesa de origen iraní, explora el desarraigo del exilio en la novela ganadora del Goncourt joven
ESCRITORA
La escritora francesa de origen iraní Maryam Madjidi ha ganado el premio Goncourt a la primera novela con Marx y la muñeca, una obra autobiográfica que explora el desarraigo del exilio y la construcción de una identidad entre dos culturas.
Que Marx y la muñeca no es una autobiografía al uso queda claro desde el arranque: la autora aún no ha nacido cuando su madre, embarazada de siete meses, salta por la ventana de la Universidad de Teherán para escapar de la policía. Es 1980 y en Irán acaba de triunfar la revolución islámica.
Maryam Madjidi ganó el premio Goncourt a la primera novela 2017 con este libro –que publica Minúscula traducido del francés por Palmira Feixas– donde explora el desarraigo del exilio y la construcción de una identidad entre dos culturas. Es su historia y la de sus padres, militantes marxistas que lucharon contra el sha para luego ver cómo los barbudos les robaban la revolución y tuvieron que huir a Francia cuando ella tenía seis años.
La autora insiste en calificar su obra de novela porque “siempre hay ficción cuando uno escribe, incluso cuando escribe sobre la historia de uno mismo”. La autobiografía se trenza con la ficción, con pellizcos de poesía, cuento y fábula, en un relato que salta de la primera a la tercera persona, de la carcajada a la piel de gallina, en el tiempo y en el mapa, de París a Teherán.
Madjidi habla del peso de las raíces, de cómo a veces el pasado doloroso de los padres se infiltra en la vida de los hijos. “Escribiendo, desentierro a los muertos”, revela la narradora en las páginas. Como Abbas, a quien dedica el libro, un camarada de su padre fusilado a los 19 años y cuya madre enloqueció de dolor, aferrada a la sandalia que le cayó a su hijo cuando fue detenido. O la del compañero de celda de su tío, un hombre que cada día mira los mismos dibujos animados en televisión sólo para oír la voz de su esposa, dobladora. “¡Qué más da si son míos los recuerdos o de otros! Lo importante es que aquellos hombres existieron –reflexiona Madjidi–. Escribimos para luchar contra el olvido, para dejar una huella, para recordar lo que ocurrió en una vida, en un momento concreto. Es nuestro deber como creadores recoger las vidas minúsculas, las pequeñas historias individuales dentro de la gran historia”.
La narración se estructura alrededor de los tres nacimientos de la escritora: en 1980 en Teherán; en París a los seis años; y el tercero, en el 2003, cuando regresa a su país natal y, en un flechazo con un iraní y con esa tierra, está tentada de quedarse. Es su abuela quien la convence: “Tu educación te ha convertido en una mujer libre, ya no puedes vivir aquí”.
Marx y la muñeca es la historia de una reconciliación de identidades, con toda su complejidad. Madjidi abomina de los que se “embelesan ante una herida”, a quienes grita que el exilio es mucho más doloroso que fascinante, pero los envidia: “Yo nunca podré pisar los adoquines de París con esa seguridad”. Y hay autocrítica: admite que ella misma ha utilizado el exotismo de sus orígenes como “arma de seducción masiva”, para llevarse a la cama a alguno de esos orientalistas que desprecia.
La lucha de identidades se condensa en el pulso entre sus dos lenguas: el francés, que eligió de niña para encajar en el nuevo país, y el farsi, que dejó sepultado y sólo luego aprendió a amar. “Para la pequeña
Madjidi cuenta su historia y la de sus padres, marxistas que huyeron a Francia tras la revolución islámica
Maryam era una carga demasiado pesada vivir con una doble cultura e identidad. Me sometieron a una asimilación”, dice Madjidi, que trabaja como profesora de lengua francesa para menores extranjeros aislados y es implacable con el modelo francés de integración, término que detesta. “Nos borran, nos limpian, nos hunden en las aguas de la francofonía para lavarnos la memoria y la identidad –escribe–. Como si fuera necesario ocultar nuestra diferencia”.