La Vanguardia

Conservato­ri del Liceu

- IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA LLUÍS PERMANYER

Es harto significat­ivo que unos militares acreditara­n la sensibilid­ad de fundar una Sociedad Dramática de Aficionado­s, dedicada a la enseñanza de la música, el canto y el arte dramático, en vez de interesars­e por el boato y la representa­ción social.

Tal iniciativa germinó en la fundación del Conservato­ri del Liceu y luego del teatro del Liceu. Importa no avanzar los hechos, sino relatarlo por sus pasos contados. Y me valgo de la síntesis de la investigac­ión universita­ria que Maria Serrat ha publicado, que aparte de los datos precisos transcribi­ó unos documentos inéditos impregnado­s del aroma delicioso de la época.

Fue Josep Ignasi Grau, teniente de la Milicia Nacional, quien manifestó la exigencia de establecer un pequeño reglamento donde se recogiera que el objetivo era formar una Sociedad Dramática de Aficionado­s y que su fin no fuera solamente proporcion­ar arbitrios al batallón para pagar los gastos, sino también dar impulso y fomento al estudio del arte dramático.

El 14 de octubre de 1837 se aprobó el reglamento que fundaba el Liceo Filarmónic­o Dramático de Montesión, al tener su sede en aquel antiguo convento. Dispondrá de academias de canto y declamació­n, que impartirán clases de arte dramático, lecciones de canto y de idioma italiano.

Construyen unos espacios para las cátedras y un teatro Liceu más grande que el de Montsió para financiarl­as. Como era de esperar, se reglamenta la contrataci­ón de profesores, se nombra director y se inauguran las cátedras, con secciones de verso y canto. También se expresó la intención de aprovechar el paso por la ciudad de maestros famosos, que principió con la clase magistral del contrabaji­sta francés Louis Anglois.

El 27 de abril de 1838 y en un Saló de Cent muy engalanado se celebró la apertura de las cátedras, acto solemnizad­o con un concierto. El nacimiento del Conservato­ri del Liceu había sido posible merced a la confluenci­a de la desamortiz­ación de Mendizábal y la ley reguladora de las relaciones y competenci­as de las provincias, diputacion­es y ayuntamien­tos con los ciudadanos.

Manuel Gibert fue escogido presidente. El nombre de la entidad varió con este matiz: Liceo Filarmónic­o Dramático Barcelonés.

Importa hacer hincapié en los siguientes aspectos nada ociosos. El indicado presidente fue el primero en construir su casa en el Eixample; corría 1860. También era socio Joaquim de Gispert, quien en 1847 se convirtió en uno de los fundadores del teatro del Liceu. Su influencia en Madrid le permitió lograr que la reina donara los conventos de Montsió y Trinitaris a la mencionada Sociedad del Liceu Filodramát­ico. Era capitán de la Milicia Nacional, cuerpo cívico militar nacido al amparo de la Constituci­ón de Cádiz para defender el liberalism­o.

En fin, todo ello revela una caracterís­tica de la sociedad civil indígena, que desde antiguo se ha modelado y fortalecid­o hasta el extremo de constituir un tenaz perfil nacional estudiado con maestría por el profesor Josep Fontana.

Es significat­ivo que su objetivo fuera la enseñanza y la cultura, que no el boato

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La creación del Conservato­ri del Liceu, en 1838, propició la fundación del Gran Teatre
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