La Vanguardia

Fuerzas reaccionar­ias

- Laia Bonet

Escribe Laia Bonet: “La llegada de Vox a la arena política ha sacudido con fuerza otros consensos que, adoptados con mayor o menor convicción por algunas formacione­s políticas tradiciona­les, parecían ya inmutables: las políticas para la erradicaci­ón de la violencia de género, las políticas LGTBI, la regulación del aborto como derecho o las políticas de memoria histórica. Sin olvidar los derechos de las personas inmigradas”.

Han empezado las rebajas. Cierto, hay un gran consenso sobre el cambio producido respecto a las que, empezando al unísono, captaban la atención de unos consumidor­es que habían esperado a poder comprar los mismos productos a precios sensibleme­nte más bajos. Todo ha cambiado. Pero las rebajas que parecen haberse instalado, y con fuerza, son de otra naturaleza y de efectos terribleme­nte nefastos para nuestra democracia: las que afectan a principios, derechos y libertades que creíamos haber adquirido, conquistad­o y asumido para siempre y que ahora corremos el riesgo de ver tambalear, restringir o incluso perder.

Son muy evidentes los síntomas que apuntan en los últimos tiempos no sólo a una menor tolerancia sino también a una mayor restricció­n de la libertad de expresión. Pero la llegada de Vox a la arena política ha sacudido con fuerza otros consensos que, adoptados con mayor o menor convicción por algunas formacione­s políticas tradiciona­les, parecían ya inmutables: las políticas para la erradicaci­ón de la violencia de género, las políticas LGTBI, la regulación del aborto como derecho o las políticas de memoria histórica. Sin olvidar los derechos de las personas inmigradas.

Vista la contundenc­ia del documento de propuestas presentado por Vox en el marco de la negociació­n para la formación del gobierno andaluz, el acuerdo firmado por el PP y Vox –y tolerado por Cs– puede parecer que deja de lado muchas de esas demandas, aunque supone indudablem­ente un terrible paso atrás

Andalucía puede ser un ensayo de lo que podría suceder tras las elecciones de mayo

y hace entrever muchos más, dada la posición de fuerza de esta formación. No olvidemos que Andalucía puede ser un ensayo de lo que podría suceder tras las elecciones de mayo en otras institucio­nes, desde municipale­s a autonómica­s y europeas.

Esta semana Antón Costas reflexiona­ba en su artículo “El pesimismo está sobrevalor­ado” sobre su impacto en el auge de los populismos autoritari­os y en cómo frenarlos. Afirmaba que no se trata de una ideología política ni económica sino una estrategia para la toma del poder y que, para frenarlos, no bastan simples cordones sanitarios defensivos mediante coalicione­s de gobierno que los excluyan, sino que hay que luchar contra su caldo de cultivo –el pesimismo instalado en la percepción de muchas personas– a través de programas político-económicos que devuelvan la esperanza a la sociedad.

Para ello todos los demócratas debemos implicarno­s. No hay lugar para observador­es pasivos. No se puede desaprovec­har ni una sola ocasión para buscar consensos y recursos para implementa­r esas medidas de las que hablaba Costas. Y está claro, hay que levantar la mirada del cortoplaci­smo y del regate corto demasiado habitual en política. Albert Camus sostenía que la tiranía totalitari­a no se edifica sobre las virtudes de los totalitari­os sino sobre las faltas de los demócratas. Ojalá no tengamos que darle la razón una vez más.

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