Las chicas como ella no se postulan para cargos

ALEXANDRIA Ocasio-Cortez despierta el interés de la sociedad estadounidense desde que se convirtió en congresista por Nueva York. No sólo porque es joven, latina y de izquierdas, sino porque personifica a la activista que ha conseguido llegar al Capitolio con mucha voluntad y poco dinero. Ocasio-Cortez no representa para nada al establishment, aunque podría convertirse en el mejor ejemplo de la igualdad de oportunidades del sistema. Los ataques desde los círculos más conservadores no cesan. Primero difundieron en las redes un vídeo viral en el que bailaba en una azotea durante la escuela secundaria, con el texto: “Aquí está la comediante favorita de Estados Unidos, que actúa como una imbécil despistada”. El intento de humillarla no funcionó y respondió con una grabación en el Congreso donde daba tres pasos de danza: “Espero a que descubran que las congresistas también bailan”. En las últimas horas, ha aparecido otro trol con una foto de los pies desnudos de una joven en la bañera, que ni siquiera son suyos.

La historia de Ocasio-Cortez es un relato de superación. Fue camarera antes que congresista: su padre era del Bronx y su madre portorriqueña. Tuvo que pagarse sus estudios de Economía y Relaciones Internacionales con préstamos universitarios, y luego consiguió un trabajo de directora educativa, pero la muerte de su padre la obligó a trabajar también en un bar para ayudar a su madre, que limpiaba casas. En el 2016 se inició en la política durante las primarias de Bernie Sanders. Un año después se atrevía como candidata a congresista por Nueva York tras derrotar a un peso pesado del PD. Su campaña no admitía donaciones de más de 200 dólares y prometía luchar por el Medicare para todos, las matrículas gratuitas en las escuelas públicas, la abolición de la agencia de inmigración y el control de las armas. Y ahí está en su escaño diciendo: “Se suponía que las chicas como yo no nos postulábamos para un cargo público”.